El inicio de una gran negociación

PAGNICarlos PagniAl cabo del lentísimo escrutinio de las primarias de ayer, quedó configurado un panorama que obliga a corregir las impresiones iniciales. Daniel Scioli emergió fortalecido, con el 38,5% de los votos. Cambiemos consiguió el 30%. Allí Mauricio Macri, con un riesgoso 24,2%, se impuso sobre Ernesto Sanz y Elisa Carrió.Scioli no consiguió lo que soñaba. No pudo pasar la barrera del 40% ni superar a Cambiemos por más de 10 puntos. Pero, si se lo mide en relación con Macri, a quien aventajó por más de 14 puntos, sus posibilidades son considerables.Macri está ante un enorme desafío. Debe dejar de ser el líder de un partido personal para representar a una coalición compleja. Eso implica otra estética y, sobre todo, otro discurso. En el mensaje y la escenografía que presentó anoche dio a entender que sabe cuál es su problema. Primero, retener los votos de Sanz y Carrió. Después, inducir a una polarización que seduzca al 20,6% que se inclinó por Sergio Massa y José Manuel De la Sota, y al 3,5% de Margarita Stolbizer.La variable principal de la disputa de poder radica en esos electorados. ¿Cuál es, para ponerlo en términos de Mao, su contradicción principal? ¿Qué rechazan más? ¿Al oficialismo o a Macri? El candidato de Cambiemos tiene un déficit para inclinar en su favor este dilema: carece de una caracterización de Scioli que presente a su rival como la continuidad de Cristina Kirchner. Puesto en otros términos: la fractura que se abrió a favor y en contra de la Presidenta, no alcanza a Scioli.Scioli complicará a partir de ahora esa tarea de Macri. Promete «salir del clóset». Es decir, mostrar con mayor claridad sus diferencias con el Gobierno y con su estilo. Los resultados de ayer lo obligan más a hacerlo. Scioli tuvo un desempeño muy aceptable en lugares inesperados. Por ejemplo, ganó en Santa Fe. Y en Mendoza quedó sólo tres puntos detrás de Cambiemos, que contaba con la ventaja de incluir a Ernesto Sanz. En contraste, el candidato del Gobierno hizo una elección mediocre en su propia provincia. No alcanzó el 40%. Y quedó asociado a uno de los oficialistas con peor imagen: Aníbal Fernández, quien se impuso como candidato a gobernador sobre Julián Domínguez. De modo que los números aconsejan a Scioli a precipitar ahora lo que pensaba hacer en caso de llegar al gobierno. Asociarse a los peronistas competitivos del interior, del estilo Omar Perotti, que son los más moderados. Y alejarse del kirchnerismo duro que predomina en su propio territorio. La derrota de Máximo Kirchner en Santa Cruz simboliza esta tendencia. Dicho en una síntesis: Scioli debe demostrar que él también representa un fin de ciclo.La contracara de este fenómeno es la novedad más llamativa de las elecciones de ayer: la buena performance de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires. Obtuvo un 29,34%. Más que Macri. También más que Massa, que cosechó en la provincia que lo vio ganar en 2013 el 18% de los votos.Massa vuelve a ser la incógnita. Sus intendentes necesitarán asociarse a un candidato más competitivo para no perder el sillón a manos de un candidato kirchnerista. ¿Habrá una asociación «logística» con Cambiemos? Es decir: ¿Dará de baja Macri a algunos de sus candidatos locales, a cambio de que los alcaldes del massismo repartan su boleta? Massa y De la Sota quedaron como árbitros. Y el desafío del periodismo será detectar lo que conversen con Scioli y con Macri. Porque en la política argentina, en sus partidos y en el propio electorado, se ha abierto una gran negociación.La Nación – Buenos Aires