Karen ArauzEl 1979 Bolivia conoció brevemente, muy brevemente, lo que era una victoria diplomática importante. El 31 de Octubre, siendo Presidente Walter Guevara, se efectuó una Sesión General de la OEA en la ciudad de La Paz de donde emergió la «Declaración de La Paz» que apuntaba que la demanda marítima boliviana, era de «interés hemisférico permanente». La OEA emitió en esa resolución, el fondo de lo que hoy Bolivia busca en la Corte Internacional de La Haya: «Los estados a los que este problema concierne más inmediatamente, que inicien negociaciones encaminadas a dar a Bolivia una conexión territorial libre y soberana en el océano Pacífico». Es obvio que en ese entonces, como hoy a La Haya, Chile le negó a la OEA competencia sobre el tema. Sin embargo, el peso específico de la OEA en ese momento, significó un golpe bajo para la política chilena en lo concerniente al bilateralismo en el diferendo del mar. Bolivia, la noche del 31 de Octubre de 1979, salió a festejar a las calles un logro que resaltaba orgullo popular. El amanecer de esa histórica noche, golpe de Estado mediante, se tiño de sangre y de vergüenza. Las múltiples consideraciones muy bien documentadas en el libro de Ricardo Sanjinés «Democracia bajo fuego» no deja espacios a la duda. El golpe de Todos Santos liderado por Natush Busch y algunos célebres aliados de la época, le propinó a Bolivia una paliza de la que nunca se recuperó. La declaración de la OEA, no pretendía el peso de cosa juzgada de estricto cumplimiento. Pero el valor moral que significó para el país esa célebre Asamblea, nos hubiera permitido todos estos años, involucrar el interés de la región de lo que siempre debió ser: un tema de ineludible importancia regional. Desde entonces, nos ha costado sudor y lágrimas, despertar el interés y la conciencia en vecinos, potenciales aliados para nuestra reivindicación con calidad marítima. En la última década, se ha desperdiciado lo llamativo e interesante que pudo haber sido el que un «indígena» sea elegido Presidente del país. El halo de admiración, reivindicación, inclusión y equidad, se fue desdibujando a medida que pasaba el tiempo en virtud a que Evo Morales se dejó seducir por socialistas impostores, que dio fin con la novela heroica del Presidente surgido de las bases postergadas de la sociedad. Fue rápida la transformación. Los indígenas nunca encontraron el lugar que supuestamente ocuparían. El ego y los delirios de una grandeza sin par, hicieron perder no solo el rumbo, sino lo genuino que pudo haber aportado a la historia de este país. Las ideas de otras latitudes importadas, sumado a un «purismo» totalmente cuestionable, a raíz de que se pergeñó un nuevo Estado que fue utilizado para desechar todo lo anterior, desconociendo lo positivo sin reparar que Bolivia no nació desde la toma del poder por el MAS y sus movimientos sociales.Los ingentes recursos que como nunca antes en la historia del país ingresaron a las arcas públicas, fue un elemento distorsivo más. Se creó una ilusión óptica donde el descontrol, la falta de planificación, la nula previsión y la irrealidad que eventualmente – tarde o temprano-, nos volverían a poner los pies en la tierra, hizo de todo una deformación permanente. Lo que se ha hecho en términos de administración del Estado, no tomó en cuenta, que todo cambia, gira y se transforma. Si los chinos crecieron en algún momento al 12% y su voracidad por materias primas parecía un sueño inacabable hecho realidad, se debió prever que cuando llegara la ineludible declinación, sería en desmedro del país gracias a la irreflexiva conducción. Y ahí se quedaron, codiciando la propiedad del queque y su hoyo solo porque existe el MAS y Evo Morales y todos ellos creen tener el monopolio de la verdad absoluta.Lo penoso es que en el desconocimiento y rechazo de todo que consideraban odiosamente ajeno, se prescindió de valores inobjetables en esta aldea global que es el mundo hoy. Y hay conocimientos que son parte de lo imprescindible. El arte de conversar, negociar, concertar, encontrar puntos coincidentes con amplios conocimientos de historia, vale decir diplomacia, es imprescindible para la interrelación pacífica entre países. Hay excesos de una lealtad tan mal entendida, que va más allá de todo límite aceptable. Andrés Pary, -como en su momento Natush Busch-, interpuso intereses personales u obsecuencia vergonzante por encima de todo lo demás. Lo malo es que su accionar es sobre todo, carente de inteligencia considerando que el país ha puesto todas sus fichas ante el escrutinio de la mirada internacional, y no es granjeándose enemistades que se logran resultados. Defender lo indefendible como el gobierno de Maduro es irracional, pero además, lo que acaba de acontecer en el seno de la OEA, ha horadado profundamente la coherencia esencial de lo único que nos ha venido dando ciertos fundamentos como Nación. Pareciera que en este punto, se han granjeado con vigor aquello de que hay pecados que no admiten ni perdón, ni olvido.