Se aproxima el final

Manfredo Kempff Suárez

El final no es en Bolivia, es en Venezuela donde se aproxima furioso, porque Maduro ya ha sobrepasado todo lo que un pueblo puede soportar, desde que permitió el salvaje asalto de sus esbirros a la Asamblea Nacional, perjurando inocencia, y cuando en los últimos tres meses el régimen está haciendo asesinar a una persona cada día. La complicidad de un sector de las Fuerzas Armadas, sumisas y satisfechas, hace posible que la “nomenklatura” chavista pueda todavía disfrutar de un poder cadavérico.

Hace mucho que hemos afirmado que la solución venezolana pasará por el Ejército. O el Ejército ahora sometido se subleva decididamente y tumba a Maduro llamando a elecciones inmediatas, o los militares salen a matar más venezolanos y pasan, de ser cogobierno disimulado, a relevar a Maduro, alineados con la revolución chavista, garantizándoles el pellejo a quienes han destrozado Venezuela.



Sin menoscabar el valor de los varones de la oposición, curiosamente puede que sean las mujeres venezolanas, con ira y hambre, quienes activen el explosivo cívico-militar definitivo, porque desde que la Fiscal General Luisa Ortega denunció la inconstitucionalidad del Gobierno, se alineó abiertamente con María Corina Machado, Lilian Tintori, Patricia Ceballos y muchas otras valientes que nos hacen recordar a la Santa Cruz de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Venezuela está devastada y ya no soporta más la ineficiencia y corruptela de los socialistas del Siglo XXI. Con un barril de crudo por debajo de los 50 U$, nada pueden hacer si cuando estaba sobre 100 U$ ya había que importar desde el pan hasta el agua. Chavez convirtió a su nación en el país de la pachanga, el despilfarro y la farra continua, invitando a su mesa a que se emborracharan gratis todos los caribeños que lo desearan, empezando por Cuba, la más voraz bebedora, ahora tratando de curar la resaca pero sin soltar el convite venezolano cada vez más escaso.

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Los convidados al banquete de Chávez y al “coñichi” de Maduro han evitado que se produzca una censura internacional al régimen, pero eso no va a perdurar. La presión regional más el coraje del pueblo, hará que el autócrata tenga que convocar a elecciones inmediatas o proseguir con su macabra cuota de un muerto diario. Si Maduro se empeña en aferrarse de una entelequia, serán las calles bullentes y la milicia todavía indecisa quienes den fin con esta utopía que tantos males ha causado. Ya es hora de que a los populistas se los instale, como ejemplo a no seguir, ante la mirada del mundo.