El periodista e investigador, Harold Olmos echa por tierra los argumentos de «separatismo» y «magnicidio» que manejó el gobierno de Evo Morales en relación al caso Rózsa-terrorismo.
Caso Rózsa: Vi que la condición humana está menoscabada
El periodista Harold Olmos investigó el caso durante 4 años y publicó un libro de 729 páginas.El periodista Harold Olmos (der.) y Alcides Flores, jefe de redacción de Página Siete. Foto: Página Siete.Desde que estalló el caso terrorismo, Harold Olmos sabía a dónde se metía. Y desde el principio, allá en 2009, se embarcó en una travesía sin saber -sin embargo- que pariría su primer libro, de 729 páginas, al que bautizó con el título Labrado en la memoria.Cuatro años le tomó estructurar sus anotaciones a este periodista de 73 años, «riberalteño universal”, que forjó sus primeras armas en el oficio en Presencia, cuando apenas tenía 18 años. Llegó a La Paz solo, desde su pueblo natal, apenas terminado el colegio, con la idea de convertirse en ingeniero petrolero, pero el camino hizo que desembarcara en el diario católico.Es un periodista prematuro y quizá uno de los pocos en Bolivia con tanta trayectoria en el periodismo internacional, desde Associated Press (AP), agencia de noticias que lo convirtió en políglota (además de español, habla inglés, italiano y portugués).Dos años habían transcurrido desde su jubilación cuando estalló el caso terrorismo. Pero su pasión por su trabajo no le dio tregua, y fueron las muchas dudas que lo empujaron a meterse de lleno en este acontecimiento tan confuso para el público, lo que lo llevó a plantearse una tarea: organizar esta historia con los mejores verbos, hacerla legible, diáfana, como todo lo que conlleva una práctica básica del periodismo.¿Qué lo llevó a embarcarse en esta tarea tan polémica, tan compleja?Como periodista, acostumbrado a darle un entendimiento a lo que vas a escribir, con este caso me encontraba con grandes dificultades. Entonces me dije: «Voy a escribir todo esto, voy a tratar de entenderlo”. Así nació el primer segmento de esta obra: Allá donde me entierren, nadie se arrodillará (la obra tiene cuatro libros, cuatro partes).No es un nombre común, pero llama la atención. ¿De dónde vino esa frase?Yo traté de interiorizarme cuanto me era posible en la vida de Chico (el documental que la directora Ibolya Fekete realizó sobre la vida de Eduardo Rózsa Flores lleva el nombre de Chico), el personaje que encarna Rózsa, que es su propia vida, en una película premiada en un par de festivales en Europa.Viendo por tercera vez aquella película, noté en la traducción que los milicianos, entre los que estaba Rózsa, cantaban un ritornello (estribillo) en el que se destacaba esa leyenda, que expresa la vida de este hombre. «Allá donde me entierren, nadie se arrodillará”.En ese momento me preocupé por investigar dónde estaba enterrado y llegué a su tumba. Tomé una foto y efectivamente estaba enterrado en un conjunto de cuatro nichos. Él estaba encima. No había ni una flor, lo que hacía dramática y trágicamente veraz el ritornello: «Allá donde me entierren, nadie se arrodillará” (Rózsa está sepultado en el Cementerio General de Santa Cruz).Rózsa es, sin embargo, apenas una pieza en todo este caso…Es un relato de cómo aconteció el juicio, cómo se dieron las exposiciones de los acusados, los debates, pero también un relato de los elementos que se cruzaban y se cruzan en la vida boliviana, de un hecho fascinante en el país.Es una crónica de lo que ocurría en las salas de audiencias. Estuve en todas ellas.En qué momento usted dice: ¡Esto lo tengo que escribir!Me encontré con un tsunami de datos dispersos. Yo decía: «Si yo, que estoy acostumbrado a procesar información, no logro entender mucho esto, me imagino cómo será la situación de la gran mayoría de los lectores y oyentes”. Y resultado de eso fue el primer libro. La Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB) tomó inmediatamente la idea y la auspició. Esta primera obra (la primera parte) se agotó, pero no hubo cómo reeditarla porque lo que ocurría seguía dando noticia.Después, el juicio se trasladó a Santa Cruz, donde comenzaron las sesiones y se dio una avalancha de datos provenientes de los acusados, de cómo se formulaban las acusaciones y la tragedia de las familias alrededor de ellos y lo que se sentía en Santa Cruz.Hay que haber vivido acá en esos tiempos para darse cuenta de la desazón que había en esta sociedad.Separatismo, magnicidio, terrorismo, alzamiento armado. Los cargos contra los acusados eran de extrema gravedad.Un cargo de separatismo no es fácil de aceptar, cualquiera sea el medio. Estás hablando de algo mayor en medio de América del Sur. ¿Alzamiento armado para enfrentarse a un Ejército formado por 50.000 hombres?¿Hubo intentos de separatismo?Tenía que investigar si hubo o no los hubo. Viendo objetivamente, no se ve nada que pueda acoger con algún valor ese disparate.¿Intento de magnicidio?Tampoco. Esa ha sido la muleta con la que el Presidente se ha presentado en medios internacionales en los primeros años, denunciando que querían matarlo. Pero ese cargo fue excluido de la acusación porque no habría habido cómo sustentarlo y habría perjudicado los otros elementos: separatismo, alzamiento armado y terrorismo.Si le metían magnicidio, todo tambaleaba. No habría habido cómo sustentarlo y habría distraído la atención y -quizá- habría puesto al Presidente en una posición, poco deseable, de ser investigado.Usted ha estado en todas las audiencias, ¿con qué se topó en lo que debió ser la mayor cobertura periodística que realizó en sus 37 años de carrera?Ya desde adentro vi la fragilidad del sistema judicial boliviano, la pobreza del sistema judicial y la pobreza de las personas, y los vínculos de solidaridad que se forjan entre los acusados. Presencié una situación en la que la condición humana está menoscabada y te das cuenta del país en el que vives y de la justicia que tienes. Hasta ahora no se ha probado fehacientemente nada.Lo de magnicidio ha sido excluido, lo de terrorismo, ¿sobre qué base? Los únicos dos actos de supuesto terrorismo que se mencionan en todo el caso son dos: la explosión de una dinamita en la residencia del entonces viceministro de Autonomías, Saúl Ávalos, que después fue descartado.El otro acto de supuesto terrorismo ocurrió con la otra explosión, en la casa del cardenal. Era una bombita, un artefacto explosivo en un portón sólido de Terrazas, quien además no estaba ahí, estaba en Vallegrande. ¿Qué inteligencia es aquella que no percibe que el objeto del atentado está a 300 kilómetros de distancia? Eso te crea sospechas sobre la base de la tesis oficial, y luego vinieron las discrepancias en torno a cómo ocurrió eso. Era tan raro el ambiente para esa parte del proceso que el cardenal decidió no abrir cargos, se apartó, y dejó que el Ministerio Público siguiera por su cuenta.La situación de los que murieron también parecía extraña.Ellos venían de varios hoteles, pero terminaron en el Hotel Las Américas, donde -según Marcelo Soza (exfiscal que investigó el caso)- estuvo planificado que estuviesen allí aquel día, para cuadrar dentro de un plan que se forjaron para este caso.Ellos tenían que estar aquella noche en el Hotel Las Américas y la Policía tenía que estar preparada para operar en ese hotel.Pero, ¿cómo los llevaron ahí?Parte del plan previo era ese. Habían hecho entrenamientos incluso con base en ese hotel. Soza llegó a decir que tenían maquetas de manera natural para hacer más real el escenario preparatorio. El caso te intriga.Pero, ¿cómo lograron concentrarlos en ese lugar?Estaba precocido muchas veces. Soza dijo que ya se sabía el lugar en que iba a estar cada uno. La carta que Soza escribió al Conare (Comité Nacional para el Refugiado) de Brasil nunca fue aceptada acá. La descartaron en Bolivia para efectos del juicio.Quien haya planificado todo esto, ¿se salió con la suya?Soza tiene varias páginas en las que habla de esto y que todo fue planificado en La Paz. Y lo dijeron no sólo Soza, sino los otros fiscales que antes estuvieron a cargo del juicio y que acabaron presos acusados de extorsión, lo que te revela la magnitud moral de toda esta situación.Si así fuera, esto no fue un hecho casual o espontáneo.Fue el propio Soza -que fue el que armó y el que compuso todo el memorial acusatorio- que dijo que esto fue montado. Luego se escapó porque estaban tras él. Lo iban también a meter preso.¿Qué le ha impactado?La situación humana. Ver a los enfermos, el padecimiento de los acusados, el sufrimiento de las jurados y muchas paradojas.¿Qué paradojas?En el libro narro varias denuncias de los acusados. Por ejemplo, las juezas ciudadanas fueron juramentadas en ausencia de Gary Prado Salmón, que estaba de viaje; de El Viejo, que estaba en terapia intensiva; y de Ronald Castedo, que estaba también enfermo. Eso no debió haber ocurrido porque tienen que estar presentes todos los acusados para que tomen conciencia de quiénes son los que los van a juzgar.La otra cosa extraña es que no se realizaran las audiencias en el lugar en que sucedieron los hechos, y que los jueces no fueran del lugar del delito.Otra de las paradojas tiene que ver con uno de los abogados, que demostró que Soza y los que lo ayudaron a configurar la acusación no tenían idea de lo que era una milicia que iba a combatir al Ejército boliviano. Supuestamente la milicia acá habría sido formada por gente de la Falange, lo que es inexistente; gente de la Guardia Municipal y gente de las comparsas carnavaleras. ¿Una milicia separatista formada a base de esta gente?El único entrenamiento que pudieron tener los guardias municipales, que llegaban a 900 o 1.000, eran las batallas campales con los chicheros, pero que acaban siendo corridos. Y las comparsas carnavaleras… ¿cuáles comparsas? Mencionaron a dos, una de ellas los Tauras. El promedio de edad de las comparsas citadas era de 70 y 80 años. Difícil formar una milicia así, ¿no?Todo eso le ha restado credibilidad al caso.¿Tenían que morir?Yo creo que en los planes de quienes pudieron haber ideado esto, pudo haber estado aquel final. Dijeron que se salvaron esos dos porque no dispararon contra la Policía cuando invadió el hotel. Algo extraño, sin embargo, ocurrió, y que no ha sido suficientemente cuestionado: esos tipos estaban semidesnudos. ¿Iban a atacar a la Policía desnudos?Yo le pregunté a una fiscal de entonces, «qué le parecía esto. ¿No le parece morboso?”. «Vamos a hablar después”, me dijo. Y a la semana siguiente ya no era más fiscal. La echaron.¿Estamos acostumbrados a que las cosas queden impunes?Hay una cultura no sólo boliviana, sino que ocurre en muchas partes: muchas cosas quedan impunes y son amparadas por el poder o de alguna manera permanecen en el silencio.¿Estamos ya acostumbrados a que pasen así las cosas?Yo creo que no. Hay cierta resistencia en el espíritu humano a aceptar aquello que se le envía como mensajes verdaderos sin filtrarlos. Es decir, la gente dice: «Un momento. Eso no puede ser así. Veremos cómo verificar”.¿Cómo vio a los acusados?Fue terrible ver a algunos presos en compañía de sus esposas y de sus hijos asistiendo ahí y muchos sin saber realmente de qué estaban siendo acusados. Es el caso de un policía beniano, que le rogaba al tribunal que le diga de qué era culpable.Estamos a meses de las elecciones judiciales, ¿usted cree que mejore la situación?No, porque creo que una buena parte de esto está sustentada en la estructura de la sociedad boliviana, porque hay muchas fallas en la educación del ser humano. El problema fundamental radica en la educación.Investigación marcada por la confusión y muchas dudasLa investigación del caso terrorismo ha estado envuelta en cuestionamientos a los argumentos que utilizó el Ministerio Público para sustentar su acusación.El hecho ocurrió el 16 de abril de 2009, cuando la Policía Boliviana realizó un operativo en el Hotel Las Américas, en la ciudad de Santa Cruz. En la operación perdieron la vida el húngaro-boliviano Eduardo Rózsa Flores, el húngaro-rumano Árpád Magyarosi, y el irlandés Michael Martin Dwyer. En cambio, el boliviano-croata Mario Tadic y el húngaro Elod Tóásó sobrevivieron y ahora están libres.La operación policial fue criticada porque se realizó en medio de muchas irregularidades, como la ausencia de un fiscal, o porque la explicación que dieron sobre las razones de la muerte de los supuestos «mercenarios” no convenció.Al día siguiente del asalto en Santa Cruz, el Gobierno acusó a los integrantes de la supuesta milicia de ser parte de una célula terrorista y estaban en Bolivia para apoyar un movimiento separatista.El Ministerio Público utilizó esa acusación para desbaratar a los líderes cívicos de la «media luna”, en encarcelar a los que supuestamente apoyaron ese movimiento.Pero los líderes acusados aseguran que el caso fue montado por el Gobierno para eliminar al movimiento opositor que, en ese entonces, tomaba fuerza en el país. Esa hipótesis fue alimentada por la versión del fiscal Marcelo Soza, a cargo del caso, que desde Brasil -país al que huyó- escribió al Conare de ese país sobre la supuesta farsa.PÁGINA SIETE / Alcides Flores / Santa Cruz