Venezuela juega con fuego en el Mercosur

Emilio J. Cárdenas*A los vergonzosos episodios que la descortés canciller venezolana, Delcy Rodríguez, protagonizara en Buenos Aires, invadiendo indecorosamente la Cancillería argentina sin haber sido invitada, la belicosa y mal educada joven venezolana sumó una serie de amenazas directas que fueron proferidas enseguida, en la ciudad de Montevideo, entre las que se cuenta la de mantener sus provocaciones de aquí en más, perturbando así en todo lo posible la marcha del MERCOSUR, organización comercial de la que la Venezuela bolivariana nunca debió haber formado parte. Porque es absolutamente incompatible con ella. Incompatibilidad que, además, cada vez se hace más obvia y evidente. Me refiero –en esta oportunidad- al “compromiso con la democracia” en el MERCOSUR, instrumentado en el Protocolo de Montevideo del 20 de diciembre de 2011. Dicho instrumento al que en adelante nos referiremos como al PM, es de aplicación a los casos de (i) ruptura o amenaza de ruptura del orden democrático; o (ii) de una violación del orden constitucional; o (iii) de cualquier situación que ponga “en riesgo” el legítimo ejercicio del poder y la vigencia de los valores democráticos algún Estado Miembro. En la desquiciada Venezuela, no hay duda alguna, se dan todos y cada uno de los tres supuestos antes mencionados. Bastaría entonces con invitar al presidente de la Asamblea Nacional venezolana a testimoniar personalmente ante todos los miembros del MERCOSUR sobre este tema en particular, para poder acreditar la verdad más allá de toda duda razonable. Y escuchar, luego, al gobierno de Nicolás Maduro o a su canciller, para que traten de explicar lo inexplicable. A lo que obviamente se suma también la terrible situación de los presos políticos venezolanos que, pese al evidente fraude que se escondiera desde el inicio detrás del reciente intento de “diálogo” entre el gobierno totalitario y la oposición venezolanos, es una realidad que no ha cambiado. Ellos siguen detenidos, en condiciones infrahumanas, y sin que en sus respectivas “condenas” se haya, jamás, respetado el “debido proceso legal”. Pero realmente hay que tener coraje para iniciar este proceso. Y esa virtud no es frecuente, ni está aún sobre la mesa en nuestra región latinoamericana. Si Venezuela sigue provocando descaradamente, será necesario convocar a una sesión extraordinaria ampliada del Consejo del Mercado Común en el territorio del país que ejerce la presidencia rotativa del MERCOSUR (la Argentina, por los próximos seis meses) para analizar “el estado” de la democracia en Venezuela, con la consiguiente minuciosa labor previa. Acreditadas que sean las claras falencias constitucionales venezolanas, debería seguir un tiempo de consultas, buenos oficios y gestiones diplomáticas para intentar que el gobierno de Venezuela vuelva al redil de la democracia, lo que hoy luce ciertamente como un auténtico sueño imposible. Si esos pasos preliminares no tienen éxito, el Consejo del Mercado Común deberá considerar -y aplicar- las medidas que crea conveniente. Entre ellas, conforme al artículo 6 del PM (incluyendo su párrafo final); podría suspender a Venezuela en su derecho de participar en los órganos del MERCOSUR y de incomodar constantemente desde ellos, como podría ocurrir. Y/o cerrar las fronteras terrestres de Venezuela. Y/o suspender o limitar el comercio, tráfico aéreo y marítimo, las comunicaciones y la provisión de energía, servicios y suministros a Venezuela. Y/o suspender a Venezuela en los beneficios y derechos emergentes del Tratado de Asunción y de sus Protocolos y de los demás acuerdos de integración. Y/o adoptar sanciones políticas y diplomáticas a Venezuela. Nuevamente, todo eso es lo que está específicamente previsto en la normativa que resulta directamente aplicable. No es una propuesta. Ni un invento. Es lo que cabe hacer, nada menos. Pero, recordemos, hay que tener el coraje del caso y poder actuar de consuno, lo que hoy -con la lamentable “dualidad” uruguaya respecto de Venezuela- no está asegurado, en modo alguno. Venezuela procurará usar este tema como excusa y como una cortina de humo más para intentar disimular su profunda crisis económico-social. Su desastre. Su postergación. Y hará –como es su costumbre- todo el ruido y el daño posible. Para intimidar a los demás. Pero lo cierto es que Nicolás Maduro tiene el 87% de los venezolanos que, conforme a todas las encuestas, desaprueban -clara y abiertamente- su conducta. Y ya no lo ocultan. Precisamente, porque esa mayoría amplia de sus compatriotas tiene claro que Nicolás Maduro ha instalado en Venezuela un régimen tan autoritario como antidemocrático. Situación muy triste, de la que ellos son víctimas directas. Por esto, tarde o temprano, la situación interna venezolana podría devenir realmente insostenible. Y llevar a Venezuela al borde mismo del abismo. Por todo lo antedicho, Venezuela no debería poder “marcar el paso” de todos en esta difícil situación. Los países de la región son los que deben tomar la iniciativa y salir, de una vez, en ayuda del sufrido pueblo venezolano. Esto requiere decisión y una mezcla de prudencia e, insisto, el coraje del caso. *Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones UnidasEl Diario Exterior – Madrid