Carlos Valverde BravoEste neologismo, que aún no figura en el Diccionario de la Real Academia Española, fue elegido la ‘palabra del año’ por el Diccionario Oxford, en el que se lo define como “lo relativo a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos a la hora de modelar la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.Eso está sucediendo con el Gobierno y con sus desesperados intentos de posicionar la idea de que en los medios no gubernamentales y entre periodistas independientes existe una organización de intereses políticos a los que él ha llamado ‘cártel de la mentira’.La idea de la posverdad confirma mi convencimiento sobre una idea que aún no podía definir, pero que entendía que iba más allá de mis análisis. En mis artículos e intervenciones diarias en redes sociales (más de 2,6 millones de reproducciones en cinco meses) he venido planteando que, en Bolivia, el ‘poder’ usa la mentira ya no para ‘tapar’ los desaciertos y hechos de corrupción, sino para ‘inventar una realidad paralela’, desestimando las evidencias y los hechos de manera cínica e indecente. El fiscal general de Argentina, Germán Moldes, dice que la posverdad es “un sustituto moderno para una palabra rotunda y de larga tradición: mentira”. Y sostiene que la posverdad no es nueva, no brotó por generación espontánea al amparo del fértil clima de las democracias occidentales, no es el producto exclusivo de las redes sociales… Después de todo, una de las artes que no puede faltar en el arsenal de recursos del dirigente político inescrupuloso es esa: metamorfosear el contexto, zarandear los conceptos y adaptar la realidad a las exigencias de sus objetivos.Limitado por el espacio, me permito sostener el neologismo ‘posverdad’ en el caso del poder boliviano, se lo aplica exactamente como lo define la periodista española Soledad Gallego-Díaz: “La negación absoluta de los hechos, de los datos y de la evidencia, sin la menor precaución ni decencia”.Estamos en los tiempos de la construcción de mentiras para generar corrientes contrarias a los hechos demostrables y constatables. Estamos en los tiempos de la posverdad, las mentiras serán amplificadas por el poder con propaganda y adoctrinamiento; puede que no logren lo que desean a largo plazo, pero sin duda los ayuda a pasar el momento. El problema es que siempre necesitarán elaborar nuevas mentiras, para eso tienen hoy ejércitos de periodistas y militantes, empleados en redes sociales encargados de repetir lo que el Gobierno quiere que se ‘sepa como verdad’. Supongo que no estamos ‘tan lejos de la mentira’, pero ‘oficial’.