El socialismo no es lo que muchos piensan, y el mercantilismo tampoco

Alberto Mansueti*

mansuetileyesmalas Hoy en día están de moda las “alianzas estratégicas entre los sectores público y privado”. Pero eso es muy peligroso: ahí está la raíz de toda clase de corrupciones.

Lo mejor es la independencia de los negocios públicos y los privados. Es lo más justo, saludable y de provecho para ambos. Lo contrario es: 1) la subordinación de los gobiernos a los intereses privados de sectores, empresas, familias o personas, como hacen la derecha mercantilista y los "intereses especiales"; o bien 2) la usurpación por los gobiernos de funciones privadas como agricultura, industria, comercio y banca, educación, atención médica, previsión social, etc., como hacen todas las izquierdas, violentas o no.



El socialismo, tanto como el mercantilismo, pueden definirse como dos clases de violación al mismo principio: separación de lo público y lo privado. El mercantilismo consiste en la captura y uso de poderes y recursos públicos para provecho privado de particulares. Y el socialismo, en la captura y uso de poderes y recursos públicos para cosa más grave: rehacer el entero orden social desde sus mismos cimientos, en base a un diseño o Plan preconcebido, ejecutado por un grupo, y mientras tanto enriquecerse a manos llenas, y distribuir prebendas y privilegios, y cuotas de poder, prestigio e influencia, entre los miembros del séquito inmediato, y cantidades de dinero y otras dádivas en el círculo más amplio de sus seguidores de calle.

Las ideas y consignas muy discutibles como las de “fortalecer la economía nacional”, “ayudar a los más desposeídos”, “asegurar la justicia social”, “brindar igualdad de oportunidades”, y otras similares, sirven para impulsar alguna forma de mercantilismo, o de socialismo, o de ambos combinados, por lo general bajo la sombra protectora de un caudillo populista.

Los liberales clásicos somos la parte de la derecha que les decimos a la gente estas verdades, para tratar de mantener a los gobiernos dentro de sus límites; y ello desde el Parlamento y los partidos, tanto como desde la opinión pública, y las cátedras y tribunas en medios de prensa y entidades académicas. Ahora bien, como en América latina los gobiernos desde hace muchas décadas se han salido por completo de sus límites, y andado hasta muy lejos en “el camino de servidumbre”, nuestra misión es emprender el largo, lento, difícil y penoso camino de retorno.

*Politólogo y profesor universitario en ciencias políticas, residente en Cochabamba. Autor del libro “Las Leyes Malas”