Un gobierno canalla

mariacaGuillermo Mariaca Iturri*Hace poco tiempo, algunos intelectuales todavía hacían un esfuerzo de equilibrio. Y mucha gente de la calle y del campo hacía un esfuerzo de afecto. El equilibrio, claro, tenía que ver con razones. ¿Acaso no se ha triunfado sobre el racismo? ¿Acaso no se ha disminuido la pobreza? ¿Acaso la mayoría del pueblo no ha elegido a uno de sus iguales? El afecto, en cambio, tenía que ver con valores y con esperanzas. Ahora hay dignidad para todos. Ahora hay igualdad. Ahora la tierra es otra vez nuestra madre.La que en 2005 era una sonrisa espontánea, después del TIPNIS era una sonrisa forzada. La que en 2009 era una cara seria, un rostro estratégico, después del Fondo Indígena se convirtió en una mueca. El que en  2014 era un griterío publicitario, después del referendo y de Gabriela Zapata, y de los asesinatos en El Alto, y de la planta nuclear es un gemido del poder desmoronado.Hoy ya no hay máscara que sirva para disimular que la democracia ha mutado a tiranía y que todos los funcionarios son cómplices, no trabajadores. La marcha de las capacidades diferentes, sin ningún contenido de poder, pero con una enorme fuerza moral, ha terminado de revelar que este Gobierno es igual que su peor pesadilla. Ha demostrado que este Gobierno es tan canalla como la más canalla de las dictaduras.Las razones argumentan que el racismo se ha multiplicado porque el linchamiento -físico, político, social- en Bolivia es cada vez más un ostentoso acto político de los poderosos y cada vez menos un desesperado acto de defensa propia de los inválidos. Las razones prueban que la pobreza es ahora más profunda y más general; un mayor consumismo es la demostración de que el Estado no promueve ni garantiza la expansión de los derechos, sino que maquilla todas las hambres con vidrios de colores. Las razones demuestran que Evo Morales no es un igual; siempre fue el que ordenaba que le amarren los huatos.Los valores y las esperanzas que han hecho de este pueblo tumba de tiranos y raíz de libertades se han convertido en estafa cotidiana. No hay dignidad para el pueblo; hay abuso de poder sobre el pueblo. No hay igualdad para los ciudadanos; hay ostentación de privilegios para los gobernantes. No hay una visión ecosocialista; hay depredación del capitalismo salvaje.Hoy, el pedazo de pueblo boliviano más indefenso de todos nos está convocando a defender la democracia. Porque no se trata de un bono, de un acto de caridad prebendal, se trata de la defensa de nuestros derechos fundamentales. En un momento como este no hay discusión estratégica que valga. Ya no es la hora de la reflexión; es el minuto de las acciones.Acciones rebeldes, esas que rompen los vidrios del Palacio y pintarrajean sus aviones. Acciones solidarias, esas que acompañan y albergan, y alimentan a los marchistas. Acciones intelectuales, esas que intentan reorientar la demanda circunstancial de un bono a la demanda estructural de derechos. Acciones políticas, esas que preservan los restos casi mortales de la democracia. Este es el minuto de las acciones. De las acciones que nos reúnan.   Y, sin embargo, no pasa casi nada. ¿Será que la cobardía, la ceguera y la sumisión, finalmente, nos mutaron? ¿Que la tea se apagó? ¿Que la resistencia paceña ante las tiranías se ha convertido en un museo? La combinación de cobardía y ceguera, y sumisión, esa tan particular complicidad involuntaria de la impotencia, es la que hace posible el asentamiento de la tiranía. Debemos recordar que Hitler también nació popular. Y que esa impotencia tuvo como consecuencia alrededor de 70 millones de muertos. Y que en las guerras contemporáneas las víctimas, en un 90%, son civiles con todos sus derechos. Pero mejor termino con el sermón, no con el terror.Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, /guardé silencio, /porque yo no era comunista. /Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, /guardé silencio, /porque yo no era socialdemócrata. /Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, /no protesté, /porque yo no era sindicalista. /Cuando vinieron a buscar a los judíos, /no protesté, /porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, /no había nadie más que pudiera protestar.*EnsayistaPágina Siete – La Paz