Roberto Valcárcel es un artista que rompe esquemas por su creatividad, por su visión irreverente y llena de desafíos a la mente y a los prejuicios. Se define como un “Boli”, experto en creática, artista visual y conceptual, con una maestría en arquitectura conseguido en Alemania.
Llegó a Santa Cruz hace veinte años invitado por la Casa de la Cultura y desde entonces ha desarrollado una fructífera carrera en el arte y en la docencia.
Se ríe cuando se le pregunta cómo se define como artista. “Mucho cuidado (je,je,je), más conceptual que artesanal”, dice luego de afirmar que se inspira escuchando jazz y música sinfónica o de cámara.
También desarrolla actividades de coaching o entrenamiento creativo a instituciones en todo el mundo, especialmente en Nicaragua, Honduras, Holanda, Ecuador, Jordania, Perú y, por supuesto, Bolivia. “Doy clases y posgrados en varias universidades”, comenta al definir su estilo de docencia como una declaración de guerra a la rutina, a la norma, a la burocracia y a los procedimientos estandarizados y al ‘buen gusto’ (al buen gusto en general, no al restaurante de la avenida San Martín) para poder así solucinar los problemas que nos agobian como personas y como país”.
Afirma que observa el desarrollo del arte en Bolivia y en Santa Cruz con mucho escepticismo, también desconfianza y por supuesto con esperanza, aunque con poca expectativa. Cree que a los niños y a la juventud se la debe estimular hacia el arte con la pasión, la sensibilidad, la curiosidad, la apertura, el amor y el permanente ejemplo propio. No hay cosa peor que el diablo predicando virtudes”. Como todo buen artista también tiene una opinión sobre la política. Dice que es como un avión. “Si está bien manejado y bien cargado, puede llevar alivio a las víctimas de desastres naturales, a los segregados, los indefensos y a los necesitados; mientras que si está mal manejado y tiene mala carga puede llevar bombas atómicas, químicos asesinos, muerte, sufrimiento, dolor y destrucción”, afirma.
Fuente: www.socialesvip.com