Evo Morales: desde el cielo del poder al vértigo de la derrota

Jorge Lazarte R. Hace un año, el 21 de febrero de 2016, se produjo un giro en la política boliviana, que para el gobierno y el MAS fue un verdadero sismo que hizo crujir los cimentos de su poder, dando fin a todo al ciclo político iniciado el 2006. La población en referendo había votado contra la reelección de Evo Morales. Era la primera derrota en 10 años y esta vez alcanzó al corazón mismo de todo el armazón del poder. ¿Por qué se apostó a una opción que es contraria a la tradición anti-prorroguista de Bolivia? ¿Cómo encajaron la derrota y cómo piensan salir de ella? y ¿qué es lo que podría esperarse hacia adelante?El 2016 habían empezado con euforia por los diez años continuos en el poder y la promesa de llegar hasta el bicentenario de Bolivia (2025), pues se consideran “propietarios y no inquilinos del palacio” de gobierno. Pero para ello había que habilitar a Evo Morales para una nueva reelección modificando la Constitución, que impide una reelección continua por más de una vez. En el rapto supusieron que la reforma sería sólo sería cuestión de mero trámite. Habían ganado tantas elecciones con el uso discrecional de recursos del Estado, el control de las instituciones básicas y con una oposición que es un espectro. Sin embargo, ya se habían producido ciertos procesos previos que fueron desportillando la imagen del gobierno y el MAS. De un lado, la corrupción casi cotidiana, mucho más extendida y profunda que en el pasado por la magnitud de los recursos manejados y sin control. El más inmediato y de gran resonancia material y simbólica, estalló a principios del 2015 con el Fondo Indígena, que benefició a las cúpulas de “movimientos sociales” cooptados por el MAS y habituadas al clientelismo. Las denuncias y revelaciones fueron en cascada durante todo el año. Del otro, el conflicto “redistributivo”, masivo, duro y dramático en su desenlace protagonizado por cooperativistas mineros, aliados del gobierno que los usó estratégicamente para estabilizar su poder, a cambio de reconocer constitucionalmente sus “derechos” pre-constituidos. El trágico desenlace con la truculenta muerte de un Viceministro del gobierno, abandonado por quienes debían protegerlo, puso al gobierno en la picota de sus responsabilidades. Un factor gravitante de todo este deterioro quizá ya irreversible, fue el reconocimiento oficial del desastre del sistema judicial, que estaba “peor que antes”, después de haber anunciado con entusiasmo en enero del 2012, que nacía por fin una “nueva” justicia con la elección “inédita” por voto universal de los magistrados de los más altos órganos de justica. No obstante, el gobierno y el MAS apostaron al referendo, ilusionados con creencia en la invulnerabilidad de Evo Morales, y alentados por encuestas que no confirmaban siempre la tendencia anti prorroguista del país. Este clima fue enturbiado semanas antes del referendo, con una historia rocambolesca de alcoba (que involucraba al Presidente del país) y presumible tráfico de influencia de la “novia” en oscuros contratos millonarios con una empresa china. Aunque nadie sabe cuál fue su impacto, ciertamente se sumó a los factores señalados y se produjo lo inesperado, como un rayo en un día sereno. El mazazo les hizo perder el libreto y ahora son presa de dilemas que empezaron la noche misma de las elecciones. En efecto, ante los primeros resultados negativos anunciaron que los resultados serían revertidos. Pero un impromtu en el Tribunal Electoral adelantó un porcentaje cercano a los dos tercios del “conteo rápido” -cuando oficialmente sólo llegaba al tercio- que ratificó la derrota. Entonces, declararon a regañadientes que “respetaban” el resultado. Lo que siguió fue un deambular sin saber con certeza cómo enfrentarían esta dura realidad, estremecidos ante el abismo de que podrían perder las elecciones si el candidato no era Evo Morales, y tener que rendir cuentas al país por toda la gestión de gobierno y de poder, con el riesgo cierto de que muchos de ellos terminen en las mazmorras.Al no encontrar candidato de relevo, retornó la apuesta por Evo Morales, caudillo (y no líder) irremplazable y único factor de cohesión de un MAS agrietado, y que les devuelve la ilusión de seguir en el poder. Desde el palacio se intentó vadear el malestar generalizado por este primer anuncio, declarando que la discusión sería diferida hasta el 2018. Pero más pudo el vértigo de verse despojados del poder y con el tiempo que no juega en su favor, y ya próximos a un Congreso Nacional del MAS, la necesidad de un nuevo mandato retornó con fuerza, aunque de manera errática, pues no pueden “imaginar” una derrota, como aseguró el excanciller.Este congreso (que también tiene vicios de legalidad) se reunió en los hechos para salir del entuerto y aprobó cuatro “vías” (aunque en los días previos se había puntualizado que eran ocho, luego cinco), que, según sus portavoces, “no se alejaban” un “milímetro” de la Constitución.Dos de las cuatro opciones requieren una nueva reforma constitucional parcial, que sería viable, aseguran, puesto que la Constitución no lo impediría. Ciertamente, con este razonamiento se podrían multiplicar las consultas todo el tiempo sobre lo mismo, hasta obtener el resultado que se busca, reduciendo a una farsa la “soberanía popular”, tan sacralizada. Por ello es que la reputada “Comisión de Venecia” aconseja se deje pasar algún tiempo y una reciente ley federal suiza estipula como no realizable una nueva consulta si ya ha sido realizada. Por lo tanto, no se trata de nunca más preguntar sobre el mismo tema sino cuándo sería pertinente. En el caso de Bolivia la respuesta puede inferirse de la pregunta del referendo que especificaba que con “reelección” se refería a un “periodo” constitucional. El referendo de febrero vale, por tanto, para todo el periodo y cualquier otra consulta similar solo procedería después del 2020. Y como saben que en un nuevo referendo el porcentaje negativo podría ser mayor, quizá cuentan con que esta vez sí no fallaría lo que falló en el escrutinio del pasado año.La tercera ocurrencia es la renuncia anticipada del actual Presidente, que al no cumplir todo su mandato no se contaría como “período”. Conforme a este disparatado razonamiento todas las Constituciones serían papel mojado. La cuarta posibilidad dejaría en manos del Tribunal Constitucional una interpretación habilitante, al modo nicaragüense. No es un azar que el Vicepresidente hubiera hecho ya referencia a derechos “fundamentalísimos”, que no existen en la Constitución (este mismo Tribunal en una singular interpretación modificó un artículo transitorio de la Constitución, y con ello dejó de contar un período constitucional para habilitar a Evo Morales, que está buscando ahora su cuarto mandato consecutivo). Después del congreso apareció un exabrupto presidencial declarando que si “yo fuera del Tribunal Electoral anularía las elecciones”. Más allí de lo que revela esta confesión, la ley prohíbe anular elecciones ante cualquier instancia. Hoy la letanía es que el “pueblo” habría sido engañado por la “mentira” y que votó con el “hígado” y no con el “cerebro”. Con esta argucia insólita ninguna elección en el mundo tendría ejecutoria. Sin embargo, una reciente declaración del Vicepresidente atribuyó contradictoriamente la derrota a una “locura” y pésimo “cálculo” de sus organizaciones sociales que habrían exigido adelantar la consulta. En suma, no hay vía de derecho para la habilitación, lo que ciertamente no será óbice para que intenten imponerse “de a buenas o de a malas”, como en la Constituyente. Ya salió desde palacio la convocatoria a “sacar al pueblo a las calles” el mismo día en que los colectivos ciudadanos marcharán para conmemorar el aniversario del NO, y que podría ser multitudinario en todo el país, después de un silencio prolongado. Como se sabe, en democracia se va del derecho al derecho, y no se viola el derecho desde el hecho. La fuerza sin el derecho es el despotismo. ¿Es el retorno del enfrentamiento?