‘Milenaria y sagrada’, no confundir con la otra

Demetrio Reynolds*Los libros y las revistas de otras épocas son como las tumbas, con voces que solo el que sabe escuchar, escucha. “¿Vas a los cementerios? – Mucho, mucho”. Pero también suele surgir en el camino algún incitativo asunto de la politiquería; se nos pega a veces a la punta de la pluma. Y entonces nos deslizamos, sin querer, por la escabrosa pendiente…La semana anterior y la que sigue al carnaval fueron ruidosas, musicales y movidas. Para varios asuntos pendientes era útil el pánico; por ejemplo, la nueva Ley de la Coca se aprobó a las carreras tras haber sacudido en las calles a los cocaleros de los Yungas. La solución salomónica reportó ventajas para ambos interesados. Pero la novedad estupenda fue que cinco galenos no pudieron diagnosticar los males del primer ciudadano de este país, lo vieron como a una iglesia abandona: sin cura. Por eso voló ¡urgente! hasta la Meca del socialismo de las Américas. Y allí, en dos palitroques dieron con las etiologías ignoradas.Como se sabe, el tema de la coca ha motivado una áspera polémica. Pero es craso error el juntarlas en una misma bolsa, siendo tan distintas como son. La que se acullica nada tiene que ver con la que se procesa para convertirla en sulfato de cocaína. Aquella es ciertamente antigua y tiene la rara cualidad de predecir el futuro o desentrañar algún enigma de la vida; por eso es sagrada. Había antaño veedores de coca en las comarcas de tierra adentro. Es buena compañera en la soledad, y también sabe labrar amistades entrañables. Está en la buena y en la mala: en los momentos tristes y en los de regocijo. La coquita en la ink’uña va a todas partes; sin ella no se puede empezar ninguna tarea importante. Hasta el sabor suele ser profética: dulce y exquisito para buen camino; desabrido y amargo en el anuncio de algo malo.Domingo Faustino Sarmiento, nos cuenta que cuando sucede un robo, el rastreador sigue las huellas de las pisadas del ladrón, y después de encontrar a un hombre, dice fríamente: “¡este es!”. El delito está probado. El delincuente rara vez resiste esta acusación.A semejanza del rastreador argentino, que utiliza como testimonio la huella de las pisadas, el veedor en Bolivia “lee” la revelación en la expresividad misteriosa de las hojas de coca.En Yocalla (Potosí) aún vive gente que recuerda este episodio, uno entre varios:Ese martes de carnaval, Juan de Dios se animó a cruzar el Pilcomayo. Hombre de palabra, no quería fallar; lo esperaban para la ch’alla sus compadres. Audaz y corajudo jinete, varias veces había cruzado antes. Pero ahora su caballo tropezó en el vado y lo arrojó al río. “No busquen ya, el cuerpo no ha pasado el puente; esperen que se aclaren las aguas. La coca revela que está en el dique”. Una semana después, doblaban las campanas…*Escritor, miembro del PEN BoliviaEl Día – Santa Cruz