Hace 60 años, una Europa herida de guerra se unía y cambiaba el mundo


Monnet, Schuman, Adenauer, De Gasperi: gigantes en perspectiva, gestaron el Tratado de Roma el 25 de marzo de 1957, embrión de la UE y exitoso desafío a la bipolaridad. Londres, hoy como ayer, no era de la partida

Se cumplen 60 años de la firma del Tratado de Roma que dio nacimiento a la Unión Europea

Se cumplen 60 años de la firma del Tratado de Roma que dio nacimiento a la Unión Europea



Aquel tratado, firmado en Roma por seis países -Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo- fue posible por la decidida voluntad de afianzar la paz de los dirigentes de posguerra. Pero también, aun con errores y retrocesos, es un modelo de integración para el mundo entero.

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Pensemos que los países firmantes se habían desangrado poco antes en una guerra de proporciones dantescas y, en particular, el dúo Francia-Alemania, motor de la nueva unión, tenía un largo pasado de enfrentamientos, ocupaciones territoriales y disputas fronterizas. Todo eso fue superado por la voluntad de una dirigencia que estuvo a la altura del desafío y por pueblos dispuestos a la reconciliación.

Paso a paso, una estrategia exitosa

El empresario y banquero francés Jean Monnet (1888-1979), que en 1948 ya había participado de la creación del ambicioso Consejo de Europa que reunía a diez países pero no logró grandes avances, fue quien concibió el plan de avanzar en la integración a partir de realizaciones concretas. La estrategia de los pequeños pasos.

Jean Monnet

Jean Monnet

Europeísta convencido, ya en 1943, cuando aún no había concluido la guerra, Monnet sostenía: «No habrá paz en Europa, si los Estados se reconstruyen sobre una base de soberanía nacional (…) Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto supone que los Estados de Europa se agrupen en una Federación o ‘entidad europea’ que los convierta en una unidad económica común».

Fue así como Jean Monnet concibió la idea de la creación, en 1950, de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) con el respaldo de tres líderes demócrata-cristianos: el francés Robert Schuman, el alemán Konrad Adenauer y el italiano Alcide de Gasperi. que comparten con él el merecido título de «Padres de Europa.

La delegación de Luxemburgo en el momento de la firma del Tratado de Roma, 25 de marzo de 1957

La delegación de Luxemburgo en el momento de la firma del Tratado de Roma, 25 de marzo de 1957

Esta será la primera administración supranacional europea. Gran Bretaña, como sucederá una y otra vez ante estas iniciativas de integración, se mantiene al margen.

El éxito de la CECA lleva a la creación de la Comunidad Europea de Defensa, que tenía dos finalidades: unir aún más a los europeos y demorar el conflictivo rearme alemán. Pero esta unión militar no funcionó y enfrió por un tiempo el ímpetu integrador.

Pero Jean Monnet no se rinde y esta vez sugiere un acercamiento en el plano de la energía nuclear civil (la Comunidad Europea de la Energía Atómica o Euratom, que se concretará en 1957, con el Tratado de Roma) y una supresión progresiva de las barreras aduaneras. En esta iniciativa encuentra el respaldo del belga Paul-Henri Spaak (1899-1972), promotor del Benelux, la unión aduanera entre Bélgica, Holanda y Luxemburgo.

La delegación alemana, presidida por Konrad Adenauer, en el momento de la firma del Tratado de Roma

La delegación alemana, presidida por Konrad Adenauer, en el momento de la firma del Tratado de Roma

En este marco, la invasión soviética a Hungría en noviembre de 1956 y la crisis de Suez (en la que Estados Unidos y la Unión Soviética, hicieron retroceder a Francia e Inglaterra) mostró dramáticamente la necesidad de reforzar la unión para enfrentar la arrogancia de las superpotencias.

Los tratados

Así se llega al 25 de marzo de 1957, día en que Alemania, Francia, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo firman en Roma dos tratados: el Euratom y el de la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE).

El primero es una prolongación y ampliación de la CECA (sumando lo nuclear al acero y carbón) que con el tiempo se irá disolviendo.

El segundo, en cambio, será fecundo en resultados: Llevará, paso a paso, a la integración económica y política de toda la Europa occidental.

Robert Schumann

Robert Schumann

El trasfondo es el debate sobre la instauración de un proteccionismo a nivel europeo, que recibirá el nombre de «preferencia comunitaria» y en este punto hay diferencias entre Francia -que apuesta a un ritmo lento en la rebaja de aranceles internos- y Alemania que, de la mano de su emblemático ministro de Economía, Ludwig Erhard, que abogaba por algo más drástico.

La ratificación del tratado por cada país no fue un proceso sencillo. Los acuerdos tienen opositores notables, como el prestigioso diputado socialista francés Pierre Mendès France que teme que la apertura de las fronteras y la competencia alemana arruinen la industria de su país.

Será el general Charles De Gaulle, convertido entre tanto en presidente, quien, pese a los pedidos de veto de su entorno, impulsará la ratificación del Tratado y, en un margen de la carpeta, escribe: «Somos fuertes pero ellos no lo saben».

El Tratado de Roma entrará en vigencia el 1° de enero de 1958. Se instaura un Parlamento con sede en Bruselas -hoy en Luxemburgo- y una Corte de Justicia en Luxemburgo. El poder ejecutivo queda en manos de un Consejo de Ministros de los países miembros. Pero la puesta en marcha de las decisiones es delegada en una Comisión Europea permanente cuya influencia irá creciendo continuamente desde entonces.

Konrad Adenauer

Konrad Adenauer

Los siguientes hitos de la construcción europea serán el Tratado de Maastricht en 1992, firmado por doce ministros de Relaciones Exteriores firman este tratado de «unión económica, monetaria y política» en Maastricht, Holanda. Desaparecida la Unión Soviética, la Unión Europea se ampliará y consolidará.

En Alemania, Helmut Kohl inició la reunificación de los alemanes tras la caída del muro (1989) pese a la reticencia de su socio francés.

Maastricht fue el segundo acto fundamental de la construcción europea. El tratado tiene cuatro puntos fundamentales: la creación de una ciudadanía europea; la ampliación de las políticas comunes (agricultura, política exterior, seguridad común); la cooperación en materia de justicia y asuntos internos; y la unión monetaria.

Hoy, las muchas dificultades que tiene la Unión Europea -crisis de algunas de sus economías, Brexit, avance de los nacionalismos- no deberían ensombrecer el legado de este proceso para la propia Europa y el mundo: abrió la más larga etapa de paz en el continente y aseguró la existencia de un tercer polo de poder en un mundo que fue bipolar hasta los 90 y que aún está en búsqueda de un nuevo equilibrio que debiera ser lo más multipolar posible y en ese contexto el aporte de Europa es esencial.

El papa Francisco, que se ha negado a recibir distinciones, aceptó sin embargo el premio Carlomagno, como signo de la importancia que atribuye a la unidad continental y, en vísperas de este aniversario recibió a los 27 líderes de la UE a quienes recordó que «el denominador común» de los Padres de Europa «era el espíritu de servicio, unido a la pasión política, y a la conciencia de que ‘en el origen de la civilización europea se encuentra el cristianismo’ (citando a Alice de Gasperi) sin el cual los valores occidentales de la dignidad, libertad y justicia resultan incomprensibles».

Alcide de Gasperi

Alcide de Gasperi

Bergoglio también les habló de la necesidad de retomar ese espíritu inicial, ahora más necesario que nunca «para hacer frente a las fuerzas centrífugas, así como a la tentación de reducir los ideales fundacionales de la Unión a las exigencias productivas, económicas y financieras».

«A los Padres de Europa he dedicado la primera parte de mi intervención -dijo Francisco-, para que nos dejemos interpelar por sus palabras, por la actualidad de su pensamiento, por el apasionado compromiso en favor del bien común que los ha caracterizado, por la convicción de formar parte de una obra más grande que sus propias personas y por la amplitud del ideal que los animaba».

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Fuente: infobae.com


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