Elecciones a la cubana

Emilio Martínez Cardona*¿Qué en Cuba no hay elecciones? Claro que sí, pero unas donde no se decide absolutamente nada y donde todo está pre-cocinado. La isla caribeña ya ha entrado en la etapa de nominación de candidatos, camino a los comicios que comenzarán el 26 de noviembre, con una eventual segunda vuelta el 1ero de diciembre.Al tratarse de un sistema indirecto, todo el risible proceso culminaría recién en febrero del 2018, con la fase “parlamentaria” de las elecciones a cargo de los delegados.Mediante este mecanismo se renovará la denominada Asamblea del Poder Popular, mera caja de resonancia del Partido Comunista Cubano, pero donde se formalizará el posible traspaso de poder del dictador Raúl Castro a su sucesor.Este podría ser el hasta ahora vicepresidente Miguel Díaz-Canel, oligarca a la rusa, o la propia hija de Raúl Castro, Mariela, grata a la internacional neo-marxista de la “ideología de género”.Para evitar cualquier contratiempo, la policía cubana “está muy alerta” ante la posibilidad de que algún atrevido opositor o disidente se apersone en las asambleas locales de nominación, aspecto que termina de dibujar a estas elecciones de opereta.La sucesión no entraña la más mínima probabilidad de democratización, sino que simplemente se apunta a consolidar la transformación de la dictadura comunista en dictadura de un capitalismo militar de Estado, operado por los enriquecidos descendientes de la nomenklatura revolucionaria.Mientras tanto, otros países de América Latina también se encaminan hacia un sistema electoral a la cubana.Acabamos de ver lo sucedido en las elecciones regionales de Venezuela, farsa que seguramente se agravará en los comicios municipales de diciembre. Procesos donde la ilegal Asamblea Nacional Constituyente se abroga el derecho de filtrar candidatos y hasta de desconocer resultados en caso de que los ganadores no se cuadren obedientemente ante ella.En Bolivia nos encaminamos por segunda vez a unas elecciones judiciales de partido único, donde todos los postulantes de las ternas para los altos tribunales guardan algún tipo de ligazón con el oficialismo. Votar “azul, azul o azul” parece ser la única alternativa dada por el régimen evista a los ciudadanos, que ante la trivia monocolor optarán previsiblemente por un voto nulo o blanco de poco efecto real, pero de gran potencialidad simbólica o deslegitimadora.El cepo institucional impuesto por los impulsores del partido hegemónico o único, según los casos, está relacionado estrechamente con la necesidad que tienen estos cleptócratas de seguir medrando de la cosa pública, es decir, del trabajo e iniciativa de los demás (tras la implosión de la mafia K, en Argentina se habla de contenedores repletos de dinero enterrados en las montañas). Se trata de un sistema de dominación y explotación que paradójicamente utiliza en su beneficio la fraseología igualitaria, haciendo que –como ya advertía el lúcido George Orwell en su “Rebelión en la granja”- algunos sean mucho más iguales que otros…*Escritor y analista político