¿Dónde está el poder?

Julio Aliaga Lairana

Pasará desapercibido porque el motivo del debate será otro, ya que un aumento del 10% en el salario básico y otro del 7% en el mínimo dan para sendos pronunciamientos, pero no es tema de este post.

Lo que quiero resaltar del acuerdo alcanzado entre la Central Obrera Boliviana y el Gobierno pluritutifrútico que preside Morales Ayma en Bolivia es algo que encierra gravedad y que devela el por qué la democracia está herida de muerte y la razón de la deriva gubernamental que puede llevarnos a situaciones iguales o peores que el enfrentamiento que está sufriendo Venezuela estos días.



No conozco un acuerdo semejante ni acá ni en otra parte del mundo, donde un Gobierno Nacional, incluya en el texto un artículo o clausula a través de la cual se desliga de las consecuencias de decretos y determinaciones que se compromete a adoptar. Un gobierno que dice que va a tomar decisiones pero que no asume las consecuencias que pudieran producir; eso no es un gobierno, eso es un fantoche.

¿Quién tiene realmente el poder? Hasta hoy se podía decir que una rosca corrupta se había apoderado de los órganos del Estado y que logró postrar ante si a ministros, legisladores y jueces, rompiendo todo equilibrio democrático; pero esto va más allá. Yo pensaba que Morales Ayma era un líder carismático que encarnaba la «revolución» etnonacionalista de este populismo autoritario y desbocado que habita Palacio de Gobierno y que, como tal, vivía jugando fútbol, viajando por el mundo, discurseando tonterías, seduciendo muchachas y pasándosela bien, mientras la rosca gobernaba el país; pero no… esto es más grave.

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Ricardo Paz Ballivían les llama «las minorías eficaces», que no son otras que núcleos de dirigentes de sindicatos o asociaciones y dicen representarlos mientras obtienen por ello dádivas, concesiones, contratos y empleos, a cambio de su apoyo político, mostrando capacidad de movilización en las calles y que con esta fuerza, se llevan por delante toda ley y toda norma, y a toda autoridad en ejercicio de sus funciones, imponiendo sus designios a la mayoría del país, estemos o no de acuerdo con ellos.El acuerdo con la COB lo muestra de cuerpo entero… No estoy de acuerdo con lo que voy a decretar -dice el Gobierno-, pero no me queda otra, que si no paralizan el país, los conflictos se generalizan, no puedo tomar decisiones y mucho menos puedo hacerlas cumplir. El artículo cinco del acuerdo entre la COB y Morales Ayma muestra no solo un gobernante a la merced de sus aliados, sino el destino de la «revolución» etnonacionalista, haciéndose jirones según para que lado tire quien tenga capacidad de hacerlo. En este circo, el tigre ha decidido comerse a su domador.