Estaba destinada a ser la eterna rival de Simone Biles. Pero las lesiones y la presión le impedían disfrutar del deporte que amaba. Hoy, acumula ejercicios perfectos lejos de la élite.

«Un 10 no es suficiente para este ejercicio de suelo de Katelyn Ohashi«. El equipo de gimnasia de Universidad de California en Los Angeles (UCLA), no cabía en sí de gozo. Ohashi había arrasado en los campeonatos universitarios de 2019. Fue el sábado, día 12, y menos de 48 horas después su ejercicio, plagado de sonrisas, energía y la euforia de público y compañeras, lleva más de 12 millones de visualizaciones en Twitter, donde se ha hecho viral. Y con razón: son dos minutos carisma a toneladas, potencia y precisión fascinantes a ritmo de Michael Jackson: Es el cuarto 10 perfecto (en la gimnasia deportiva universitaria todavía se conserva el viejo sistema de puntuación) que consigue Ohashi en suelo menos de un año, por cierto. El sexto en menos de dos años -los otros dos son en barra-.
A ? isn't enough for this floor routine by @katelyn_ohashi. ? pic.twitter.com/pqUzl7AlUA
— UCLA Gymnastics (@uclagymnastics) 13 de enero de 2019
Si sus ejercicios no se parecen a nada que hayas visto es porque Ohashi tampoco es una atleta estándar. Es la mejor gimnasta de la que no has oído hablar nunca. A sus 21 años ha sido la gran ausente de los Juegos de Brasil. La que un día decidió dejar el deporte de élite –«era invencible, hasta que dejé de serlo (…). Sentía que no tenía nada»– y volver a divertirse. La que cambió el equipo nacional por su carrera de Estudios de Género y volver a amar el deporte bajo la tutela de Miss Val, la legendaria entrenadora universitaria Valorie Kondos.
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Pero retrocedamos unos años: en marzo 2013, dos prometedoras gimnastas debutan como seniors de élite en la American Cup a última hora, como sustitutas de las olímpicas Elizabeth Price y Kyla Ross. Son Simone Biles y Katelyn Ohashi. Ambas rozan los 16 años, con tan sólo un mes de diferencia (Biles en marzo, Ohashi en abril). Ambas demuestran un talento excepcional en todos los aparatos. Y Ohashi se alza con la victoria en el campeonato internacional, el mismo que ganase Nadia Comaneci en la primera edición de 1976, tras una caída de Biles. Parece el inicio de una de esas rivalidades fantásticas entre dos superdotadas para la élite.
Simone Biles y Katelyn Ohashi, en 2013AMERICAN CUP
Un mes después, Ohashi, que confesaría años después estar sometida a una increíble presión, se rompe. Una operación en el hombro la aparta de la competición durante todo el año. En octubre, Biles gana su primer Mundial, el primero de tres consecutivos -algo que ninguna otra estadounidense ha conseguido-.
En 2014 otra lesión, de espalda, vuelve a alejarla de la alta competición. Su historial de junior, plagado de medallas, se viene abajo. Ohashi se ha forzado hasta el límite. En The Player’s Tribunecontaba la verdad, «la que no podía decir: me alegraba de estar lesionada». Al borde de los desórdenes alimenticios, presionada por su tendencia al sobrepeso -para la competición-, Ohashi se odiaba a sí misma. Las expectativas sobre la pequeña niña invencible eran demasiado. En su diario, escribía tras su primera lesión [Ohashi ha compartido estas entradas en una serie de posteos para alertar sobre el body shaming y los desórdenes alimenticios]:
Mi mundo ha cambiado por completo. He tenido muchas lesiones en mi carrera, pero ésta es diferente. Me han dicho que a lo mejor nunca puedo volver a hacer gimnasia. Es la opinión de un médico, y vamos a pedir más. Pero, lo normal sería pensar que estoy devastada, ¿no? En vez de eso, me siento aliviada. Aliviada porque a lo mejor no tengo que volver a preocuparme nunca más de que mi peso me traiga problemas, o sentirme fatal por tener que volver a aparecer en leotardos frente al público. (Por una vez, siento que tengo un poco de libertad.
En 2015 tomó la decisión de abandonar la élite, ir a la Universidad y recuperar la sonrisa. Valorie Kondos se convirtió en su nuevo referente para «volver a ser feliz», y disfrutar del deporte que amaba, sin la presión de la élite. Su madre, que había recorrido medio Estados Unidos para que Katelyn pudiese ser olímpica, al principio no pudo aceptar que abandonase la élite. Pero pronto aprendió a disfrutar de la nueva Katelyn. Kondos le preguntó que por qué había cambiado de opinión. «Es que veo lo feliz que es ahora mi hija», le contestó.
A principios de 2016, en una competición en Arizona, el tope de la barra de equilibrio donde competía se soltó. Ohashi resbaló con la pieza y aterrizó sobre el cuello, fracturándose el esternón. Meses después, Simone Biles se convirtió en 2016 en la gimnasta estadounidense con más oros en unos Juegos Olímpicos: cuatro. Al frente de un combinado potentísimo, capitaneado por Aly Raisman, y completado por Gabby Douglas, Laurie Hernandezy Madison Kocian. Las Final Five, las Cinco Definitivas, que se convirtieron en uno de los equipos más laureados de la gimnasia estadounidense.
Ohashi, predestinada desde niña a estar ahí, a ser la mejor, dedicó el verano a recuperarse y competir con alegría. En la siguiente temporada empezaron a llegar los dieces, los triunfos y, sobre todo, la sensación de pasárselo bien con un deporte que describe como «su vida». «La gimnasia no es mala», contaba Kondos a Lenny, «pero la gente que la dirige sí».
En casi todos los vídeos de las Bruins, el equipo de gimnasia de la UCLA, se puede ver a todas las compañeras participando de la coreografía de la que está compitiendo en ese momento. Es una atmósfera festiva de un equipo campeón -en 2018 se convirtieron en las campeonas nacionales-, donde cada una, como enseña Valorie Kondo «es una fibra única y entrelazada de algo mayor».
De paso, Ohashi empezó en 2017 a compartir entradas de sus diarios de alta competición, donde se ve el estrés, la presión de la alimentación y, sobre todo, a una adolescente de 16 años odiándose por no cumplir las expectativas: las de la dieta, las de los objetivos, las de la invencibilidad, y las de las esperanzas de demasiada gente sobre sus destrozados hombros.
A los 21 años, Katelyn sabe que tiene la espalda dañada para el resto de su vida, ha sufrido al menos cuatro fracturas por estrés y tres operaciones. Pero, como se puede ver en sus vídeos virales, Ohashi al menos disfruta ahora de la competición. «En la élite, era todo en blanco y negro», le decía a Ella Donald, «ahora siento que la vida es en color». En The Player’s Tribune, Ohashi concluía: «ojalá dentro de 10 ó 20 años se pueda pasar por la gimnasia [de competición] sin quedar marcada para siempre«. Sus ejercicios al ritmo de Michael Jackson, tan celebrados en Internet, demuestran que hay otra manera de disfrutar el deporte. Al estilo Ohashi.
Fuente: revistavanityfair.es