Manfredo Kempff SuárezYa no es posible soportar tanta lambisconería política en el país y que a S.E. se le postren de manera tan inicua moros y cristianos – blancones y originarios mejor dicho – porque todo tiene un límite y cuando ese límite se sobrepasa llega el asco. Para qué hablar del entorno inmediato de S.E. porque ahí se pelean entre quienes buscan los términos más deplorables para halagarlo y en esa competencia no tienen vergüenza en aparecer públicamente en todos los canales de televisión para rabia de mucha gente y a veces hasta para gozo y burla de los propios entrevistadores, que disfrutan viendo cómo tanto personaje encumbrado desnuda su alma con el afán de ganar posiciones dentro del partido de gobierno.Por la escasa trascendencia que ha tenido en los medios, tenemos la impresión de que la gente no se ha dado cuenta de lo peligrosos que han sido los elogios que expresó, alabando a S.E. por supuesto, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Pastor Mamani Villca. Justamente en la inauguración del Año Judicial en Sucre, cuando las críticas a una justicia obediente y sumisa al poder masista resultan intolerables y se espera un cambio, la máxima autoridad de la magistratura nacional, rinde el más zalamero e imprudente homenaje a quien aparenta ser su bienhechor y jefe.No recordamos que algún presidente de la entonces Corte Suprema de Justicia se atreviera a adular a un mandatario, por un elemental principio de dignidad e independencia. Pero esta vez todos quedamos asombrados cuando el magistrado Pastor Mamani se soltó las trenzas públicamente manifestando su admiración por S.E., destacando su gestión como gobernante y expresando, como si no viviera en Bolivia, que sólo él podría hacer una «verdadera revolución en el campo de la justicia». Afirmar eso, cuando ya hemos visto los resultados de la «revolucionaria» votación judicial, es un disparate. Claro, hay que comprender que Mamani es uno de los beneficiados con la tal «democratización» de la justicia.Seguramente que calculando cual sería la mejor música a los oídos de S.E. – o tal vez para pagar favores – manifestó que ninguna constitución en Bolivia ni en el mundo es perfecta, que no está hecha para la eternidad, y que «no tenemos otra alternativa, sino que la Constitución debe abrirse, consultar al pueblo y cambiar por lograr una justicia que realmente haga que sea revolucionaria, estructural y al servicio del pueblo». Confusas fueron todas sus expresiones, mal hilvanadas, en pésimo español, pero como es habitual entre los masistas puso al «pueblo» como actor y testigo del deseo de ignorar la Constitución, aunque sabemos que todo se cocina entre los chefs con estrellas Michelín que desde las altas esferas están guisando lo que se le va a embutir a la población.Las palabras pronunciadas en Sucre por el magistrado Mamani Villca no estuvieron bien, no debieron pronunciarse, porque han sido más peligrosas que las de los adulones habituales, debido a que se trata de quien preside el Poder Judicial – el Órgano masista – y eso no es tolerable. Que el Vice diga cosas que dejan a la gente perpleja vaya y pase, está en la pelea por mantenerse en el poder, como lo están una punta de ministros, parlamentarios, gobernadores y alcaldes a los que ya ni vale la pena escuchar. Mas oír eso de boca del presidente de «la Suprema», causa molestia y provoca temor porque a este paso ya no queda a quién quejarse.¿Todavía creerá el pueblo boliviano en que los aimaras y los quechuas son la reserva moral de Bolivia y de la humanidad? Yo no lo creí nunca, ni por un día, porque no creo en superhombres, pero imagino que muchos compatriotas pudieron creerlo a principios del 2006. Lo cierto es que una parte del mundo creyó que llegaba al poder un santón con una cohorte de hechiceros inmaculados. Todo fue una burda mentira. Ahora nos enfrentamos a un cartel de embusteros y confabuladores que están llevando a la democracia boliviana por los errantes caminos de la afligida y estafada Venezuela.