Yihad, extremismos y Democracia

Buby

Juan Francisco Gonzales Urgel

En días pasados el mundo presenció atónito la ejecución de los periodistas estadounidenses James Foley y Steve Sotloff por parte del Estado Islámico (EI), organización terrorista cuya brutalidad -que incluye asesinatos en masa, secuestros de minorías religiosas y decapitaciones- ha dejado al menos 1.700 muertos y un millón de personas desplazadas y sin hogar.



La historia de este grupo no difiere mucho de las de otros -alauita, sunita, chiita- que alternativamente se alzan desde las inacabables guerras tribales, proclamando su intolerancia, y productos de una ancestral visión del mundo desde una perspectiva maniquea que confunde lo político con lo religioso. De hecho, los miembros de EI, autoproclamados como los únicos creyentes reales, justifican sus actos con los versos del Corán. Para algunos la palabra árabe yihad es sistemáticamente traducida como ‘guerra santa’ y para otros, significa “esfuerzo” (en el camino de Dios).

Al-Yihad

En 2002 Abu Musab al-Zarqawi, un jordano, creó el grupo radical Tawhid wa al-Jihad un grupo sunita históricamente enfrentado con los chiitas. Muerto el fundador, en 2010, Abu Bakr al-Baghdadi se convirtió en el nuevo líder. En 2013 el yihad se unió a la rebelión contra el presidente sirio, Bashar al Asad, y ahora controla las ciudades de Mosul, Tikrit, Faluya y Tal Afar en Irak, y Raqqa en Siria, campos de petróleo, represas, carreteras y límites fronterizos. Abu Bakr también fusionó las milicias en Irak y Siria con el nombre de Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés). Posteriormente ISIS cambió su nombre al de Estado Islámico (EI) y declaró la creación de un califato dirigido por un líder político-religioso (Abu Bakr al-Baghdadi), de acuerdo con la ley islámica o sharia, que pretende el apoyo total del mundo musulmán.

Advertencias para el mundo

Actores y observadores de la zona en conflicto -como Arabia Saudita- advierten que, de no ponerse atajo, el fenómeno político pronto llegará a Europa y EE.UU. El monarca de Riad sostuvo que el grupo en “un mes estará en Europa y en otro en Norteamérica”. Analistas equiparan a ISIS  con el fenómeno nazi, mientras otros temen que éste sirva de unificador de antiguos adversarios de Occidente en la región.

El jefe del Estado Mayor conjunto de EE.UU., Gral. Martin Dempsey estima que para detener el avance de EI en Siria e Irak «se requiere una variedad de herramientas, de las cuales los ataques aéreos son sólo una pequeña parte». Mariano Aguirre, del Norwegian Peacebuidling Resource Centre opina que «Pensar que la solución contra EI es una intervención militar de Estados Unidos y Reino Unido con otros aliados es equivocado y de corto plazo». No falta quien teme que fortalecer militarmente a algún grupo contrario redundaría en tener, en éste, el enemigo a enfrentar en el futuro. «Lo que se precisa» –considera también Aguirre- «es fortalecer Estados inclusivos, no promover más grupos armados».

La presencia de grupos terroristas en Europa, tales como IRA (Ejército Republicano Irlandés), ETA (Euskadi Ta Askatasuna, “Patria y Libertad Vasca”), no es una novedad. Tampoco lo fueron en América del Sur, donde las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias) de Colombia, Sendero Luminoso en Perú, y varios otros grupos fundamentalistas cuyos instrumentos de acción derivados de una propia ética que se justifica a sí misma por la supuesta superioridad del objetivo final (religioso), antepusieron sus ideas a la vida humana individual y colectiva. Surgieron caudillos que aprovecharon las democracias en transición y las debilidades institucionales para borrar la línea entre lo político y lo religioso, ora cabalgando una reivindicación necesaria, ora intercalando mitificaciones en torno al culto de la personalidad.

Pero como lo demuestra la historia, si nacieron y crecieron en torno a un problema no resuelto por las instituciones democráticas, menguaron o murieron cuando éstas lo enfrentaron con valor y de cara abierta a la sociedad. Es decir, con más y mejor Democracia,

Ya Jesús dejó establecido que «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».