Antón Toursinov*En su ánimo por arropar poderes, el Gobierno ruso presenta una imagen de la gestión de Putin distinta a la que revelan los índices sobre su paísEn los últimos meses se ha intensificado la propaganda en favor del presidente ruso Vladimir Putin en todo el mundo. América Latina no ha sido la excepción. A comienzos de 2014, distintos medios escritos latinoamericanos dedicaron sus espacios al unísono a la alabanza de Rusia, de su presidente y —¡qué barbaridad!— de su economía. Es evidente que solo en dos casos se puede elogiar a un régimen tan aberrante como el de Putin en un país sometido al autoritarismo y a la falta de libertades como lo es Rusia: por ignorancia o por encargo.Para analizar qué es lo que pretende Rusia en América Latina —con su presidente Putin a la cabeza—, es necesario analizar la posición interna de este político en su país y, en segundo lugar, buscar de manera objetiva el verdadero lugar de Rusia en el mundo.Desde el año 1999, cuando el entonces presidente Boris Yeltsin (1991-1999) renuncia a la presidencia de Rusia y la “hereda” Putin, el exagente del servicio secreto soviético asume el poder mientras comienza con la aniquilación de las bases republicanas del Gobierno. Y qué ironía: el país cuyo nombre oficial es Federación de Rusia, de federación no tiene absolutamente nada.Putin, este personaje de la misma estatura que Adolf Hitler y Iósif Stalin, ha traspasado la delgada línea que separa a un régimen autoritario de uno totalitario. De hecho, el mandatario ruso está en la recta final para llegar a este punto de su dictadura que cuenta con el “apoyo de la mayoría”. El populismo, la manipulación de las mentes débiles de sus súbditos y las desmedidas ansias por lo que él llama “restablecer el poderío de Rusia en el mundo”, han contribuido a su aspiración enfermiza al poder absoluto.Es muy fácil manipular la mente de un público acechado por sus propios problemas locales y que poco sabe de aquel país tan lejano y exótico.Lo propio hace Rusia con sus vecinos. Las acciones de los terroristas, enviados y apoyados por Kremlin, en el sudeste de Ucrania —en las regiones obreras-proletarias de Donetsk y Lugansk— se sostienen en el terror que imponen a la población y en los asesinatos de los defensores de su patria, Ucrania. Sus acciones ya han desatado una ola de secuestros de periodistas, políticos, empresarios, observadores de la Organización para la Cooperación y Seguridad en Europa (OSCE), entre otros. Ni mamarrachos del referéndum sobre la independencia de estas regiones, ni las elecciones en sus “órganos de Gobierno” —organizadas por los terroristas impostores autoproclamados “Gobiernos de Donetsk y Lugansk”—, han podido convencer al mundo de la legitimidad de los actos de Putin y su camarilla.Eso sí, entre los rusos Putin ha llegado a tener los índices de popularidad por las nubes. Esto demuestra, en primer lugar, una total incapacidad de razonar de gran parte de la población —que es tratada como si fuese parte de un rebaño— y, en segundo lugar, los niveles de populismo y demagogia que él representa. En paralelo, el Gobierno ruso ha lanzado desde marzo una campaña para clausurar prácticamente todos los medios de comunicación opositores y está intentando callar hasta cuentas de Twitter, blogs, y otros medios electrónicos, con constantes amenazas de cierre o prohibición, bajo pretexto de no cumplir las leyes que aprueba el Parlamento a medida del presidente ruso.Básicamente, la idea de toda la publicidad positiva que reciben Rusia y Putin en el mundo consiste en repetir las mentiras de lo estable que es la economía rusa, resaltar la grandeza de Putin —porque “se opone a la hegemonía de EE.UU. y de Occidente”—, y bregar para que los empresarios rusos arriben al continente americano a rescatar las economías. En fin, un exceso de fantasías por centímetro cuadrado. Claro, es muy fácil manipular la mente de un público acechado por sus propios problemas locales y que poco sabe de aquel país tan lejano y exótico.En primer lugar, cualquier persona que de verdad se interese por Rusia, su economía y su situación política, por el interés de buscar inversiones, debe conocer con precisión que no tiene una economía estable ni es un país “salvador” de nada, ni de nadie. Para comprobarlo, se puede recurrir a los numerosos índices que se presentan cada año sobre múltiples aspectos políticos, sociales y económicos de cada país del mundo. Y, por cierto, todos estos índices son demonizados por la propaganda rusa porque desmienten lo que con tanto esmero se crea en las mentes débiles, sobre todo de los propios rusos.Por ejemplo, los últimos estudios sobre la libertad económica y sobre la percepción de la corrupción, realizados por Heritage Foundation y Transparency International ubican a Rusia entre los estados fallidos en esas dos áreas de estudio, respectivamente. En ambos casos, por ejemplo, Guatemala está mejor evaluada que Rusia: en el primer índice, este último país se encuentra en el lugar 139 (de 171) bajo la categoría de “economía controlada”, mientras Guatemala está en el puesto 85, calificada como una economía moderadamente libre. En el segundo ranking, Rusia está en el lugar 127 de 177, como uno de los países más corruptos del mundo. Y todo eso a pesar de tener uno de los PIB más altos del mundo.Otro estudio que hay que tomar en cuenta a la hora de “hacer amistades” geopolíticas y de inversión es el Índice Global de la Paz. Según la organización Vision of Humanity , que realiza y distribuye esta investigación, Rusia resulta ser uno de los Estados menos pacíficos en el mundo (lugar 152 de 162), justo antes de Corea del Norte y a la par de otros países tan distinguidos como Irak, Afganistán, Pakistán, Sudán o la República Centroafricana.Los Gobierno latinoamericanos se han rendido a los pies de uno de los líderes autoritarios más prominentes del siglo XXI. Sin dudas, esta actitud predominante en la región no solo dice mucho de la estrategia de Rusia para retornar a sus épocas de grandeza, sino que la recepción positiva que ha formado a su alrededor confirma una actitud tolerante con sus ambiciones.*Doctor en Filología, coordinador de los posgrados en Lingüística en la Universidad Francisco Marroquín de GuatemalaPanAm Post