Potosí: Hallazgo colonial

Las calaminas que reflejan los rayos solares del mediodía y los ruidos dentro de la zona restringida muestran que se están llevando a cabo trabajos de remodelación en la plaza 6 de Agosto, situada en la parte superior de la plaza 10 de Noviembre, de la ciudad de Potosí. Parece ser otra labor de restauración para mejorar el aspecto de la urbe, pero en esta ocasión se desvela un hallazgo histórico.

Los arqueólogos identificaron la osamenta de al menos 20 indígenas y tres africanos, ahí mismo, en el corazón de la Villa Imperial, en un sitio que estaba vetado para ellos. Es la primera vez que se tiene un registro de estas características. Existía el convencimiento de que los únicos que eran enterrados cerca de las iglesias eran españoles, pues aquella cercanía los acercaba al cielo.



Escape habló con los descubridores de estos restos en la Villa Imperial. Se trata de un viaje por la historia que puede dar mayores luces sobre la época colonial.

Bajo el sol abrasador de septiembre, pero con el frío propio de una urbe a casi 4.100 metros de altura, los arqueólogos trabajan en un costado de la Catedral potosina. Son tres hombres vestidos con trajes blancos de plástico, tapabocas, guantes de látex y sombreros de ala ancha.

Después de limpiarlos con mucho cuidado y observarlos con detenimiento, acumulan calaveras y otros restos óseos en cajas de cartón que alguna vez llevaron manzanas en su interior. Se trata de huesos de 460 personas del siglo XVIII.

“Estamos en el proceso de limpieza de cráneos para obtener más información. Hablamos de gente indígena, pero también estamos confirmando la presencia de afrodescendientes, aunque también puede haber algunos mestizos, lo que verificaremos con los trabajos de laboratorio”, informa el arqueólogo Delfor Ulloa, uno de los especialistas que realizan un estudio respecto de la procedencia de estos restos, sus edades y las causas de sus fallecimientos. Las primeras conclusiones refieren que los huesos son, en su mayoría, de criollos y españoles; aunque se han descubierto más de 20 indígenas y tres africanos.

Marvin Torrejón, director de Patrimonio Histórico del Gobierno Autónomo Municipal de Potosí, confirma que es el primer estudio arqueológico de un osario encontrado en la parte central de lo que se denominó Potosí Colonial.

Llama la atención la presencia de restos de afroamericanos e indios en estas zonas, pues los dominios de los españoles estaban cerca de los templos, explica la guía del templo de San Francisco Patricia Pimentel. “Ellos indicaban que al ser enterrados aquí, cerca del altar, podían subir directamente al cielo y, de esa manera, salvar sus almas, era como comprar el cielo”.

Las clases bajas no debían ser enterradas cerca de los templos, pues se creía que no tenían alma. Eran otros tiempos.

Fue allá por 1545, cuando Diego Huallpa descubrió filones de plata en el Cerro Rico de Potosí. Entonces, la vida cambió en la región y la comarca se convirtió en una urbe próspera. Ansiosos por hacerse millonarios, miles de personas llegaron desde España y otros países de Europa.

Fueron tantas las historias de la riqueza de la Villa Imperial, que Miguel de Cervantes ayudó a que se popularizara la frase “vale un Potosí” como expresión de que algo cuesta una fortuna: “Si yo te hubiera de pagar, Sancho —dijo en cierto momento el Quijote—, conforme lo que merece la grandeza y calidad de este remedio, el tesoro de Venecia, las minas de Potosí fueran poco para pagarte”, refiere parte de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

El hallazgo de plata en el Cerro Rico ocasionó que en los primeros 18 meses arribaran 14.000 personas a la ciudad, mientras que 25 años más tarde, cuando el virrey Francisco de Toledo mandó a hacer el primer censo poblacional, fueron cuantificados más de 120.000 habitantes.

Asimismo, la presencia de africanos fue temprana. En el censo de 1611 se reportaba que de los 160.000 ciudadanos en la Villa Imperial había “6.000 negros, mulatos y zambos de entrambos sexos de diversas provincias del mundo”. La mayoría de ellos trabajaba para sus amos en el cerro o en labores domésticas, “representando un símbolo de ostentación social: cuantos más esclavos, más poder social”, indica el estudio La Villa Imperial, de Consuelo Varela.

Como los africanos no se adaptaban al trabajo y al frío de la Villa Imperial, su población decreció de forma acelerada, por lo que el virrey Toledo reorganizó el sistema de mita que había sido practicado por los incas. Éste consistía en obligar a los indígenas que residían en las 16 provincias que formaban parte de la distribución de territorios a favor de los españoles —que se extendía desde Cusco hasta Tarija—, con edades entre 18 y 50 años. Éstos trabajaban en las minas un determinado tiempo a cambio de un salario diario más bajo del que recibían los ciudadanos “libres”.

Las diferencias étnicas en la Villa Imperial no solo se reflejaban en el sistema de trabajo, sino también en los entierros, que se efectuaban en los templos. El historiador Carlos Ostermann señala que en la parte interna de las parroquias sepultaban a personajes que habían colaborado con la Iglesia, en el área del altar mayor estaban los sacerdotes, y en la parte baja, los niños.

En cuanto a los indígenas y africanos, ellos eran inhumados generalmente en templos situados en barrios de indios. Y se dudaba que hayan tenido alma.

En la actualidad, del esplendor de aquella ciudad colonial solo quedan estudios y textos históricos; las iglesias católicas —que parecen haber sido construidas en cada esquina del casco viejo— y algunas infraestructuras representan el testimonio de la riqueza y decadencia de la urbe.

El martes 9 de junio de este año —al menos 400 años después del descubrimiento de Huallpa—, obreros de la empresa Velca y Asociados, que se encarga de la remodelación de la plaza 6 de Agosto y sus alrededores, iniciaban los trabajos de tendido eléctrico, para lo cual realizaban las excavaciones. A una profundidad de 50 centímetros, uno de los empleados encontró un hueso humano. Inmediatamente se paralizaron las obras, se entregó la información a la Dirección de Patrimonio Histórico de la Alcaldía y se acordonó el lugar.

Luego de tres meses, detrás de las calaminas que reflectan los rayos solares, los especialistas se diferencian de los demás porque visten de blanco y recogen los restos óseos con mucho cuidado.

El arqueólogo Ulloa informa que están concluyendo la recolección de osamentas, que se encontraban en cuatro pozos, con una extensión aproximada de 18 metros.

“Hemos estudiado las dimensiones de los huesos largos, que nos muestran las estaturas y algunas características de dimensiones del cráneo”, agrega. Según el análisis preliminar, las mujeres de la época medían 1,55 metros, mientras que los varones, 1,60. Empero, también hallaron huesos más largos, que hacen presumir que se trata de gente proveniente del continente africano, con una estatura de entre 1,75 y 1,80 metros.

Junto a los restos hallaron objetos que dan señales de la época a la que pertenecían ellos. “Los entierros de los indígenas y afros, que estaban en los niveles superiores, están asociados con un periodo posterior a los españoles y criollos. Según la cerámica que tenemos se trata de individuos del siglo XVIII”. Se cree que se trata de un entierro secundario, es decir que los huesos fueron trasladados desde otro lugar de la ciudad.

Otro dato que llama la atención es que más del 50% de los varones tuvo al parecer una muerte violenta, “ya sea por golpe contundente, perforación por arma filosa; hay otros que tienen evidencias más pequeñas, posiblemente de proyectiles”. Como ejemplo, Ulloa muestra un cráneo con una perforación profunda de al menos diez centímetros en la parte frontal.

Es por ello que la comuna contrató a especialistas que harán un estudio genético para determinar los datos más representativos de estos individuos. Luego se realizará la reconstrucción facial de diez cráneos para que sean expuestos en un museo. “El objetivo es tener certeza y datos reales de los hechos que han ocurrido en nuestra ciudad, que también nos van a servir para el trabajo de rehabilitación del centro histórico de Potosí”, anuncia Torrejón.

La mañana del viernes 11 de septiembre ha concluido el trabajo de campo, por lo que tres camionetas están repletas de huesos, que fueron depositados en cajas de cartón que antes eran de manzanas.

Si bien hasta el momento no se han terminado los análisis, Ostermann sostiene que no hay ninguna novedad en el hallazgo de indígenas y afros, ya que el lugar donde se encontraron los restos pertenecían a la iglesia de la Orden de los Betlemitas, que administraba un “hospital para indios”, a finales del siglo XVII e inicios del XVIII.

Historia profunda de catacumbas

Las historias en torno a los entierros son constantes en la Villa Imperial, que inevitablemente llevan a hablar de las catacumbas que se encuentran en el casco urbano.

La plaza 10 de Noviembre está rodeada por varias infraestructuras antiguas, como la Catedral, la iglesia San Francisco o la antigua Casa de la Moneda de Potosí —que ahora está ocupada por el gobierno municipal y el Palacio de Justicia— que, de acuerdo con exfuncionarios municipales, tienen conexión entre sí. El encargado de Patrimonio dice que existe la versión de que los túneles pasan debajo de la Plaza de Armas.

Con esos datos, la comuna dispuso de 66 millones de bolivianos para restaurar las galerías subterráneas y hacer estudios que verifiquen o desechen la tesis de que hay conexión entre las infraestructuras.

Para verificar las versiones, Escape visitó la catacumba de la comuna, cuyo ingreso está flanqueado por bolsas de cemento, envases de pintura, calaminas, palas y otros objetos, debido a que hasta hace poco este espacio era utilizado como bodega.

En los siguientes cinco metros se nota el túnel de piedra cuyo final tiene un muro de yeso, desde donde al parecer existe un hueco que transporta a otro sitio desconocido. El piso de tierra tiene charcos y de las paredes salen gotas de agua cristalina, por lo que el ambiente es frío y húmedo.

“En épocas de convulsión política han intentado utilizar este espacio como vía de escape, pero no hemos avanzado más en las prospecciones”, explica Torrejón.

Una posible conexión con este túnel puede ser la iglesia de San Francisco, a unos metros de la plaza principal, donde se encontraron cuatro catacumbas.

La guía Patricia Pimentel explica que las criptas son de 1547, de la primera construcción, y que no fueron destruidas porque funcionaban como cementerio. “Solo se podía enterrar a personas de la nobleza, a frailes de la orden y a los españoles”, en tanto que los indígenas y africanos eran vetados porque “no tenían alma propia”.

El ingreso a la catacumba tiene apilados restos óseos y una cruz de madera. El piso y las paredes están hechos de piedra, donde también se percibe la humedad. El agua pasa por la parte central, en una especie de canal que lleva a un pequeño hueco, esto debido a que en años pasados el río Casimayu pasaba por este lugar. En estos ambientes se encuentra el único catafalco de la época colonial que quedó en  Potosí. Es un armazón de madera antigua con forma de cuna que servía como transporte y para velar a los difuntos.

Hay especulaciones de que existen conexiones entre las criptas del casco central potosino.  Según esta tesis, uno de los túneles une el templo de San Agustín, el actual colegio Pichincha, el teatro Modesto Omiste y el templo de La Merced. El otro conectaría el anterior templo de la Compañía de Jesús, el colegio Santa Rosa y el primer templo Santa Rosa. El otro comprende el Colegio Franciscano y la iglesia de Copacabana, mientras que el último está ubicado en el templo de San Benito.

Al respecto, Osvaldo Cruz, especialista en restauración de bienes del patrimonio,  sostiene que las catacumbas no tienen ninguna relación entre ellas, sino que se trata de canales para evitar que la humedad dañe la estructura de las edificaciones. “Tanto en Potosí como en La Paz, Arequipa, Lima y Santiago de Chile, las catacumbas eran parte de las estructuras de las iglesias. Ahora, de que hayan construido algún túnel de comunicación para escapar, es muy posible”, comenta Ostermann.

La Villa Imperial no solo tiene al Cerro Rico de Potosí como una riqueza que fue “envidia de los reyes”, sino que su suelo guarda reliquias que pronto serán parte de la oferta turística. Mientras, los trabajos de restauración continúan en la plaza 6 de Agosto, que seguramente contiene reliquias más brillantes que el sol del mediodía en la mañana radiante de septiembre.

La iglesia que se convirtió en mercado y después en plaza

El Gobierno Autónomo Municipal de Potosí, a través de la empresa Velca y Asociados, está llevando a cabo trabajos de restauración y refuncionalización de la plaza 6 de Agosto, conjuntamente con la plaza Alonso de Ibáñez y el pasaje Boulevard, en el casco viejo de la Villa Imperial, con el objetivo de que forme parte de un circuito turístico que atraiga a visitantes nacionales y extranjeros.

Para esta labor se están invirtiendo Bs 7,5 millones, financiados por el Gobierno, la Gobernación y la Alcaldía.

Según Marvin Torrejón, director de Patrimonio Histórico, en una primera etapa este terreno estaba ocupado por el Templo de la Misericordia, uno de los más antiguos de la capital, pero estaba hecho de adobes, lo que ocasionó que colapsara. El historiador Carlos Ostermann afirma que el lugar donde se está trabajando también formaba parte del hospital de la Orden de Betlemitas, que se dedicaba a sanar a la población indígena.

El arqueólogo Delfor Ulloa añade que el templo se convirtió en un mercado y área de comercio, para posteriormente ser empleado como plaza.

En la mitad de la plaza 6 de Agosto, que en sus inicios tenía 44 arcos, está un obelisco, construido en 1851, obra de José María Trigo, por mandato del presidente Manuel Isidoro Belzu, indica la nota Cráneo bajo los pies, escrita por Óscar Díaz Arnau y publicado por el Correo del Sur.

En la actualidad, los trabajadores están reconstruyendo los arcos del triunfo, que durante la Colonia se encontraban en este espacio.

Fuente: la-razon.com