La producción del alma económica

GCHGonzalo ChávezHoy una reflexión más conceptual con el permiso de la coyuntura internacional muy triste. La economía en todas sus dimensiones y especialidades tiene componentes psicológicos muy importantes, muchas veces ignorados por académicos y decisores de políticas públicas. Estos se manifiestan tanto en situaciones de corto plazo como, por ejemplo, un pánico bancario originado en un rumor, como también en patrones de comportamiento profundamente arraigados en los imaginarios sociales y económicos.Las tendencias estructurales constituyen el alma económica de un país o, en lenguaje psicoanalítico, la psiquis social que condiciona y moldea el comportamiento económico de personas y empresas. Esta se construye a lo largo de generaciones y combinan autopercepciones y estereotipos impuestos desde fuera.Uno de los rasgos más fuertes de nuestro ajayu nacional es pensar que nuestra vida depende tan solo de los recursos naturales. Con frecuencia se dice: Bolivia es un mendigo sentado en una silla de oro. La Pachamama siempre proveerá el sustento. Y así el mundo nos ve, como proveedora de materias primas, más aún esta posición económica, en la división internacional del trabajo, es resultado de comercio desigual e injusto.La política interna también se ordena con base en los minerales y los hidrocarburos. Hace más de 200 años, el péndulo monótono va de la privatización a la nacionalización y viceversa de las materias primas. Toda una simbología de éxitos y fracasos se construye sobre este eje económico.Desde una perspectiva micro,  nuestra alma económica también se puede manifestar en la autopercepción de pueblo trabajador o de buen comerciante. Asociamos el buen funcionario con largas jornadas de trabajo y el buen comerciante con el experto regateador de precios. Estos estereotipos, generales y específicos, continuamente son reforzados por discursos políticos, educativos y culturales. En muchos casos, este imaginario colectivo refuerza nuestra autoestima. Sin embargo, no todo es un mar de rosas. También hay percepciones negativas que son fuente de frustraciones. Los bolivianos (as) impuntuales, incumplidos y poco ambiciosos. Es un juego de espejos de complejos y virtudes que están presentes todos los días en todas las unidades económicas, privadas o públicas, y en todos los mercados, grandes o pequeños.De todos modos, la construcción de imaginarios económicos es enmarañada y diversa. En un lenguaje empresarial, es una especie de identificador de la cultura organizacional  de un país.  Es una huella cultural sobre la forma de generar y distribuir riqueza que alimenta el ser económico. Se traduce en frases que repite el trabajador, el gerente, el empresario, el hombre o la mujer común y corriente. A saber: “Así no más son las cosas aquí. Así no más sabemos hacer nuestro trabajo. Eso no más producimos”.En el mundo, en algunos países, el alma económica, se  asocia a creatividad, innovación y emprendimiento, en otros, la proyección se basa en eficiencia, precisión y confianza. En estos contextos y desde una perspectiva más micro, por ejemplo, el buen trabajador es aquel que aprovecha mejor su tiempo, esto es, que es más productivo y competitivo. Y un comerciante hábil es el que expande sus mercados.El alma económica es muy difícil de encasillar, viene en varias formas, inclusive dentro de un mismo país. Por ejemplo, se ve a los cruceños como industriosos y a los paceños como buenos comerciantes. El ajayu económico no reconoce ideologías, está presente en las gentes de izquierda o derecha y es un subtexto presente tanto en el modelo económico estatista o en el neoliberal. Es el gran espejo del alma colectiva, con sus defectos y virtudes. Es un hecho de la realidad terca labrada por la historia. Es el modus vivendi pasado de generación en generación.Cuando los economistas realizan diagnósticos y propuestas de cambio, no se consideran esta dimensión psico-emocional. Estas aproximaciones no entienden la importancia de cambiar los patrones de comportamientos colectivos e individuales para que los modelos de desarrollo funcionen. No entienden la dimensión psicológica de la economía.Por todo esto, necesitamos conocer y estudiar el comportamiento del homo economicus boliviano e incluir el cambio de la dimensión psicológica para que se pueda romper el paradigma del desarrollo extractivista y rentista, que espera seguir viviendo de las riquezas que brinda la Pachamama cuando los nueva riqueza está en el Inti, que ilumina la nubes del internet.El Día – Santa Cruz