Francisco Faig*El domingo 26 de octubre hay una elección muy importante en el continente: el balotaje presidencial en Brasil. Pero también, menos notoria, está la elección de parlamento y presidente en Uruguay.Todas las encuestas de opinión señalan en Montevideo que lo más probable es que se acabe el ciclo de mayorías absolutas parlamentarias que caracterizaron a estas dos administraciones de gobiernos de izquierda con el Frente Amplio en el poder (2005-2010 y 2010- 2015, con Tabaré Vázquez y José Mujica como presidentes respectivamente). Se retomará así con una vieja tradición nacional que impone acuerdos entre partidos distintos para alcanzar mayorías que aseguren cierta gobernabilidad al presidente. En general, los analistas más optimistas en favor del Frente Amplio le calculan unos 48 diputados, cuando la mayoría absoluta en la Cámara Baja requiere 50 diputados. Y los más pesimistas, calculan unos 43 diputados para la izquierda.Lo cierto es que una elección que parecía sencilla de resolver en favor del Frente Amplio, con Vázquez como candidato presidencial experiente y sobrio, aparece como un ejercicio bastante más complicado de lo previsto. Parte de la explicación está en los movimientos de los partidos opositores, que en estos años han procesado renovaciones muy importantes en sus cuadros dirigentes.En particular, el Partido Nacional, que desde 2004 es el partido que llega segundo en cada elección nacional, presenta un candidato presidencial removedor: Luis Lacalle Pou. Con 41 años, ganó con luz el proceso de elección interna de su partido en junio pasado. De estirpe política innegable – su padre fue presidente entre 1990 y 1995 y su bisabuelo fue principal figura política en toda la primer mitad del siglo XX y hasta 1959 -, supo forjarse un camino de liderazgo propio que terminó sorprendiendo fuertemente a analistas y competidores.Por otro lado también, el Partido Colorado, histórico protagonista del poder en el Uruguay, ha procesado una fuerte renovación generacional que se inició en 2005. Hoy conduce el partido un líder probado, Pedro Bordaberry, que ha siempre mejorado los resultados electorales colorados desde aquel desastroso 10% de votación de 2004. Finalmente, una izquierda socialdemócrata representada en el Partido Independiente puede terminar siendo, con un apoyo menguado del 3% del total de votantes, el fiel de la balanza que se trasforme en gran protagonista de acuerdos parlamentarios que otorguen mayorías para el próximo período de gobierno.En este escenario, la campaña electoral ha girado en torno a los grandes problemas de los uruguayos: seguridad y educación. El rumbo económico en sus líneas esenciales parece mantenerse sea quien fuere que termine gobernando a partir del 1° de marzo de 2015. En el caso de Vázquez, ha dicho ya que su ministro de economía será Astori, que ya lo fue en 2005. En el caso de Lacalle Pou, su ministra será una mujer de 44 años a quien todos reconocen grandes aptitudes técnicas en los cargos ya ocupados en la administración pública. Si bien hay matices impositivos y presupuestales entre una propuesta y la otra, las grandes diferencias no están en la economía. Ellas se encuentran en realidad en los planteos para avanzar en una mejor cobertura de educación pública y, sobre todo, en mejorar la situación de inseguridad pública en la otrora tranquila comarca uruguaya.Lo cierto es que con estas expectativas electorales todo el mundo adelanta un balotaje presidencial, previsto para el 30 de noviembre. La constitución de 1997, que prohíbe la reelección inmediata del presidente de la República, exige también que sea electo por más de la mitad de los votantes. Así las cosas, las elecciones del 26 de octubre definirán la conformación del Parlamento, que seguramente no contará con mayorías absolutas, y dirá también, de acuerdo a lo que señala el consenso de distintos analistas, que al balotaje acudirán el veterano candidato de la izquierda – 74 años – y el joven candidato del Partido Nacional.El Uruguay tiene la tradición democrática más sólida del continente. En estos años de gobierno del Frente Amplio hubo en la izquierda una fuerte tentación populista en la que cayó, a veces, el actual presidente Mujica, y sobre todo una parte importante de la vieja izquierda más radical. Las elecciones de octubre y noviembre, con sus decisiones y sus grandes arbitrajes en torno a apoyos electorales sectoriales dentro de la izquierda, definirán cuestiones de fondo para el país. De por medio hay grandes tareas a emprender en aspectos claves para el desarrollo – infraestructura, educación y seguridad – pero también grandes rumbos a definir en cuanto al modelo de convivencia democrático. A nadie escapa la importancia de lo que ocurrirá, el mismo día, en Brasil, cuando se enfrenten dos modelos muy distintos de definiciones de pluralismo y gobernabilidad. Seguramente, tendrá también su influencia en el pequeño Uruguay.*Catedrático asociado de Historia, Política y Sociedad en la Universidad ORT. Editorialista de El País de Montevideo, Uruguay