Identificado un segundo estudiante desaparecido de Ayotzinapa

Jan Martínez Ahrens



Un familiar de Jhosivani Guerrero con su retrato en una marcha. / Pedro PARDO (AFP)



Tiene 20 años, se llama Jhosivani Guerrero de la Cruz y acaba de dejar el mundo de los desaparecidos de Ayotzinapa para entrar en el de los muertos. Su identificación, lograda por el laboratorio genético de la Universidad de Innsbruck (Austria), fue anunciada esta tarde por la procuradora general de la República, Arely Gómezmericanos. Se trata del segundo normalista cuyos restos han sido reconocidos mediante pruebas genéticas. El primero fue Alexander Mora Venancio, de 21 años. Pero aún quedan otros 41, y un año después de la tragedia, los expertos consideran extremadamente difícil que se consigan muchos más avances por esta vía.

Martina de la Cruz, madre del normalista desaparecido Jhosivani Guerrero de la Cruz / SAÚL RUIZ

El logro, en todo caso, supone un pequeño respiro para el Gobierno. La versión oficial sostiene que los normalistas, tras su detención por la Policía Municipal en Iguala, fueron entregados al cártel de Guerreros Unidos. Sus sicarios, en una cadencia bárbara, los mataron y quemaron en el basurero de la vecina Cocula. Luego, para eliminar cualquier prueba, arrojaron sus restos en bolsas de basura al río San Juan. Una de estas bolsas fue recuperada por los agentes y ha permitido los análisis genéticos.

Esta reconstrucción ha sido puesta en duda por las familias. El hecho de que ningún hueso recuperado en el vertedero de Cocula haya servido para las pruebas genéticas ha aumentado sus sospechas. Unas dudas que la semana pasada se dispararon cuando un perito internacional, avalado por un grupo de expertos de la Organización de Estados de Americanos (OEA), concluyó que no había evidencia de que se hubiese registrado fuego en el basurero.

Ante esta andanada, el Gobierno mexicano reaccionó con cautela. Consciente de la volatilidad emocional del caso y en vísperas de una reunión del presidente Enrique Peña Nieto con los padres, decidió seguir las recomendaciones de los expertos de la OEA, ampliar las líneas de investigación y permitir un nuevo peritaje del basurero. Pero su credibilidad había quedado dañada.

Ahora, con la segunda identificación, ve fortalecerse su tesis. Pero se trata de un logro de alcance limitado. Los especialistas de Inssbruck consideran muy difícil conseguir más identificaciones. Las temperaturas de 1.600 grados alcanzadas durante la quema de los cadáveres han destruido el ADN de la mayoría de las 17 piezas óseas enviadas al laboratorio austriaco.

Ahora está por ver la acogida que da el colectivo de padres al anuncio. El perfil familiar de Jhosivani Guerrero, apodado El Coreano por sus ojos rasgados, se corresponde al de muchos otros normalistas: campesinos pobres que tienen en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, su única puerta a un mundo laboral digno. El centro ha sido un caladero histórico de la izquierda radical y ha vivido como pocos las convulsiones de Guerrero. Un Estado paupérrimo y marcado por el estigma de la violencia, que en los años setenta sufrió una salvaje guerra sucia. La memoria de esta represión, amparado por las estructuras estatales y con cientos de desapariciones, aún pesa entre los muros de Ayotzinapa y de los padres de los normalistas.

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Fuente: elpais.com