Deformación de la democracia

Marcelo Ostria Trigo

OSTRIA TRIGO Una dirigente oficialista hace pocos días advirtió que no se garantizaría la seguridad de los opositores que ingresen en Chapare para hacer campaña electoral. El secretario ejecutivo de la Federación de Campesinos de La Paz Túpac Katari anunció que en las 20 provincias del departamento no se va a permitir “a ningún partido de la derecha neoliberal” realizar dicha campaña. Estas declaraciones no solo ponen en duda la transparencia del proceso electoral, sino también muestran una preocupante y extendida deformación del concepto de la democracia.

La falta de formación cívica hizo que se difunda la curiosa idea de que la mayoría de los votos y el goce del poder otorgan el derecho a mandar sin límites, en este caso a vetar toda opción política opositora, lo que representa una actitud totalitaria y continuista.



Las deformaciones de la democracia no solo se presentan en Bolivia. La ONG Latinobarómetro, en un reciente estudio basado en una encuesta, concluye: “La imagen que los latinoamericanos tienen sobre la democracia en su propio país y en otros países no coincide con la de los expertos”. Y añade: “El mecanismo de las instituciones, la separación entre los poderes y el Estado de derecho no son del todo claros en las mentes de los ciudadanos (latinoamericanos) al momento de evaluar el grado de democracia en esos países”. En Bolivia estas distorsiones se manifiestan actualmente en la intolerancia al disenso, esencial en un sistema democrático. Y hay un antecedente: la práctica de la llamada ‘democracia del cero votos’ de los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando también se impedía el libre accionar de la oposición en épocas de elecciones. Esto reaparece ahora con todas sus consecuencias indeseables, siendo notorio que las ideas torcidas sobre la democracia son parte de la conducta de los populistas.

Es imposible emprender campañas cívicas que tiendan a restaurar el verdadero concepto de la democracia en el cortísimo tiempo que nos separa de las elecciones de octubre, y menos aún con agresivas declaraciones. Mientras tanto, deberían ser los dirigentes políticos los que no admitan que aparezcan actitudes propias de sectarios y fanáticos.

El Deber – Santa Cruz