Evo piropea a los Estados Unidos

Agustín Echalar Ascarrunz

ECHALAROK A principios de esta semana el Presidente Evo ha hecho un gesto inusualmente amistoso a los Estados Unidos, y es que de alguna manera casi ha reconocido una especie de superioridad moral que tuviera el imperio sobre los países latinoamericanos. Le ha pedido al presidente Obama que le enseñe a la presidenta de Chile cómo se devuelve territorios, haciendo referencia seguramente a la zona del canal de Panamá.

Naturalmente eso no lo ha dicho de corazón, y posiblemente tampoco siguiendo la natural secuencia de primero pensar y luego abrir la boca, porque en realidad lo que ha hecho es mostrar una enorme falta de respeto a la presidenta Chilena (y me voy a abstener de mencionar el tonito machista con el que se puede escuchar el comentario), y ha pedido, nada menos, que una intervención de los Estados Unidos para solucionar un problema entre países del sur, donde, como sabemos, las agujas de los relojes deberían avanzar a la inversa que en los ricos países del norte. El presidente Evo ha insistido en variadas oportunidades en comparar el caso del canal de Panamá con el de Bolivia, y ese es un craso error, porque lo que pasó en Panamá no puede ser considerado similar a los eventos que dejaron a Bolivia sin una costa. Pero hay algo más, el que las cosas hubieran decantado en el retorno de la zona del canal a la soberanía panameña, no es un ejemplo de que un tratado se puede revisar.



Lo que las gentes del Gobierno no entienden, al criticar la aseveración chilena de que "los tratados no se revisan”, es que lo que ellos están diciendo es que las partes no están obligadas a hacer un nuevo tratado que modificaría la situación.

Las condiciones impuestas o convenidas en un tratado pueden ser modificadas, pero con aquiescencia de los firmantes, no a simple reclamo de una de las partes. Y volvamos a Panamá, el asunto es que los Estados Unidos aceptaron modificar el tratado inicial, esta modificación no fue producto de una imposición unilateral, fue, obviamente, un convenio donde ambas partes estuvieron de acuerdo.

Bolivia ha iniciado un juicio, y aunque públicamente casi todos los entendidos en el tema lo celebran, a sotto voce siguen habiendo críticas en ese mismo sector, los derechos expectaticios, de ser reconocidos, podrían sentar un nefasto precedente para el inicio de negociaciones posteriores en casos similares al de Bolivia. La voluntad de dialogo sería inhibida.

Pero más allá de lo oportuno o lo sensato de haber iniciado este juicio, el profesionalismo debería hacer que mientras Bolivia haga un lobby serio, donde tenga acceso para ganar simpatías a su causa, el gobierno debería mantener una actitud recatada y digna.

El cometario de Evo es un exabrupto, pero no es el único: el pedirle al canciller chileno que contabilice lo que chile le robó a Bolivia también es un gesto de grueso calibre, porque no debemos olvidar que nuestros antepasados fueron a una guerra y que la perdieron.

El reloj con el mapa de Bolivia incluyendo el antiguo litoral boliviano es también una provocación, los afiches en el Ministerio de Defensa, en cuarteles y en el colegio militar que claman por un retorno al mar militarizan la posición boliviana.

Aunque no tengo esperanzas por el proceso de la Haya, y en realidad me parece un ejercicio cuyo costo y esfuerzo que hubiera merecido una mejor causa, pienso que si el país está embalado en ello, el asunto debería ser tratado con altura y sin dejar resquicios abiertos: el reloj, los comentarios presidenciales, las gigantografías militares, podrán ser usados en contra de la causa boliviana.

Página Siete – La Paz