La segunda detonación también enluto a la familia Huacaña. Los vecinos vivieron una pesadilla.
Cerca a las 18:30 del martes 13 de febrero, Feliza Arias y Leandro García pasaban por la calle Caro y Bacovik con su bebé de un año en brazos rumbo a la iglesia evangélica a la que asistían. En la misma vía estaban los esposos Huacaña Masi, que con sus dos hijos iban a comprar material escolar. A una cuadra estaban los Gutiérrez, deudos de los ocho fallecidos en la primera explosión.En ese momento, el menos pensado, la tragedia alcanzó a las tres familias. Cuando pasaron 72 horas del primer incidente, un segundo estallido, aún no esclarecido, cobró la vida de cuatro personas: un hombre, una mujer y dos bebés.“Fueron al culto y no volvieron”“No sabíamos de la tragedia. Esa tarde mi hijo y su esposa habían ido al culto, y ya no se supo más de ellos. Por la noche mis nietitos me llamaron para decirme que sus papás no aparecían y pensamos que se habían quedado en su iglesia para el ayuno”, cuenta doña Ignacia.La madre de Leandro García está coronada de canas y encogida, en su pena se ve aún más pequeña de lo que es.Al segundo día de la desaparición empezó a llamar al teléfono de su hijo y una vez fue contestado por la voz de una mujer. “Equivocado”, le dijo y colgó. El celular estuvo activo por varias horas.“Si me hubiera dicho que encontró el celular botado yo hubiera sospechado que algo le había pasado”, asegura.Las noticias de la desaparición llegaron hasta Pazña, a orillas del lago Poopó, donde vive Tomás Arias, papá de Feliza. “Dijeron que no aparecían ya dos noches, yo me preocupé y vine, estando acá nos dijeron que había una pareja y un bebé en la morgue que nadie reconocía, fuimos y eran ellos”, lamenta.Ni él ni su esposa o los padres de Leandro visten de negro en el velorio. Ninguno pensó que la búsqueda de sus hijos y su nieto terminaría en un funeral.Iban por útiles escolares Junto a sus dos hijos, Demetrio Huacaña y Demetria Masi salieron en su auto en busca de útiles escolares. El padre conducía y a su lado estaba su primogénito. En la parte de atrás la madre con el bebé de tres años.“Estaban pasando por la calle cuando se ha detenido un minibús y se han quedado trancados justo en el momento de la explosión”, cuenta Vivian Huacaña, hermana de Demetrio.Los cuatro fueron evacuados al Hospital Oruro Corea pero el pequeño llegó ya sin signos vitales. “Mi nietito qué culpa tenía. Era bien cariñoso. Tiene que haber justicia, si es necesario hasta la puerta del Presidente voy a llegar”, lamenta la abuela.Al entierro no acudieron sus padres por su delicado estado de salud; pero familiares y vecinos acompañaron el pequeño ataúd blanco. ¡Justicia! gritaba el cortejo.
Pánico en la ciudad“El pánico nos ha ganado a todos”, cuenta la propietaria de uno de hospedajes de la avenida 6 de Agosto en Oruro.La tarde del martes, en su hotel había una delegación de extranjeros listos para partir a Uyuni. Todos escucharon la explosión y a los pocos minutos vieron una multitud que corría. Alguien gritó que había gente disparando.“Sin dudarlo todos nos tiramos al suelo, pero no fue más que el miedo y la especulación. Ojalá nunca más pase”, dice.Fuente: http://www.paginasiete.bo