Quien convive con un hombre puede asegurar lo que les estoy por decir: ellos nunca encuentran nada, y siempre necesitan de nosotras para hacerlo. El típico diálogo: “¿Querida, dónde están mis llaves?” “Sobre la mesa” “Estoy buscando precisamente allí, y no están”. ¿Cómo termina la situación? Vamos a buscarlas, y las encontramos inmediatamente, a simple vista.
¿Te ha pasado? Te sientes identificada, ¿verdad? Pues no te preocupes, ahora sabes que no es sólo tu marido, sino que se trata de una de las tantas cosas sabias de la naturaleza. El campo de la visión de la gran mayoría de los hombres es como un túnel: puede ver tan sólo un espacio reducido, comparado con una visión más “panorámica” de la mujer.
La visión del hombre
No empecemos a buscar culpables, porque de ser así, debemos remontarnos a los lejanos tiempos de la prehistoria, cuando los hombres debían salir todos los días de la cueva a cazar para comer. Con el fin de ver y seguir la meta a lo lejos, el cazador necesita ver a grandes distancias su objetivo, pero dejando todo lo demás de lado.
La mujer en cambio se quedaba en la casa a cargo del hogar y los niños, necesitando tener a la vista todo a su alrededor, por si aparecía algún peligro o amenaza. Otra vez, la sabia natura hizo de lo suyo, y dotó a la mujer de una mirada capaz de no sólo mirar un objeto, sino también ver todo a su alrededor en un radio de casi 180 grados.
Así de simple es la respuesta por la cual una mujer sea capaz de encontrar unas llaves sobre la mesa, o la mantequera en la nevera mucho más fácil que el hombre: éste tiene sólo un radio de visión de 30 grados.
Por esa misma razón, el hombre tiene que girar la cabeza de derecha a izquierda, y de arriba hacia abajo para encontrar ese objeto “desaparecido”. Y una mujer promedio sólo necesita echar un vistazo para tener una vista plena de todo lo que hay, y encontrarlo al fin.
Fuente: www.imujer.com