«Ni los invitados sabían a dónde iban»: la boda secreta de Raphael y Natalia Figueroa

Hace 46 años el cantante y la periodista sellaron su matrimonio con una operación digna de espías. Jaime Peñafiel, que lo descubrió todo, lo recuerda para ‘Vanity Fair’.

raphael natalia figueroa

El 14 de julio de 1972 saltó la noticia: el cantante Raphael y la periodista Natalia Figueroa habían contraído matrimonio en Venecia. Celosos de su intimidad, durante semanas habían jugado al despiste. Al centenar de invitados a su boda se les entregó apenas unos días antes billetes en los que no aparecía el destino al que se dirigían. Las redacciones bullían con informaciones contradictorias: sería una ceremonia sencilla en las afueras de Madrid o algo por todo lo alto en los jardines de Versalles.La pareja llevaba ya cinco años de noviazgo. Se habían conocido en una emisora de radio, y aunque él había quedado prendado, ella necesitó alguún tiempo más para enamorarse. Cuentan sus amistades que Raphael se pasó meses enviándole postales desde las ciudades en las que actuaba para enamorarla. A Figueroa, nieta del conde de Romanoes e hija del marqués de Santo Floro, una joven bien relacionada con la alta sociedad y una periodista todoterreno capaz de entrevistar a políticos, artistas y domadoras de serpientes y cocodrilos, no se la impresionaba fácilmente. De hecho, cuando el cantante de Linares le pidió que se casaran la reacción de ella inicial fue de tomárselo a broma. «¿De qué te ríes?», preguntó él cuando se lo propuso en la puerta del domicilio de los Figueroa. «Al día siguiente Natalia se lo contó a su amiga Carmen de Hohenlohe  y esta le dijo: ‘vete preparando el vestido de novia», recordaba Raphael en una entrevista imperdible realizada por la propia Natalia.Con la aprobación del padre de la novia, Agustín de Figueroa, y la oposición de familiares como la condesa de Yebes y Blanca de Borbón, condesa de Romanones, como contaba el periodista Manuel Román, sólo faltaba por saber cuándo y dónde tendría lugar la boda. Pero no iba a ser fácil.Ninguno de los dos tenía la menor intención de vender la exclusiva. Tampoco de dejar que las miles de fans de Raphael acudieran en procesión a la iglesia. Faltaban 16 años para que Lolita y Guillermo Furiase protagonizaran un episodio histórico de la prensa rosa en España –»si me queréis, irse», proclamaría Lola Flores aquel día a la parroquia–, pero los Martos-Figueroa ya eran conscientes de la expectación y poder de convocatoria que suscitaban. Así que la decisión que tomaron fue organizar un operativo prácticamente de operación secreta. Sólo ellos dos sabrían dónde se iban a casar. Ni siquiera un hombre de total confianza de Raphael como su mánager Paco Gordillo quiso conocer más detalles. «No me lo cuentes porque si luego aparecen periodistas ese día creeréis que he sido yo el que lo ha filtrado», rogaba Gordillo a su representado.



raphael natalia figueroa

Los días previos al enlace, el centenar escaso de invitados entre familia y amigos, fue prevenido. Tenían que estar preparados para viajar la vispera del 14 de julio en avión fuera de España. Entre ellos estaban miembros de la aristocracia y personalidades de la cultura como Antonio Mingote o José María Pemán, pero eran sobre todo familiares de los novios. El padrino sería el marqués de Santo Floro y la madrina Rafaela, la madre de Raphael. La nieta de un grande de España y el hijo de un fontanero, una discreta periodista y un iconoclasta artista, juntos escenificaban un matrimonio interclase al que la mayoría veían poco futuro y que sus protagonistas nunca han querido poner límites. «Mi mujer no es mía, no es de mi propiedad, si acaso alquilada», comentaba Raphael a Nieves Herrero cuando cumplía con Natalia Figueroa su 24 aniversario.

Cita en Venecia

«Llegué incluso antes que ellos a la iglesa», recuerda hoy Jaime Peñafiel. El veterano periodista, entonces en ¡Hola!, había recibido una llamada estando en Madrid. «Cógete un vuelo a Roma y espera a que te llame», le había dicho su fuente. Peñafiel, como tantos otros colegas, estaba tras la pista de Raphael y Natalia, muy buenos amigos suyos que como es natural no quisieron relevarle nada sobre su boda. Sin embargo, uno de los invitados iba contándole los detalles que la pareja les proporcionaba con cuentagotas.»No voy a revelar ahora quién es, por supuesto», explica a través del teléfono el periodista. «Pero aquello fue casi propio de espías. Se despistó mucho a los invitados y los familiares. Ni siquiera cuando se subían al avión sabían dónde iban a aterrizar. Raphael y Natalia quisieron conservar el secreto hasta el día de la boda. Sólo diré que era alguien muy próximo a ellos. Tanto como para que le invitasen a acompañarles ese día tan importante».Estando en Roma ya, Peñafiel recibió una nueva llamada. La boda tendría lugar en Venecia, en la Iglesia de San Zacarías, próxima a la Plaza de San Marcos. El sacerdote, el padre Cenobio, mexicano, había viajado desde el monasterio de Guadalupe para casarlos. El convite sería en el hotel Danieli Royal. Salió con tanta celeridad hacia allí desde la capital italiana que se adelantó a la propia pareja y su séquito. Cuando los novios se lo encontraron en la ciudad de los canales sonrieron aunque no parecieron sorprendidos por ver allí al periodista. «Tampoco yo era el único, ojo, además de mí estaban también los compañeros de Semana y Pueblo si no recuerdo mal. Aquello acabo estallando en la prensa española al día siguiente».

raphael natalia figueroa

“No se lo tomaron en absoluto mal y ya tiraron la toalla. Les habíamos descubierto. Se portaron con muchísima amabilidad e incluso me dejaron estar en la ceremonia y la comida. ¿Qué te voy a decir de ellos? Es que son muy amigos míos… Una vez se había reventado todo entendieron que debían disfrutar de ese día tan especial y dejarme hacer mi trabajo lo mejor posible».Se contó que Natalia se dejó olvidada en el hotel la ropa interior de seda que había comprado para aquel día y que su amiga Paloma Gómez Borrero tuvo que ir a recogerla para que pudiera llevarla en el altar. También el propio Raphael ha afirmado que perdió su alianza con todo el barullo después del «sí, quiero». Peñafiel no conocía esos detalles, aunque sí que aporta uno de su propia cosecha.»Lo divertido de aquello es que el día después de la boda, a las cinco de la mañana, esperando una motora para ir al aeropuerto veo llegar a Raphael con el chaqué todavía puesto. Se había reservado una habitación para vestirse y descansar en el mismo hotel que yo y llegaba para recoger sus cosas. ‘Es que nos vamos ya hacia Madrid’. Pues no sólo eso: viajé en el mismo avión que él y Natalia. En la escala en Roma ellos se bajaron y se fueron a París».»Hice un reportaje de 30 páginas para ¡Hola!, no creo que me quedase nada por contar. Desde luego yo ya no recuerdo nada más. Bueno, sí una cosa: estaban muy enamorados. Yo, a diferencia de otros, no tenía una opinión sobre el futuro de la pareja. La convivencia es complicada. Algunos matrimonios duran 48 horas y otros 48 años, nunca se puede saber». Fuente: revistavanityfair.es