Al final sólo quedará Jimmy

Diego-Ayo1Diego Ayo SaucedoYa sabemos lo ocurrido con Amalia Pando y John Arandia. Ya antes fue con otros periodistas. Todos fuera, o salen o sus medios se quedan sin publicidad gubernamental. No hay duda de que la cosa es absolutamente anti-democrática.¿Sorpresa? Para nada, no olvidemos nunca que la mente estalinista de García Linera coordina estas acciones. La consigna es clara: o se quedan callados como opas o hablan del hermano Evo como si de una deidad terrena se tratase, recibiendo recursos estatales, o se convierten en héroes… ¡pero héroes yescas! La disyuntiva no es sencilla.Pero el Gobierno ayuda con su amedrentamiento a los mejores –no hay duda que los periodistas afuereados son los mejores o algunos de los mejores-, a que el resto se acople.Hace que la elección entre la cooptación consciente pero rentable o la dignidad con los valores mediáticos en medio de la pobreza, sea simple pues el razonamiento no es menos simple: “ucha che si se han atrevido con la Amalia, no hay quien se ponga al frente”…¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿No es para morirse de pena y vergüenza? Conviene hacer un recuento histórico de lo sucedido para comprender este momento de represión mediática. Este momento de victoria total de Evo Morales.Un primer momento se caracterizó por ser un momento discursivo (2005 en adelante), en el que el presidente Morales señalaba sin rubor (lo que era correcto, en gran parte) que “los medios son los peores enemigos del Gobierno”. Fue un momento de declaración de guerra.Con ese sentido, un segundo momento fue propiamente político-mediático (2006 en adelante): se diseñó una estrategia gubernamental de copamiento mediático, cuyos rasgos fueron (y son): quitar la publicidad a los opositores, evitar que los periodistas de medios “enemigos” obtengan información oficial, utilizar los canales oficiales de modo propagandístico y, como corolario, comprar medios privados usualmente críticos contra el Gobierno, como efectivamente sucedió con ATB, La Razón y/o PAT.Un tercer momento puede ser entendido como el momento político contra las élites de la media luna (2008-2009). Se distinguió por expropiar tierras, boicotear la gestión prefectural de la media luna y/o meter juicios contra líderes opositores.En todos estos casos es evidente que los mismos empresarios afectados por estas medidas, son quienes poseían medios de comunicación privados, los que empezaban a verse (auto)constreñidos en sus mensajes. Vale decir, este momento no tuvo un sello propiamente mediático pero si empresarial.Se puso a los empresarios regionales de los departamentos de oposición en la disyuntiva de velar por la región o hacerlo por sus billeteras. La opción fue clara: las élites regionales perdieron en 2008 el Referéndum Revocatorio y con ello sus ínfulas regionalistas, recordando que los intereses corporativos empresariales (mediáticos) estaban por encima de aquellos regionales.Un cuarto momento es el de la legalización mediática (2009 en adelante), entendiéndose por ello la posibilidad de reglamentar el control gubernamental de los medios.Se intentó hacer eso con a) la nueva Constitución, que rezaba que la “información debe ser veraz”, sin que se dijera quién iría a definir esa veracidad, b) la modificación de la nueva Ley de Imprenta, cuyo eje estuvo centrado en legislar los “excesos” mediáticos, c) la Ley contra el Racismo, que estableció una cláusula de penalización de aquellos medios “racistas”.Dada de la falta de especificación sobre lo que debería entenderse por “noticias racistas”, se preserva(ba) una aureola de ambigüedad, absolutamente útil para dejar una sensación de miedo.Se dio inicio a la auto-censura, d) la Ley Electoral que llevó a reglamentar los espacios publicitarios electorales en un sentido claramente anti-democrático: no se puede publicitar nada que tenga que ver con la elección judicial y e) la Ley de Telecomunicaciones, que reglamenta que desde 2016 los espacios mediáticos –el uso de las frecuencias- corresponderá soló en un 33% a los medios empresariales privados, 33% a las comunidades y 33% al Estado.Un quinto momento, como correlato de eso, es el momento psicológico de ‘decapitamiento’ de algunas cabezas clave (2015 en adelante, aunque ya hubo ejemplos anteriores).Comunicadores de enorme peso y gran prestigio terminan relegados, desde Humberto Vacaflor, Carlos Valverde, Raúl Peñaranda, Amalia Pando, Andrés Gómez, dejando en claro que quien no se somete, y quien critica, acaba mal. Aquí estamos.¿Qué sigue? Pues empezamos a atestiguar un último momento –efecto de los momentos previos- de re-institucionalización plebiscitaria. Se quiebra la institucionalidad mediáticaAsí como se puentea a las asambleas legislativas y/o partidos políticos, se hace lo propio con los periodistas. Se los elude. No es pues el paso de una democracia partidaria a otra mediática, sino de una democracia relativamente institucional a una democracia plebiscitaria. El presidencialismo mediático como rasgo final. Sólo él habla y nadie discute.¿Qué viene? Los ejemplos revolucionarios del continente no son muy auspiciosos. Siempre se puede ir a peor –lo que lamentablemente parece ser el escenario más probable-, con más cierre de medios como en Venezuela y/o apariciones diarias en cadena de su presidente, o con más amedrentamiento presidencial con medidas penales como en Ecuador, donde se encarcela hasta a quienes hacen sátira del primer mandatario. ¿Hay contra-ejemplos de reversión democratizadora? Aún no los conocemos. Los briosos gobiernos del cambio se parapetan firmes (inclusive el mismo Maduro ganaría las elecciones presidenciales si la oposición no se une), invisibilizando los posibles caminos de re-democratización que se deben y deberán ir dando poco a poco.Lo único que queda claro es que el estado actual de las cosas, no es digno de un proceso que se auto-denomine de cambio. Esto es simplemente autoritario y hay que intentar revertirlo.El Deber – Santa Cruz