Jimmy Ortiz Saucedo
La proximidad de las elecciones 2014 exige encarar este trascendental tema, que hace a la esencia misma de la libertad, no hay que mirar para otro lado.
El llamado a una amnistía política irrestricta, es una tradición en Bolivia, incluso durante las temidas dictaduras del Plan Cóndor. ¡Y no pudiera ser de otra manera!, ya que la democracia exige la presencia de todas las fuerzas políticas optando por la gracia del voto popular, sin ningún tipo de restricciones formales o solapadas.
Las elecciones tienen que ser libres y justas para validar la democracia, como lo expresa la Carta Democrática Interamericana de la OEA, en su artículo tercero: “Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros: (…) la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo”. Por si alguien no los recuerda, Bolivia es signataria de esta Carta.
Dice también la Carta Democrática Interamericana, en su artículo primero: “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”.
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Llegar a elecciones sin amnistía, sería un vil engaño a la de la voluntad popular y a la democracia. Aunque estos conceptos están devaluados en Bolivia, mismo así, sería un extremo inadmisible. Este debate tarde o temprano llegará a la opinión pública, es un tema inevitable.
Todo indica que la oposición lo plantará algún momento, y que el gobierno negará que exista persecución política, como de hecho ya sucedido (La Razón 30-04-12). Seguirán sostenido que son perseguidos de la justicia. Este será el tema central de la discusión: son o no perseguidos políticos, aunque el pueblo boliviano y la comunidad internacional saben con claridad la respuesta.
Será un debate cargado de un altísimo nivel de hipocresía, con trampa o “maniobra de estrategia envolvente”, como lo expreso en uno de sus últimos artículos el recordado Cayetano Llobet (Los Tiempos 31-07-11).
Quedamos atentos a la llegada de esta nueva página de la historia de la democracia boliviana. Esperemos que no nos vaya peor que en los tiempos del Plan Cóndor.