Los nuevos maestros del terror

yanezArturo Yañez CortesAsí como está el estado del arte de la campaña para el referéndum del 21F y a juzgar por las apocalípticas y tenebrosas premoniciones de la dupla de eternos candidatos -al borde del ataque de nervios-, sostengo que como otro producto más del proceso de cambio, al mundo del cine y la literatura no le queda más remedio que jubilar a los grandes maestros del terror Alfred Hitchcock y Stephen King, respectivamente, procediendo a entronizar (espero que no sea a cargo de algún narcoamauta y con fondos del Fondioc) a los nuevos maestros, de corte plurinacional.Esto sí nos atenemos a la más elemental de las nociones sobre ese género: «…cuento o composición, generalmente de corte fantástico, cuyo principal objetivo es provocar el escalofrío, la inquietud o el desasosiego en el lector» (léase elector).Como prueba, me remito a las sistemáticas como desesperadas ¿amenazas? de los eternos candidatos, en sentido de que si gana el temible NO: «…va a haber llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros» o, «…te van a quitar tu casa (…) si la derecha regresa mi hermano, pobre de ti, de verdad, esa derecha no tiene misericordia, es angurrienta, todo quieren para ellos, nada para el pueblo, odian al pueblo, quisieran una Bolivia sin gente para robarse todo lo que pueden (…) ¡guay! de los pobres, no habrá quién proteja a los pobres, no habrá quién proteja a los campesinos» y, hasta: «toda la unidad de los bolivianos podría entrar en crisis», pasando por, esta vez en tono de ruego: «papá, mamá: no lo abandones al presidente Evo, no lo dejes solo, no lo abandonen» y claro, no podía faltar aquella que el jefazo fuera el único que garantiza estabilidad y el retorno al mar, etc.Pues bien, el recurrir al terror, pasando por el ruego, luego al drama y así otras variaciones de similar naturaleza para pretender -desde esos ámbitos- justificar la angurria de poder prácticamente eterno, está también revelando otra variedad de terror, llamémosle partidario, padecido por quienes hoy ejercen desde hace una década el poder, metiéndole no más. Consiste en ese friecito que deben sentir en su espinazo, cuando pese a todo, olfatean la evidencia del final inexorable que le acontece a cualquier régimen político y, lo que es peor, que ello acarreará algunas desagradables y temibles consecuencias. Me refiero, entre otras, a tener que rendir cuentas de lo invertido y/o dilapidado; olvidarse de ciertos gustitos adquiridos (viajes por todos lados con cualquier pretexto, menos asuntos «de Estado»; picaditos transmitidos en vivo y directo por el canal del Gobierno, múltiples «horroris» causa y otras perlitas). Incluso, no debe ser grato percibir que sus otrora llunkus, adorarán al nuevo amo y hasta, los expoderosos perderán su sex appeal, que para algun@s especímenes, dicen viene bajo el brazo o alguna otra parte del cuerpo del poderoso. Jodida la cosa…Tal carencia de argumentos medianamente presentables para justificar el usufructo ad eternum del frondoso árbol del poder y de sus frutos (muchos, podridos), demuestra más allá de toda duda razonable algo de mayor calado: la imposibilidad absoluta desde lo político, lo ético y hasta desde el sentido común para justificar cualesquier pretensión de disfrute eterno del poder, venga de donde venga, se trate del régimen que se trate (no importa su signo o color) y peor, en favor de una o dos personas (se trate de quienes se trate), lo que no cambiará por mucho que ahora los interesados estén dedicados a presentarse como los iluminados, los uniquitos, los irremplazables y demás vainas y, hasta amenazando al ciudadano con un futuro apocalíptico, sin ellos… A esos efectos, sugiero al soberano considerar aquello de Edward R. Murrow: «Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices». No cuenten conmigo para tal participación criminal… ¿Y usted, qué dice…?.El Día – Santa Cruz