El ‘efecto Navarro’ y los dilemas del elector opositor

A cuatro semanas del 12 de octubre, la duda parecería ser el estado de ánimo de una mayoría de electores opositores. El tan esperado “cisne negro”, es decir la aparición de un evento no previsto, pero con gran impacto en los sentimientos de los ciudadanos, que algunos creían que podía afectar al presidente Evo Morales y reequilibrar el escenario electoral, acabó más bien impactando al candidato opositor que ocupaba el segundo lugar en las intenciones de voto que reflejan las encuestas.

imageLa Razón / Armando Ortuño

Samuel Doria Medina y Jaime Navarro. Foto internet.



A cuatro semanas del 12 de octubre, la duda parecería ser el estado de ánimo de una mayoría de electores opositores. El tan esperado “cisne negro”, es decir la aparición de un evento no previsto, pero con gran impacto en los sentimientos de los ciudadanos, que algunos creían que podía afectar al presidente Evo Morales y reequilibrar el escenario electoral, acabó más bien impactando al candidato opositor que ocupaba el segundo lugar en las intenciones de voto que reflejan las encuestas.

No se necesita ser muy perspicaz para intuir que el “efecto Navarro” tendrá un costo para la candidatura del empresario Samuel Doria Medina, de la alianza opositora Unidad Demócrata (UD), pero hay incertidumbre sobre la dimensión de esta erosión y los posibles escenarios de recomposición que esto pueda generar. Hay que ser, sin embargo, cuidadoso pues existen estudios que relativizan el impacto de los escándalos en el comportamiento político, las decisiones electorales de los ciudadanos no dependen nunca de un solo factor, y son producto de percepciones y actitudes con relaciones complejas. Es posible que el impacto electoral de un evento como el que afectó a Doria Medina en las últimas semanas sea leve si sus votantes potenciales consideran que hay otros temas más relevantes a la hora de decidir su voto o si no identifican una candidatura viable a la que puedan transferirle su apoyo. Muchos electores opositores tienen quizás un dilema entre “lo que quisieran hacer” y lo que “suponen que deben hacer” con su voto.

ESCENARIOS. Ante tal incertidumbre, y pese a que todos dicen descreer de ellas, la próxima oleada de encuestas será paradójicamente muy importante, no solo para dilucidar el tamaño del “efecto Navarro”, pero sobre todo porque serán utilizadas por unos y otros como señales para los votantes opositores sobre lo que es “correcto hacer”, en la esperanza de concentrar in extremis el “voto útil” opositor en una sola fuerza política, de manera que ésta se acerque a la votación histórica de la centro derecha, ubicada en el rango del 2530%, que dificulte —de yapa— los dos tercios que el gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS) se ha planteado superar en los comicios del 12 de octubre.

OPOSITORES. Una revisión de datos de opinión recientes sugiere que una gran parte del “voto duro” de las oposiciones de centro-derecha estaría dispuesto a apoyar tanto a Samuel Doria Medina como al expresidente Jorge Quiroga en la medida que esto suponga poner límites a la victoria del oficialismo, siendo ese uno de los objetivos principales de ese segmento social.

Por tanto, aunque los recientes sucesos hayan inquietado a muchos de los posibles electores del empresario industrial de UD, es posible que ese apoyo se mantenga por razones estrictamente tácticas, al no percibir que las posibilidades de crecimiento de Quiroga, postulante del Partido Demócrata Cristiano (PDC), sean reales y porque lo que es prioritario en este momento es ponerle frenos al MAS, más allá de otras consideraciones éticas o estéticas.

En consecuencia, tanto Doria Medina como Quiroga estarían en un momento crítico de sus campañas, el primero intentando mantener a toda costa su 17-19% en las intenciones de voto, y el segundo acelerando el paso para demostrar que sus opciones para aglutinar el voto opositor son reales y buscando acortar significativamente la distancia en intención de voto que le separaba del candidato de UD. El que se sienta más fuerte apelará, en los últimos días de la campaña, al “voto útil” y a la “unidad”, esperando que el pragmatismo anti-evista del elector opositor se imponga y le permita constituirse en la principal oposición al Gobierno después del 12 de octubre.

En este juego, el elector dubitativo precisa de elementos que le ayuden en su decisión, los resultados de los sondeos y los argumentos persuasivos de los líderes de opinión afines al sector podrían cumplir ese papel en las siguientes semanas.

El dilema puede, sin embargo, complicarse aún más si ninguno de los candidatos logra imponerse con claridad, y, al contrario, empatan en torno a un 10% de intenciones de voto. Vaya suspenso.

(*) El autor es analista de sociométrica