Sidor: la crisis de una de las principales empresas nacionalizadas por Chávez


Siderúgica del Orinoco

Las 2.800 hectáreas de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) parecen una ciudad fantasma. El silencio de sus máquinas abruma. Los hornos permanecen fríos.

La fábrica de acero más grande de Venezuela, hace años conocida como la «Joya industrial del Caribe», funcionó solo 90 días desde octubre de 2013. Parte de lo poco que se ha producido yace en enormes patios, donde cientos de tubos amontonados en forma de pirámide aguardan para ser vendidos, exportados o, simplemente, utilizados.



La siderúrgica -que cuenta con 15.000 empleados y 70 líneas de producción- está en el punto de producción más bajo en su historia. Un conflicto de cuatro años entre los trabajadores y la dirigencia por la negociación del contrato colectivo ha llegado a su punto de tensión más álgido esta semana. El ambiente en la zona industrial más importante de Venezuela, Ciudad Guayana, está caliente.

Sala de herramientas

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Los trabajadores se quejan de que no tienen las suficientes herramientas.

Y en medio de una crisis económica en Venezuela, lo que pasa en Sidor parece ser un reflejo de lo que ocurre en las demás empresas que el difunto presidente Hugo Chávez nacionalizó cuando estuvo en el poder.

Con tres veces más empleados y sólo un tercio de la producción que arrojaba antes de la nacionalización, algunos creen que Sidor es el ejemplo de una política económica fallida en la que el Estado se ha vuelto preponderante.

«Todas las empresas que fueron nacionalizadas -mire a las cementeras, mire a las agropecuarias- presentan casos tan dramáticos como lo de Sidor», le dice a BBC Mundo el presidente de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), Jorge Roig.

Y añade: «Todas las empresas de Guayana crecieron para servirle a Sidor, así que cuando Sidor no funciona, todas las empresas básicas, y la ciudad misma, se estancan».

El estancamiento es más grave si se considera que afecta al grupo de industrias pesadas que fueron creadas en los años 50 y 60 como la apuesta alternativa venezolana al petróleo. Hoy ese proyecto depende también del ingreso petrolero.

Siderúgica del Orinoco

Sidor produce actualmente 1.2 millones de toneladas de acero, pero en 2007 producía más de 4 millones de toneladas.

«Las empresas al pueblo»

La expropiación de empresas privadas fue uno de los sellos más importantes del gobierno de Chávez, que las justificó con el argumento de que las trasnacionales explotaban a los trabajadores.

El gobierno defiende las nacionalizaciones por esa misma razón: el manejo de los privilegiados recursos nacionales se le dio «al pueblo», asegura.

Pero también el gobierno reconoce los problemas de plantas como Sidor. El ministro para Industrias, José David Cabello, aseguró en mayo que «nadie puede hablar de un modelo (económico) fracasado», pero reconoció que «tenemos que corregir errores, y hay que buscar mecanismos».

Y uno de los hombres más cercanos a Chávez y por cinco años su vicepresidente, José Vicente Rangel, reconoció recientemente que muchas de las nacionalizaciones fueron «injustas».

Diosdado Cabello

El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, visitó esta semana Ciudad Guayana y habló sobre los trabajadores.

En la última década, 4.000 industrias han desaparecido en Venezuela, según la organización empresarial Consecomercio. Y, entre 2005 y 2011, el no gubernamental Observatorio de Propiedad Privada de Venezuela registró 3.355 expropiaciones, invasiones o «rescate de tierras» por parte del Estado.

Ni siquiera Petróleos de Venezuela (PDVSA), la empresa que financia los ambiciosos proyectos sociales del gobierno, está exenta de crítica, pues analistas destacan que produce menos que antes con más nómina y con el petróleo a US$100 por barril.

Y eso, dicen los opositores, es un ejemplo de ineficiencia.

Pero el caso de las empresas de materiales básicos es aún más grave: Venezuela fue uno de los productores más importantes del mundo hasta comienzos de este siglo, sobre todo de acero y aluminio en la zona de Guayana.

Fábrica de tubos sin costura del Sidor

La fábrica de tubos sin costura del Sidor, en contrucción desde 2010, no ha sido estrenada.

Y Sidor -que fue pública desde su fundación en 1953 hasta 1997, cuando la adquirió la transnacional argentina Ternium- era la joya de la corona. Al menos en términos de producción.

Pero después de la nacionalización en 2008 de las diferentes empresas, en prácticamente todas se ha reportado una baja en la producción, conflictos con los trabajadores y un deterioro de la infraestructura.

Desde entonces el gobierno ha prometido varias veces reanimar la producción en estas industrias. Pero hasta ahora las empresas solo se han podido mantener a flote gracias a los subsidios del Estado. Es decir, de PDVSA.

La nómina de Sidor, por ejemplo, es subsidiada desde hace cuatro años.

Materia prima en el Sidor

Los sidoristas se quejan de que los materiales son importados, cuando podrían ser producidos en Venezuela.

Mafias, pero ¿de quién?

José (quien no quiso revelar su verdadero nombre) trabaja en la Acerería de Planchones de Sidor desde hace 15 años. Como muchos de sus compañeros «sidoristas», tiene el cuerpo robusto, la piel bronceada y las manos hinchadas por el trabajo.

Todas las mañanas llega a las 7:00 a la enorme entrada de los trabajadores, conocida como el «portón 3», a participar en una asamblea que cumplen sagradamente miles de hombres.

Aunque se define como «chavista», José es uno de los que critica al gobierno y a la directiva de la empresa. Él sería uno de esos trabajadores que, según el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, hacen parte de «mafias» cercanas al «imperialismo» que tienen un «plan desestabilizador».

Protestas en Guayana

Esta semana se produjo la protesta de trabajadores de Sidor más grande en años.

José se ríe cuando le pregunto si está conspirando con el imperialismo, aunque está de acuerdo en que hay mafias que perjudican a la planta: «Mira: las cabillas (barras de acero) que se producen acá supuestamente se deben vender en la calle a 32 bolívares, pero eso el pueblo nunca lo ve, porque en realidad se las venden a las mafias de las cabillas que después las venden en el mercado negro. Estos tipos (las mafias) compran a precio regulado y venden a precio de mercado negro».

Tanto José como Cabello creen que hay mafias. La diferencia es que el trabajador cree que el mismo funcionario del gobierno y otros sectores de la dirigencia son precisamente quienes conforman esas mafias. En lugar de los «sidoristas», como sostiene Cabello.

«Lo mismo (de las cabillas) ocurre con la venta de muchos otros productos y en la contratación de terceros», dice José. «Prefieren transportar los productos desde Caracas que descargarlos en el muelle de Sidor. ¿Tú qué crees que es eso? Mafias, chico».

Trabajador del Sidor

Un trabajador de Sidor le manda un mensaje a Diosdado Cabello.

Baja producción e insatisfacción laboral

Durante los años de Chávez -entre 1998 y 2013- la manufactura, un rubro que le mide el pulso a las industrias, fue el sector que menos creció en el Producto Interno Bruto, según cifras del Banco Central de Venezuela (BCV).

Y en 2013, reportó el BCV, la manufactura cerró con una caída del 0,3% del PIB.

Sidor, por su parte, aunque ahora tiene tres veces más empleados, hoy produce 1.500.000 toneladas, cuando en 2007 eran 4.200.000 toneladas de acero.

«A nosotros nos miden por la producción, pero dejan a un lado el enfoque social que le dimos a la empresa», le dice el director de Sidor, José Clemente Tatá, a BBC Mundo.

– Pero, si se invirtió en lo social, ¿por qué los trabajadores están trancando las calles de Guayana para protestar contra la dirigencia?, pregunto a Tatá en su oficina decorada con afiches de Chávez.

José Clemente Tatá

José Clemente Tatá es el director del Sidor.

– Yo no voy a criticar a los trabajadores, porque yo vengo de ahí. Dentro de Sidor no escapa el sector de oposición, que es válido y tiene derecho. Pero esos equipos políticos diversos generan conflictividad.

Tatá, como el gobierno central, alega que las estrategias económicas de nacionalización han permitido que, desde 1999, el desempleo, la pobreza y la desigualdad hayan bajado significativamente.

Y José, como sus compañeros trabajadores, también apoya la nacionalización porque «nos tenían con contratos individuales o tercerizados (subcontratados) y nos podían echar muy fácil».

«Pero lo cierto», añade, «es que ahora trabajamos sin mascarillas, sin lentes, sin botas». Y esto lo atribuye a la corrupción y la incompetencia que según él hay en la dirigencia.

Roig, de Fedecámaras, dice que además de los problemas de gerencia -«el gobierno acabó con la meritocracia en las empresas»-, la falta de una inversión que permita mantener a las fábricas competitivas ha sido un factor esencial de lo que él llama el «fracaso de las nacionalizaciones».

Tubos en el Sidor

Estos tubos, según los trabajadores, no han sido vendidos a pesar de estar listos.

«Matan por su negocio»

Hace dos semanas, un trabajador y sindicalista como José, Diógenes García, sufrió 10 balazos en el cuerpo cuando salía de una reunión con la dirigencia.

Milagrosamente, está vivo. Las investigaciones policiales están en curso, pero sus compañeros no dudan que se trató de un atentado, no solo por la coyuntura que se vive en Guayana, sino por las características del suceso: dispararon de día, con puntería y desde un carro, dicen, a diferencia de como maniobra la delincuencia, que es en moto, de noche y sin técnica.

«La situación del compañero se ve como una actitud cobarde de gente interesada en que no sigamos denunciando», le dice a BBC Mundo el presidente del Sindicato de los Trabajadores, José Luis Hernández.

José Luis Rodríguez

José Luis Rodríguez es el presidente del Sutiss.

Hernández y sus compañeros se reúnen a diario en el hospital de Uyapar donde está García. Dicen estar pendientes no solo de su salud -si necesita insumos, medicinas o sangre- sino de su seguridad.

Hernández, en entrevista al frente del hospital, añade: «García es un muchacho muy bien preparado, que no está contaminado, que viene de ser un luchador social y cae bien a los trabajadores».

Y esa condición, apunta José, lo vuelve un «objetivo de las mafias que matan para mantener su negocio».

Fuente: bbc.co.uk


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