Fortín Boquerón, una tumba de amigos por encima de la guerra


El pasado jueves autoridades bolivianas y paraguayas estrecharon lazos de hermandad en el mismo lugar donde en 1932 libraban una cruenta batalla.

Sergio Mendoza  / Boquerón

Poco antes de morir ambos militares heridos en la misma batalla pidieron al doctor que los enterraran en la misma tumba. El primero, teniente  Fernando Velásquez, cayó  para que Paraguay avance; el segundo, capitán Tomás Manchego, dio su vida para que Bolivia conserve el fortín Boquerón.



La historia de estos oficiales es considerada uno de los mejores ejemplos de lo que ocurrió en la Guerra del Chaco (1932-1935), el conflicto más cruento del siglo XX en América Latina que enfrentó y unió a dos países hermanos.

La Batalla de Boquerón terminó un 29 de septiembre de 1932 después de 20 días que un reducido grupo de bolivianos resistió el asedio de miles de paraguayos. Para recordar esa fecha  y estrechar lazos de amistad con quienes otrora fueron sus oponentes, el pasado jueves  un grupo del Ejército de Bolivia retornó después de 84 años a esa región.

«Hace un tiempo queríamos visitar este lugar  donde murieron nuestros héroes, y con las autoridades paraguayas se acordó que el día del fin de la batalla era un buen momento, indicó el comandante del Ejército, Luis Ariñez, quien soportaba impasible el intenso calor del Chaco. 

Los militares bolivianos llegaron a un aeródromo de la localidad Mariscal José Félix de Estigarribia, departamento de Boquerón, a las 6:50 de ese día. Sus pares del vecino país los recibieron con apretones de manos y fusiles que les repartieron para el acto que se había programado en la mañana. Media hora después, al ministro de Defensa, Reymi Ferreira, le daban una bienvenida  con banda de música.

Rodando por el seco suelo la comitiva boliviana llegó después de las 9:00 al fortín Boquerón, ubicado en la colonia menonita de Neuland. Dicen que la temperatura ese día fue de 36 grados, pero los cuerpos sudaban y las gargantas se secaban como a más de 40. Entre periodistas y uniformados se preguntaban: ¿cómo habrán sufrido de sed en aquella época?, sin agua  en una hielera.

Cada quien tiene su versión de la historia. En el fortín se colocaron placas y bustos que resaltan la valentía de los paraguayos que recuperaron Boquerón de la invasión boliviana, en Bolivia se habla del coraje de los soldados que aguantaron el ataque de miles como hicieron en otra época 300 espartanos. Al final, ambos países reconocen el heroísmo de uno y otro bando. 

Por eso las dos banderas ondeaban ese día una al lado de la otra y en sus discursos las autoridades no dejaban de hablar de «la amistad por encima de la guerra.

Esa es la frase que se grabó en la tumba de Velásquez y Manchego. Ambos se conocieron antes del conflicto, en Buenos Aires, Argentina. En 1928, cuando se aproximaba la contienda, tropas paraguayas asaltaron el fortín Vanguardia y tomaron dos prisioneros, uno era Manchego. 

El capitán recibió una atención inusual de parte de Velásquez  durante su cautivero, hasta que fue liberado. Luego, en plena Batalla de Boquerón (1932) entre los arbustos se oían los quejidos de un herido, era Velásquez quien tenía  una bala en la cabeza. 

Manchego lo reconoció y pidió darle la mejor atención en la posta boliviana. Cinco días después el capitán fue a parar a su lado, herido por las esquirlas de un cañón paraguayo. Allí, le hicieron su último pedido al médico. 

Cerca de la tumba común está ahora el cementerio boliviano con 43 cruces blancas, la misma cantidad que tiene el campo santo paraguayo, ubicado más allá de una trinchera. También hay un museo desde hace 14 años para preservar lo que dejó el combate: armas, granadas, chatarrra.

¿Por qué esa amistad con Paraguay que no ocurre con otro país con el que también se entró en guerra?, se le preguntó a Ferreira. «Las diferencias son claras: en la Guerra del Chaco hubo una paz acordada entre ambos países, no fue impuesta; Bolivia mantuvo sus objetivos estratégicos como una conservar el petróleo y una salida al Atlántico a través del río Paraguay, por eso con este país no hay temas pendientes, respondió.

Al final de la tarde militares bolivianos y paraguayos comían en la misma mesa. «Hace años hacíamos lo mismo, en un cuartel de tu país, recordó un oficial.  

  


Fuente: paginasiete.bo