Jacob Zuma, el adiós del presidente polígamo que decía ducharse después del sexo para eludir el sida

En 2019 finaliza su mandato pero el Parlamento quiere destituirlo. En su trayectoria: escándalos de corrupción, una denuncia por violación y más de 20 hijos con una decena de mujeres.

Jacob Zuma

Sobrevivió a sucesivos procesos por corrupción en importación de armas. Salió airoso de un juicio en el que se le acusaba de la violación de la hija de un amigo. Pudo defender ante la opinión pública tener más de veinte hijos con casi una decena de mujeres distintas apelando a su derecho tradicional a la poligamia. Tampoco le pesó no tener estudios superiores ni insultar a los homosexuales.Cuando llegó a ser presidente de Sudáfrica afrontó el periodo de mayor recesión de su país en casi dos décadas y se puso de perfil en una matanza de mineros en huelga llevada a cabo la policía. Ante la adversidad, escandalizaba a la opinión pública mundial vestido con pieles de leopardo y taparrabos, lanza y escudo en ristre, atuendo zulú, para desafiar a sus enemigos.Pero el problema lo tenía en casa. En sentido literal. A raíz de una investigación periodística, la defensora del pueblo Thuli Madonsela le hizo devolver el dinero que había tomado del erario público, entre 15 y 20 millones de euros, para reformar su granja. Zuma se había construido un complejo de veinte edificios para albergar a sus cuatro esposas y sus respectivos hijos en su aldea natal, Nkandla, en la provincia de KwaZulu-Natal. Las casas estaban unidas por una red de alcantarillado y contaban con una clínica, un establo, un anfiteatro, un helipuerto y lo más polémico, una piscina.Zuma dijo que la piscina era en realidad un depósito de agua al aire libre por si se declaraba un incendio, estaba pensando para que los bomberos tuvieran agua a mano. Y que mientras no hubiera fuego, los niños de la aldea podían bañarse en ella si querían, aunque el recinto estaba celosamente vallado y el pretexto del conjunto de las obras era por razones de seguridad. Se quejaba de que un hombre había entrado años atrás y violado a una de sus esposas. De hecho, se había expulsado a los vecinos de las inmediaciones, tres familias, con pagos de miles de euros como indemnización, si bien Zuma adujo en el juicio que se les desplazó para instalar «tiendas de chucherías».Según reveló el New York Times, el gobierno arremetió contra la defensora del pueblo por atreverse a atacar al sagrado partido de Nelson Mandela, el ANC, acusándola de ser una agente de la CIA. Tshiamo Tsotetsi, un líder del Congress of South African Students (COSAS) la mítica organización que velaba por los derechos de los estudiantes negros víctimas del apartheid, dijo en un discurso ante sindicalistas mineros que Madonsela tenía una nariz «fea y grande», a lo que el respetable respondió coreando: «Que le jodan al informe Nkandla y que le jodan Mandola». Otros líderes del COSAS se excusaron diciendo que Tsotetsi hablaba a título personal, pero el mensaje estaba enviado. A su líder lo defenderían como gato panza arriba.Sin embargo, Mandosela le doblegó. Le hizo devolver los fondos y en las elecciones municipales de 2016, el partido de Mandela, que ha gobernado Sudáfrica arrasando en las elecciones una y otra vez desde el final del apartheid, sufrió el mayor revés electoral de su historia. Perdió el control de 27 ciudades, 4 de ellas entre las 8 más importantes del país. En 2004, cuando Zuma era vicepresidente, anunció que el ANC gobernaría «hasta que Jesucristo regrese». Esa misma noche, el tuit «Jesus is back!» fue ampliamente compartido en las redes sociales.Tocado, pero no hundido. Zuma aún pudo sobrevivir a una moción de censura un año después, la sexta a la que hacía frente, pero ya no se presentó a las primarias del 54 congreso del todopoderoso ANC. «A pesar de los desafíos, hoy el partido aún representa los sueños, aspiraciones y esperanzas de millones de personas que están marginadas y que están en la periferia de nuestra economía», dijo en el emotivo discurso de su adiós. Pero su candidata, Nkosazana Dlamini-Zuma, que también es su ex mujer -se divorciaron veinte años atrás aunque mantuvieron buenas relaciones políticas- fue derrotada por Cyril Ramaphosa, un multimillonario alineado con el ala liberal y tecnócrata del partido. Ha sido el final de su carrera y de los sectores izquierdistas de la organización.

Jacob Zuma Nkosazana Dlamini Zuma

Sus inicios no fueron fáciles. Zuma era el primogénito de cinco hermanos de dos padres distintos con su madre y tenía siete hermanos más que su padre tuvo con otra mujer; un padre que murió cuando él tenía tres años, sin que llegase a conocerlo. Sola, su madre tuvo que ganarse la vida como empleada doméstica, lo que obligó a que Zuma pronto se viera obligado a apartar los estudios para dedicarse a trabajar en los suburbios de Durban, la ciudad más grande de la región de KwaZulu-Natal.Dadas las circunstancias, no tardó en afiliarse al Partido Comunista y alistarse en el Umkhoto we Sizwe (Lanza de la nación) el brazo armado del ANC de Mandela, con el que fue a parar a la cárcel de Robben Island. Cumplió íntegros los diez años de prisión a los que fue condenado sin que se minase su moral, puesto que una vez en libertad regresó a la oposición clandestina. En 1978, fue enviado a la URSS, donde recibió formación para luego liderar el NAT, la inteligencia del partido. Esa fue su etapa más oscura. Se le acusa de haber participado en torturas y asesinatos para detectar y eliminar a traidores dentro de las filas del ANC. En 1989, llegó al buró del Partido Comunista. Simultaneaba la militancia en el partido leninista y en el de Mandela, algo habitual en la lucha contra el dominio de los afrikáneres.Con la caída del apartheid, su sucesor en la inteligencia del partido, Mosiuoa Lekota, apodado «Terror», pero no por las purgas sino por su estilo jugando al fútbol, llegó a premier en 1994, mientras Zuma fue designado heredero por el mismísimo Mandela para dirigir el ANC. No sin antes derrotar en primarias a la ex esposa de «Madiba», Winnie Madikizela-Mandela.Zuma se había casado en 1973 con Gertrude Sizakele Khumalo, llamada «MaKhumalo», con quien llevaba 14 de años de relación. En 1976 se volvió a casar con Kate Mantsho, una azafata de las Líneas Aéreas de Mozambique. Y en 1982, contrajo de nuevo matrimonio con Nkosazana Dlamini-Zuma, la que sería en los 90 ministra de Sanidad del gobierno de Mandela. Con MaKhumalo no tuvo hijos. Con Kate, cuatro: Mxolisi, los gemelos Duduzile y Duduzane, Phumzile y Vusi. Y con Dlamini fueron cuatro hijas: Msholozi, Gugulethu, Thuli y Thuthulike.De Dlamini se divorció amistosamente en 1998, pero dos años después, Kate se suicidó tomando un combinado de somníferos y medicamentos contra la malaria. En su nota de suicidio, escribió que su matrimonio había suido «un infierno de veinticuatro años», rogaba que a su funeral solo acudieran sus hijos y su familia materna, pero no Zuma, a quien suplicaba que al menos cuidase a los niños, que no permitiera que pasasen hambre y que les pagase sus estudios. Le deseaba suerte en los retos políticos que afrontaba por esas fechas y esperaba encontrarse con él en la otra vida, pero esta vez, sin ser marido y mujer, puntualizó.La nota de suicidio apareció en los medios. Se les acusó de conspiración contra Zuma, pero no fue filtrada, sino recogida del juzgado, puesto que se trataba de un documento público. Del escándalo en la prensa surgió una sorpresa, salió a la luz que había otra mujer más, la cuarta. Nompumelelo Ntuli tenía solo 25 años, provenía de su región natal. Dos años después, le dio tres hijos: Manqoba Kholwani, Thandisiwe y Sinqobile. Se casaron en la aldea de Zuma, Nkandla, en 2008, en una boda tradicional con 500 invitados. El enlace se mantuvo en secreto porque el futuro presidente no quería exponerla a la presión mediática. En ese momento era un bígamo divorciado y viudo, todo a la vez.En 2010, hubo más. Se casó con Thobeka Stacie Madiba, a la que conoció cuando tenía 21 años y había pagado su dote en 2007, llamada lobolo, a su padre.

Thobeka Madiba y Jacob Zuma

Con ella tuvo tres hijos más. Es la esposa de Zuma que más se deja ver y está considerada como la más glamurosa. El verano pasado, en su Instagram publicó una fotografía sirviéndole la comida a Zuma y escribió: «Esposas, sométanse a sus maridos como al Señor. Porque el esposo es la cabeza de la mujer tanto como Cristo es la cabeza de la iglesia (…) como la Iglesia se somete a Cristo, las esposas deben someterse en todo a sus maridos». Un mensaje que dejaba claro cómo se habían superado los «altibajos» que existían en la relación a los que ella había hecho mención en la prensa anteriormente.

Wives, submit to your own husbands, as to the Lord. For the husband is the head of the wife even as Christ is the head of the church, his body, and is himself its Savior. Now as the church submits to Christ, so also wives should submit in everything to their husbands. Husbands, love your wives, as Christ loved the church and gave himself up for her, that he might sanctify her, having cleansed her by the washing of water with the word, … #wifey #lovewins #lovemyfamily ???‍?‍?‍?

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Y aún había tiempo para más. Con 70 años, en 2012, Zuma se casó con Gloria Bongekile Ngema, una ejecutiva que había trabajado en IBM y Deloitte. Tienen un hijo, Sinqumo. Las tres esposas del presidente acudieron a la boda. Una poligamia que es perfectamente legal y está protegida por la Constitución de Sudáfrica post-apartheid, que vela por las tradiciones de las tribus.No obstante, el centenario Sunday Times, el diario más vendido en Sudáfrica, publicó que la convivencia entre Thobeka y Nompumeleo era una pesadilla. Una «guerra de desgaste» desde que ambas se mudaron al aludido complejo de edificios de Zuma en su aldea natal. Por otra parte, Nompumeleo estuvo en contra de la última boda del presidente y dio la espantada en la ceremonia. También, durante un discurso del estado de la nación, en la sesión de fotos, Thobeka apartó a Nompumelelo para estar más cerca del presidente, que se hallaba entre ella y Gertrude. Fue su primera pelea en público. Las disputas sobre quién debería ser la primera dama y acompañar a Zuma en público fueron uno de los mayores quebraderos de cabeza del presidente. Gertrude era la primera, pero las otras tenían más formación y estilo.

Gloria Bongekile Ngema y Jacob Zuma

Pero no fue su mayor pesadilla. Los peores momentos de Zuma fueron la acusación de violación que tuvo que hacer frente en 2006. La mujer que le acusó era la hija de un viejo amigo. Le doblaba la edad, la conocía desde que tenía 5 años, y ella le llamaba «tío». La gravedad del caso fue que ella tenía sida y el sexo había sido sin protección. Cuando este detalle apareció en el proceso y en los medios, Zuma hizo las declaraciones más desafortunadas de su vida. Dijo que no temía al VIH porque pensaba que la posibilidad de contagio por sexo sin preservativo era «mínima» y que, además, para asegurarse, se duchó después del coito.En los documentos de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), figura que tras esas palabras, las líneas telefónicas de información sobre el sida, los centros de asesoramiento y los profesionales sanitarios del país, se vieron inundados de llamadas y peticiones de ciudadanos para saber si el método que había empleado Zuma para eludir el sida era válido realmente.Fueron unas declaraciones especialmente graves, ya que el gobierno del que Zuma era número 2, fue responsable durante años de negar la existencia y gravedad de la epidemia del sida, lo que retrasó la administración de retrovirales en la población enferma y se calcula que le costó la vida a más de un cuarto de millón de ciudadanos. Por esta negligencia, Sudáfrica tuvo una de las tasas de prevalencia y mortalidad por sida más altas del mundo.Y casi peor fueron las explicaciones que dio sobre el coito con la hija de su amigo. Manifestó que la Khwezi -nombre falso con el que protegió su identidad- le sedujo al llevar puesto un khanga, un vestido local, con el que entendía que le estaba «invitando» a tener sexo y que en su cultura, la zulú, si una mujer excita a un hombre, este tiene derecho a consumar. El escándalo que se formó fue mayúsculo y, para arreglarlo, Zuma manifestó públicamente que era un hombre de orden y que siempre que había tenido relaciones extramaritales con sus «novias» y estas se habían quedado embarazadas, religiosamente había pagado la indemnización tradicional a sus padres, o bien en metálico o con cabezas de ganado, a la antigua usanza. Entre estas «novias» se encontraba la hermana de un magistrado del Alto Tribunal de Johannesburgo o Sebentile Dlamini, princesa de la casa real de Swazilandia. En la actualidad, se calcula que ha tenido 22 hijos.Finalmente, Zuma fue absuelto porque Khwezi también había acusado a otros hombres de violación y se puso en duda su testimonio. Tampoco le pudieron condenar por haber aceptado sobornos para presuntamente impedir una investigación por pago de comisiones de una empresa francesa a miembros del gobierno en la importación de armas. Cuando iba al juzgado, Zuma se hacía rodear de sus fieles seguidores, a menudo vestido con ropas tradicionales, entonando himnos bélicos, como el Umshini wami. Traducción: «Traedme mi ametralladora».Sudráfrica se convirtió por estas fechas en el primer país africano que legalizó el matrimonio gay y Zuma tampoco estuvo a la altura. Declaró que estas uniones eran «una desgracia para la nación y para Dios». Empleando el término peyorativo para referirse a los homosexuales unqingili, manifestó que de joven ningún gay tenía valor de ponerse enfrente de él.No es extraño que cuando finalmente accedió al poder se temió por que fuera el «nuevo Chávez» africano, un líder controvertido, polemista y populista. Condoleezza Rice, de hecho, le recibió en Washington cuando iba a ostentar la presidencia, pero no quiso fotografiarse con él. La prensa local, concretamente, el Financial Mail, publicó en portada una foto de Zuma con una advertencia: «Tened miedo». Él, por su parte, contaba con el apoyo de los sectores izquierdistas del partido y entonaba un discurso en contra del liberalismo económico, responsable de la tremenda desigualdad en un país que, por otra parte, era el más próspero del continente.

Jacob Zuma

En la última fase de su mandato, ese discurso izquierdista, por el que se negaba a privatizar más empresas estatales, se tuvo que transformar en una defensa al ser acusado de usarlas para pagar prebendas con sus contratas y puestos directivos a los adictos al régimen. Tuvo que afrontar la recesión post-2008, que se ensañó también con la economía sudafricana, aumentando la desigualdad que iba a combatir, y evitó pronunciarse en la masacre de mineros en huelga de Marikana. Asesinados cuando protestaban desarmados por sus bajos salarios en una región castigada por el desempleo con tasas del 50% de paro.El peso de tantas acusaciones de promiscuidad, inmoralidad, irresponsabilidad, corrupción y contradicciones ideológicas tuvo como testigo a todo el mundo. Cuando murió Mandela, en su funeral, ante cientos de jefes de estado, en una ceremonia televisada en directo para todo el planeta, más de la mitad de los 50.000 sudafricanos asistentes se marcharon del recinto. Una humillación planetaria que fue la antesala de su adiós.Fuente: revistavanityfair.es