Desde la acera de enfrenteLa credibilidad del Presidente y del Vicepresidente están en el peor momento de toda su larga carrera política. Los niveles de corrupción y beneficio personal directo son inocultables y sólo falta develar esos vínculos y beneficios dentro del gabinete, y a la derecha del Presidente.Han perdido el referendo de modificación de la Constitución con datos tan alarmantes, como la pérdida en ocho de nueve capitales de departamento. Los niveles de faccionalismo, acusaciones y malestar al interior del proyecto son también evidentes. Nada de eso es explicable a partir ni de las redes, ni de la conspiración imperialista contra el régimen, sino a partir de su propia decadencia, a partir de su propia falta, ya no de perspectiva ideológica, sino simplemente su propia falta de verdad y su doble y triple moral.Sin embargo, al mismo tiempo, nada eso me parece más doloroso socialmente que lo que está sucediendo con la paternidad del Presidente. En Bolivia uno de los problemas sociales más agudos es justamente la irresponsabilidad paterna. El enfoque de la mayor parte de padres de pensar que la responsabilidad reside en el aporte económico y no en el cuidado directo de la vida. La irresponsabilidad paterna es una de las causales más graves de pobreza en Bolivia, porque los hombres mezquinan la asistencia familiar poniendo en duda su paternidad. Pero también porque es una práctica extendida tener hijos regados de pareja en pareja, sin asumir la crianza en ninguno de los casos.La irresponsabilidad paterna configura, además, la subjetividad colectiva de la sociedad donde niños y niñas construyen su identidad culpabilizando a sus madres por la ausencia paterna. La violencia machista contra las mujeres en Bolivia no está apoyada sólo en el golpe y la denigración de la madre, sino en el uso de los niños y niñas como prolongación del poder del padre. El uso de los niños por parte de los padres como arma contra sus madres.Todas y cada una de estas formas de violencia están siendo hoy ejercidas de forma pública por el presidente Evo Morales y, al mismo tiempo, esa práctica está legitimando socialmente al machismo de forma lapidaria.Evo Morales tuvo un hijo al que no vio nacer porque estaba ocupado jugando fútbol, teniendo una reunión sindical o de gabinete, lo mismo da. Como cientos de hombres que no están ahí y que se justifican, igualito que el Presidente. Su hijo enfermó y Evo dice que colaboró económicamente, pero no sabe qué tenía. No lo sostuvo en brazos, no lo curó. No estuvo ahí porque tenía cualquier cosa más importante que hacer. Le informaron que el niño murió, pero no lo arropó muerto, no lo lloró, no lo enterró, porque el niño no le importaba.Si el niño estuviera vivo, la irresponsabilidad paterna del Presidente es más grave aun porque el negarlo significa un golpe psicológico irreversible sobre la identidad del niño, que con ocho o nueve años es plenamente consciente.Eso no es responsabilidad de la prensa, sino del Presidente, que ha banalizado la paternidad al nivel más inaceptable para una sociedad. Ya lo hizo con Evaliz y su hermano, que sufrieron un auténtico calvario psicológico con nueve añitos, mendigando las pensiones familiares del diputado y el reconocimiento vía judicial.Si el niño está vivo y el Presidente ha ejercido una paternidad clandestina, con un acuerdo secreto con la madre, y ha empezado a negarlo por negar los vínculos con la madre y, por lo tanto, negar el tráfico de influencias, que lo coloca ante la posibilidad de un juicio de responsabilidades, entonces el Presidente está negando a su hijo porque éste se ha convertido en el vínculo que lo coloca en el riesgo de perder el poder.Con su irresponsabilidad paterna, usted, Presidente, no sólo está hiriendo a su niño vivo o muerto, sino al conjunto de la sociedad. A las madres solteras que batallan por asistencia familiar, a la batalla de ellas contra la mirada juzgadora de sus hijos e hijas que regresan del colegio preguntando por su padre.Culpabilizar y satanizar a la madre en este momento es el recurso típico que usan todos los machistas. Por último, tener una ministra de segunda fila como escudo es la muestra del papel denigrante de las mujeres en la estructura de poder, donde sus caras se convierten en trapos con que justificar y limpiar la mugre del Presidente.María Galindo es miembro de Mujeres Creando.Página Siete