‘El tatuador de Auschwitz’: una historia basada en hechos reales no tan reales

Continue reading the main storyFoto

Gita Furman y Lali Sokolov se conocieron cuando estaban en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz.CreditCortesía de la familia Sokolov



Read in English

MELBOURNE, Australia – La novela de publicación reciente El tatuador de Auschwitz cuenta la extraordinaria historia de Lali Sokolov, un judío eslovaco que fue encarcelado en Auschwitz en 1942 y obligado a tatuar los números en los brazos de miles de prisioneros nuevos. En el campo de concentración y exterminio, Sokolov conoció a una chica eslovaca y se enamoraron.

Escrito por Heather Morris (quien vive en Melbourne), el libro se ha vuelto enormemente popular: ya ha sido traducido a diecisiete idiomas y los derechos de impresión fueron vendidos en 43 países. Tan solo en Estados Unidos, el libro acaba de colocarse en el primer lugar de la lista de ficción de The New York Times.

Lo más extraordinario acerca de esta historia de amor improbable es que, en su mayoría, es verdadera. Sokolov sí fue tatuador en Auschwitz, donde conoció a Gita Furman. Más tarde, la pareja contrajo matrimonio y se mudó a Melbourne, donde criaron un hijo. Morris entrevistó a Sokolov a lo largo de varios años antes de su fallecimiento en 2006 e inicialmente escribió un guion cinematográfico acerca de su vida. Después lo convirtió en una novela.

Una sección de “Información adicional” al final del libro proporciona datos básicos acerca de la historia real, lo que refuerza la seriedad del tema tratado en la novela. Curiosamente, el que se incluya esa sección me hizo pensar acerca de cómo abordamos lo que realmente sucedió en una novela basada en hechos reales. ¿Acaso la verdad reside en los pequeños detalles o en los sucesos más grandes? ¿A quién le toca determinarlo? Y ¿qué gana la ficción cuando se dice que está basada en hechos reales?

En la escena clave de la novela, Sokolov se encuentra por primera vez con Furman cuando ella llega al frente de la fila y él debe sostener su brazo y comenzar a tatuarla: un 3, luego 4-9-0-2. Ella intenta hablar, pero él la calla. Luego la mira a los ojos y se enamora. Todo lo demás surge a partir de este momento crucial.

En la sección de información adicional, Morris escribe que el 34902 era el número real de Furman, pero resulta que no es así. En una entrevista de 1996 con la Fundación Shoah de la Universidad del Sur de California, Furman dijo que el número que le dieron los nazis era el 4562. Otras pruebas de su propia voz y de los archivos del museo y monumento de Auschwitz-Birkenau sustentan su afirmación.

Del mismo modo, se dice que la fecha de llegada de Furman fue el 13 de abril de 1942. Pero no es posible que una mujer a quien se le asignó el número 34902 haya llegado en esa fecha o incluso en ese año: una mujer que hubiera sido llevada a Auschwitz en esa época habría tenido un número de cuatro dígitos.

Continue reading the main storyFoto

Heather Morris había escrito la historia a modo de guion de cine, pero la volvió una novela.CreditYing Ang para The New York Times

Gran parte del interés que hay en el libro, y de su comercialización, se enfoca en la historia real en la que está basado; sin embargo, también hay cierta confusión acerca de qué partes de la novela son reales y cuáles no. Morris afirmó que la escena del tatuaje en la que Sokolov vio a Furman por primera vez realmente ocurrió. Pero las entrevistas con Sokolov y Furman en la década de 1990, así como una conversación reciente que tuve con su hijo Gary, no ofrecen información que sustente ese hecho.

“Es una novela, así que no se necesitaba corroborar la información, aunque una novela sí debe ser verosímil”.

Sara Nelson, editora en Harper

Entonces, ¿por qué el número de Furman en la novela se incluyó también en la sección de información del libro? Morris dijo que Sokolov fue quien le comentó que el número de Furman era el 34902. Si es así, ¿por qué creyó en lo dicho por Sokolov en lugar de aparentemente investigar lo que dijo la misma Furman acerca del número que le asignaron?

“El libro no pretende ser una obra académica histórica de no ficción, eso se lo dejo a los académicos e historiadores”, indicó la autora al respecto, vía correo electrónico. “Es la historia de Lali. La historia y la memoria a veces bailan un vals juntas, y a momentos se separan ligeramente; debe reconocerse que después de sesenta años eso puede suceder. Pero confío en la historia que cuenta Lali sobre lo que vivió. Solo él podía contarla así y otros quizá tengan una comprensión distinta de esa época, pero yo he escrito la de Lali”.

A muchos lectores les ha encantado El tatuador de Auschwitz porque se basa en una historia real. “Hay un interés verdadero en la ficción que se basa en sucesos históricos y en gente de verdad”, comentó Sara Nelson, vicepresidenta, editora ejecutiva y consejera especial de la editorial Harper, editorial que publicó el libro en inglés. Nelson describió la novela como un híbrido poco común entre biografía y ficción histórica. “Lo que los lectores tienen en sus manos es casi una biografía”, dijo. “Tienen la sensación de conocer a la persona y de haber caminado junto a ella en su paso por la vida”. También afirmó que “es una novela, así que no se necesitaba corroborar la información, aunque una novela sí debe ser verosímil”.

El Lali Sokolov que presenta la novela es un héroe noble, aunque ansioso, que intenta ayudar a sus compañeros en el campo. En una entrevista que dio en 1996, sin embargo, da la impresión de que era más bien oportunista: sin duda ayudó a los demás prisioneros, pero él mismo destaca que “era cercano a los altos mandos en la SS” y que intercambiaba bienes con los guardias y el comandante del campo.

Gary Sokolov, hijo de Lali y Gita, indicó que su padre lo que pretendía era sobrevivir. Aunque dijo que le molestaba que el nombre de su padre se escribiera erróneamente como “Lale” en el libro, recalcó que muchos lectores, tanto judíos como no, que lo han contactado en el último año “hablan del impacto positivo que [la novela] ha tenido en su persona”. Dijo que ya está en negociaciones con un productor acerca de la creación de un musical sobre la vida de Sokolov. “El hecho de que mi padre, tantas décadas después, pueda tener un impacto tan positivo en la humanidad es simplemente sensacional”.

Continue reading the main storyFoto

Sokolov y Furman se mudaron a Australia después de casarse; ahí nació su hijo Gary.CreditCortesía de la familia Sokolov

Todos los autores que convierten los hechos en ficción deben encontrar la manera de comprimir el tiempo, omitir los sucesos que no aportan a la historia y no incluir a demasiados personajes. Para muchos, las elecciones de Morris han resultado en una historia atrayente e inspiradora.

Sin embargo, los datos históricos en la ficción histórica siguen teniendo relevancia. ¿No es de suma importancia para las novelas que tratan un suceso tan catastrófico como el Holocausto que garanticen que ciertos hechos básicos sean correctos? La representación equivocada del número de Furman no modifica su historia: fue encarcelada en Auschwitz de 1942 a 1945, y ahí conoció a su futuro esposo. Pero para los lectores que saben un poco acerca del sistema de numeración de Auschwitz, en especial los lectores que estuvieron ahí, el que parece ser un error inofensivo los hará pensar; también mina la credibilidad de otras partes del libro, como la historia de Sokolov sobre que hubo un partido de fútbol entre los prisioneros y los guardias del campo. Un crítico lo llamó “absurdo” e “imposible de imaginar”, pero el hecho tiene un sustento sólido de otras fuentes.

En definitiva, el número era importante para Furman. Sokolov recordó que su padre a menudo señalaba su propio tatuaje y contaba historias al respecto, pero su madre siempre fue discreta. Con el tiempo, dijo, Furman “tuvo dificultades para dormir porque le molestaba muchísimo” e hizo que le quitaran el tatuaje cuando tenía sesenta y tantos años. Le pregunté a Gary por qué se decía que el número de su madre era el 34902. Respondió: “No tengo idea”.

De cualquier modo, el amor fue real. Gary comentó que Lali adoró a Gita por el resto de su vida.

POR CHRISTINE KENNEALLY

Fuente: nytimes.com