Lagos en un mar de imposturas

Álvaro Riveros Tejada

Riveros “A confesión de parte, relevo de pruebas” es un axioma jurídico que suele utilizarse para significar que cuando alguien admite su error o falta, ya no es necesario indagar acerca del error cometido: basta con que lo haya reconocido. Una frase que el expresidente chileno Ricardo Lagos, en un rapto de demencia senil, pronunció al concluir la reunión de ex presidentes convocada por Michel Bachelet para tratar la demanda boliviana incoada ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, y que cobra una singular importancia para los bolivianos, toda vez que reconoce, por primera vez y en forma porcentual, el robo de territorio que sufrió Bolivia.

En dicha oportunidad Lagos manifestó: “Bolivia tiene en la actualidad la mitad del territorio que poseía cuando se independizó de la colonia española, aunque sólo el 10% de lo que ha perdido está en poder de Chile, mientras que el resto corresponde a Brasil, Paraguay, Perú y Argentina”. Por lo tanto añade: “colocar el enfoque de la situación boliviana actual única y exclusivamente en Chile no me parece una forma adecuada de observar este proceso”. En buen romance, señala que ellos fueron los menos favorecidos en el reparto del botín, y sin proponérselo reconoce que por los famosos 10 centavos que Bolivia reclamó de aumento al impuesto por quintal de salitre exportado por la compañía anglo-chilena, ellos se cobraron con el 10% de territorio, o sea 120.000 Km2, que comprendió nuestra salida al pacífico y por ende, nuestro definitivo enclaustramiento.



Asumiendo que el delito haya prescrito, como quiere sugerir el timador, todos los presidentes que le antecedieron y aun sus sucedáneos, de una u otra forma negociaron con Bolivia sobre este tema, ofreciendo en muchas oportunidades lo que nunca quisieron cumplir, no para que les reconozcamos algún atenuante al delito, sino para tratar de esconder esa aberrante injusticia que hiere el sentimiento de los pueblos y perjudica al usurpador, al tener que aclarar este asalto, recurrentemente en todo foro internacional. De ahí la peregrina salida de querer escaparse de la Corte Internacional de La Haya, planteando una demanda de excepción, la cual suponemos que les será denegada ya que esta Corte nunca ha fallado en contra de su propia jurisdicción.

Pero no todo está perdido ni deberíamos desmoralizarnos, al menos este sainete marítimo nos está llevando a ejercitar la lengua, como en la película “El discurso del Rey”, que cuenta la historia del tartamudo Rey George VI de Inglaterra, que se vio obligado a mejorar su fonética antes de asumir la corona. Asimismo, con miras a afinar los discursos que se deban decir en el período electoral de octubre próximo, con términos nuevos y enriquecedores como: ¡Nuestras relaciones están maritimizadas, es necesario llevarlas a un desmaritimizador, para que las desmaritimice mejor! En fin, ¡todo un panorama de lagos en un mar de imposturas!

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