Terrible derrota

ROLANDOKRolando Tellería A.*Una reflexión algo más detenida, puede inferir que los resultados  del último referendo, convertido por el oficialismo en un plebiscito, se constituyen en una terrible derrota para el Movimiento Al Socialismo, el caudillo y toda la oligarquía azul, pues pone seriamente en riesgo la posibilidad de reproducirse en el poder más allá del 2019. Además, claro, tira por la borda toda la estrategia implementada en las elecciones generales del 2014, con descomunales esfuerzos,  donde, “sí o sí”, debían obtener los  dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Desentrañando así el desenlace, el resultado final para el oficialismo es trágico y calamitoso. Esta consulta, en su ingeniería de reproducción del poder, estaba programada con expectativas altamente positivas. Es una crasa mentira sostener que la “repostulación” fue iniciativa de los movimientos sociales.Todas las interpretaciones sobre la cuestión que emanan los distintos voceros del palacio de gobierno, sin embargo, intentan con variopintas argucias disimular esta terrible derrota. Las posturas asumidas, desde el “empate técnico”  hasta aquellas que se refieren a la guerra sucia, al imperio, a la derecha, a los “infiltrados” y a las redes sociales, son portadoras de un enorme cinismo y estupidez.  En todas las declaraciones oficiales -no lo dicen pero nos gritan- se puede apreciar que la herida sangra intensamente. Las rabiosas e iracundas reacciones, no exentas de rencor,  anunciado purgas internas y “regulación” de las redes sociales, ponen de manifiesto ostensiblemente el profundo dolor de la derrota.Lo cierto es que el 50% más uno de los ciudadanos bolivianos le dijo un NO rotundo a la continuidad del régimen masista y a su cuestionable forma de gobernar.  Las clases medias urbanas de nueve de las 10 ciudades capitales, contundentemente, expresaron su rechazo al partido de gobierno y su caudillo. Estas clases medias, más conscientes y menos manipulables, no toleran el abuso y el ejercicio del poder sin limitaciones que se expresa en el cínico sometimiento de todos los órganos del Estado. También -claro está– no es de su agrado ese obsesivo afán de perpetuarse en el poder. Por tercera vez consecutiva, estas clases medias han ratificado su hartazgo con el llamado “proceso de cambio”. En las elecciones subnacionales y la consulta por los Estatutos Autonómicos incuestionablemente ya mostraron esa tendencia. Estas clases medias, las que le dieron precisamente los abrumadores triunfos a Morales el 2006, 2009 y 2914,  ahora le dan la espalda revelando su desencanto.Con un bolígrafo, como David en su desigual lucha con Goliat, se enfrentaron a una poderosa estructura y enorme maquinaria electoral desplegada intensamente por el oficialismo a partir del manejo de las instituciones del Estado y sus 22 ministerios.El bolígrafo, el rotundo NO y la conciencia ciudadana, nada tienen que ver con el reavive del clivaje étnico y las contradicciones  entre el campo y la ciudad, como malévolamente intentaron hacernos ver y sentir. Es la espléndida manifestación de estas clases medias, con  un alto nivel de cultura democrática que, más allá de cualquier presión o amenaza,  saben expresar su conciencia en la papeleta de sufragio.Incidir y modificar esa consciencia regulando las redes sociales, o interviniendo en ella con un ejército de hackers, es una verdadera estupidez frente a la notable pérdida de autoridad moral del discurso oficialista, hoy herido de muerte. El idilio con las clases medias ha concluido. Después de 10 años en el poder, está claro para gruesos segmentos de la población, al revelarse la cara oculta, que el llamado “proceso de cambio” es puro teatro.*Profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San SimónLos Tiempos – Cochabamba