Un defensor del statu quo de nombre Evo

Gonzalo Mendieta RomeromendietaEvo no es ahora “de derecha”, como le enrostran los que usan esa coartada para desmarcarse del MAS -o del delirio incondicional con que lo festejaban- sin mea culpa. Aunque el MAS ha tenido una metamorfosis en estos 9 años, es un exponente del nacionalismo latinoamericano de izquierda, con los toques acomodaticios del caso.Pero ocurre que en dos experiencias recientes, el Presidente actuó como defensor del statu quo, preocupado -hasta en su esfuerzo por negar los hechos- de que le muevan las fichas en el tablero. Es que desde el trono el estado de cosas era muy grato como para tolerar que fuera cambiado. Las dos experiencias de las que hablo son, primera, la intervención del Presidente en la Cumbre de las Américas y, segunda, su reacción por los resultados de las elecciones “subnacionales”.En la Cumbre de las Américas, Raúl Castro dio un discurso para preservar la tradición de izquierda de la que Cuba es abanderada. A la vez, quiso enlazar esa tradición con su acercamiento a los EEUU, para legitimarlo sin humillaciones. Este propósito fue conseguido, pues los cubanos -ellos sí- ostentan una política exterior razonada y propia.En cambio, por culpa del coqueteo cubano-americano, Evo fue un francotirador de escaso cálculo, aunque eludiera lacerar a sus compadres de la Isla. Morales expresó en Panamá -y repitió acá esta semana- que EEUU intenta dividir al ALBA con palo a Venezuela y zanahoria a Cuba. No hay que ser el detective Poirot para colegir, entonces, que Evo estuvo al borde de sugerir que Cuba le hizo el juego a Obama, en perjuicio del ALBA.Evo demostró en Panamá cuánto adora el statu quo americano: gringos al frente, cubanos y venezolanos al lado, mimados -o soportados- por los demás. Ni muestras dio de enterarse de que, además de Cuba, Dilma Rousseff archivó su enfado con EEUU y anunció una visita a Washington D.C. Y aunque Choquehuanca ha reabierto estos días el diálogo con los norteamericanos, sus fracasos en esa materia impiden presagiar un final distinto esta vez.Incluso en el papel de paladín del statu quo, Evo solo atinó a lamentar que le meneen el acuario en que se mueve como pez. Porque llamar a la dirección cubana al orden hubiera sido riesgoso. Al final Evo sabe que, prestigio contra prestigio, los cubanos ganan. Y así, Morales como custodio del statu quo quedó sellado en la impotencia de su discurso doliente y acusatorio, que en estos trances son sinónimos.Por lo demás, el Presidente remató su presencia con candor, al exigirle al imperio que deje de serlo (sí, claro, cómo no). Y los cultores de Lenin salieron decepcionados. Evo quedó en posición semejante a la de la cofradía de la derecha latinoamericana -y de Miami-, que alberga la esperanza de que la redima un presidente republicano en la Casa Blanca.Ya en el frente nacional, la elección de gobernadores y alcaldes reveló datos útiles para quienes tienen a la política como modus vivendi. Porque hubo ligeros movimientos de la placa tectónica nacional, pero no sismos. La democracia permite pues “oír el ruido del corpus social”, para usar la frase de un idolatrado por el masismo.Un político como Evo debiera andar ansioso de abordar esos hechos con una respuesta política. Pero, para desilusión de la barra, Evo en público estuvo solo interesado en consolarse con su aritmética de las alcaldías ganadas por el MAS o con las frases de algún asesor en ese ingenio que los sajones llaman sound bites (como éste: “¿si el MAS perdió, quién ganó?”).Como en la arena internacional, Evo lució cómodo en la perorata de la detracción: la derecha al frente, la izquierda, los pobres y los indios a mi lado. Ni un reflejo ante los cambios sucedidos o probables; más bien se vio a un abogado del statu quo, engreído y habituado a que el mundo le sonría.Y al repasar con modorra esas lindezas, recordé la frase de Metternich que cita Kissinger y dice más o menos así (salvando las distancias): “Napoleón ha sido muy bueno avanzando, veremos si sabe hacer lo mismo cuando le toque retroceder.”El Día – Santa Cruz