Renovación o cambio organizativo

María Teresa Zegada*int-61969Como en ningún otro momento hasta ahora, después de casi 20  años de vida política, y cerca de 10 de ejercicio del poder, el Movimiento Al Socialismo (MAS) comienza a mirar  sus propias entrañas, asumir una autocrítica pública y establecer la necesidad de una renovación.Las inesperadas derrotas electorales en municipios importantes en las elecciones subnacionales, han removido las estructuras internas del MAS. La primera reacción fue repartir culpas entre quienes decidieron llevar  candidaturas perdedoras, luego reconocer que hubieron gestiones deficientes y corruptas y, en consecuencia, un voto castigo de la población. Lo cierto es que con esos argumentos la autocrítica es superficial y poco productiva, pues, aparentemente, la solución pasa por la renovación de líderes y ser más cuidadosos con la gestión, pero esto no resuelve la crisis interna que se ha desencadenado.La vida orgánica de un partido involucra aspectos que pasan desapercibidos hasta que se convierten en problema, y los problemas se revelan en momentos críticos, en medio de tensiones de poder. Las elecciones revelaron problemas en el partido gobernante a la hora de seleccionar candidatos, tomar decisiones, realizar campañas y administrar los resultados, causando «preocupaciones” en la cúpula partidaria.La complejidad organizativa del MAS acumula tensiones de diverso origen, debe lidiar con los clásicos problemas de las organizaciones políticas, como el caudillismo insustituible que centraliza el poder de manera extrema en un liderazgo carismático; la «ley de hierro de la oligarquía”, asentada sobre una coalición dominante  que maneja las decisiones estratégicas del partido y monopoliza los conductos del poder, inhibiendo el pluralismo interno;  las tensiones entre «viejas” y «nuevas” generaciones y/o entre  personalidades con poder;  la falta de institucionalización interna y cumplimiento de reglas.A ello se suman tensiones que provienen  de sus particularidades organizativas, de la sobreposición de estructuras sindicales a las partidarias que operan con lógicas organizativas propias y conviven con la precaria edificación partidaria; grupos de poder que dirimen disputas internas, amparadas en su poder sindical y en vinculaciones directas con el líder; la imposición de decisiones y sanciones sobre la disidencia, que recaen sobre quienes piensan o asumen posiciones críticas.No dejan de sorprender las tensiones  acontecidas en Shinahota -corazón del proyecto evista-  en la selección de candidatos entre las bases sindicales y la imposición partidista  y, más adelante, con el castigo sindical a quienes triunfaron junto opciones partidarias distintas (UNICO).Desde el inicio de la gestión de Gobierno se habían revelado corrientes internas, a partir de identificaciones ideológicas como el indigenismo, el nacionalismo y el  socialismo, pero estas han  ido decantando y se han articulado de distinta manera a factores de poder, como el peso de ciertas organizaciones,  personalismos o el monopolio de espacios y recursos de poder.En general, hay una clara reconfiguración organizativa, cambios en la composición interna, el debilitamiento de su matriz originaria, y una administración  arbitraria y vertical de los poderes internos y externos.De ahí que quienes no han seguido a pie juntillas estos lineamientos se han ido desgajando del «proceso de cambio”. Así se han desvinculado sectores sociales, como el movimiento indígena que luchó por la preservación del Tipnis o personajes individuales que han sido echados o se han apartado desde los primeros años, como  Filemón Escóbar o Román Loayza, y hasta hace pocas semanas, como Rebeca Delgado o Eduardo Maldonado.El problema no se reduce, entonces, sólo a la renovación de liderazgos, sino a transformar una forma de hacer política que ha impregnado este proceso que enarboló la profundización de la democracia.*SociólogaPágina Siete – La Paz