‘Hasta que la muerte nos separe’, parejas luchan contra el cáncer aferrados al amor y a la vida



Juan (60) tiene cáncer en uno ojo, y el año pasado su pareja y madre de sus tres hijas también fue diagnosticada con cáncer de cuello uterino en etapa avanzada.

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Nora y René permanecen juntos, luchando contra el cáncer. Foto: ANF

Por Mariela Laura



LaPaz, 6 de enero (ANF).-¿Promete amarla, cuidarla, apoyarla en la salud y la enfermedad? Éste parece uncompromiso que cada vez va perdiendo fuerza entre las parejas y más aún cuando auno le toca afrontar una enfermedad crónica o terminal. Pero no es el caso de Juan (60) y María (56), casados hace más de 15 años y padres de tres jóvenes, lamenor de 15. La pareja afronta tal vez la lucha más dura de su vida: ambostienen cáncer.

Juan es un hombre de mediana estatura, tiene la tez blanca y unos ojos azules profundos que los cubre con unos lentes oscuros. El día está nublado, pero no se quita las gafas. Relata que hace cinco años, una tarde cuando caía el atardecer en Sorata, ubicada a 150 kilómetros de La Paz, tuvo un accidente y desde ahí su vida cambió.

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¿Mala suerte o destino? sepregunta y cuenta que ese día trágico, retornaba a su hogar, luego de una arduajornada laboral como agricultor, y por una mala pisada resbaló. En su intentode frenar el golpe cayó sobre unos arbustos, pero con tan mala fortuna que unarama golpeó uno de sus ojos.

En el momento no le dio importancia a laherida, pero con el tiempo la lesión empeoró. Por falta de especialistas ensu municipio tuvo que viajar hasta La Paz, al Hospital de Clínicas, en busca deatención. Luego de estudios y análisis, los médicos le dieron una noticia quecambió su vida hasta hoy.

“Tienes cáncer”, le dijeronlos galenos. El diagnóstico lo dejó pasmado, no podía creer que un “simple” golpecon una rama lo dejara tan mal. Lloró en silencio, al asociar el mal con algo muy grave, varios meses ocultó la enfermedad a su familia para no preocuparle. Los fuertes dolores y la pérdidade visión comenzaron a delatarlo, tuvo que confesar.

Tuvo el apoyo de su pareja,sus hijas, vendieron sus pocas propiedades y pertenencias para costear el tratamiento,pero aún así, perdió el ojo que ahora tapa con sus gafas oscuras. De esopasaron cinco años y ahora continúa con radioterapias para aliviar los doloresque aún siente. Comenta orgulloso que se benefició de los tratamientosgratuitos que impulsa el Gobierno.

Cuando parecía que todo iba amejorar para su familia, el año pasado, a su esposa le detectaron cáncer de cuellouterino en etapa avanzada.

“Me duele que mi esposa tengacáncer, ella es la que mantiene nuestro hogar”, llora. Reafirma que prometieronluchar juntos para superar la enfermedad más temida por los bolivianos, aunquea veces su pareja quiere desistir del tratamiento por falta de dinero.

“Ella me ha apoyado harto, ahoravivimos alojado donde una de mis sobrinas, pero vamos a luchar juntos, es lamamá de mis hijas y una sigue en colegio”, dice, mientras asegura que hará todolo posible por salvar la vida de la mujer que ama.

El caso de Juan y María, noes el único en el Hospital de Clínicas, Nora Cáceres de 50 años, tambiénafronta una dura batalla contra el cáncer de cuello uterino. Hace cuatro mesesque le diagnosticaron la enfermedad y desde ese tiempo se traslada con regularidaddesde Santa Rosa de Mapiri, a 314 kilómetros de la urbe paceña, hasta elnosocomio.

Le toma dos días de viajepara llegar hasta la sede de Gobierno. Tiene cinco hijos, todos mayores y confamilia. Cuenta que hace un año conoció a su actual pareja René de 60 años, ya que elpapá de sus hijos falleció hace tiempo.

La mujer llora recordando el viacrucisque vive a diario desde hace cuatro meses, apenas pudo conseguir dinero paracostear la quimioterapia, ya le hicieron dos sesiones.

“Mis hijos me han abandonado,me han dejado a mi suerte. Ellos me dicen: ‘para que te buscas marido, él que tehaga curar, no tenemos plata’. El único que me ayuda es el menor, a veces meregala 100 ó 200 bolivianos. Tenemos que hacer magia para estirar la plata”, comenta.

René, por su lado, cuenta queconoció a Nora un 1 de enero de 2018, justo cuándo recibían el Año Nuevo enMapiri, y desde esa fecha no se separaron más. Su amor se vio entristecido por eldiagnóstico de su pareja, a quién considera la mujer de sus sueños y  su “negrita adorada”.

“Me da pena, ella es muybuena. Yo la quiero mucho”, dice, mientras se limpia las lágrimas. Relata queen Mapiri viven en un cuarto alquilado, que ahora está abandonado, porque lamayor parte de su tiempo están en La Paz, donde la comadre de Nora los alojatemporalmente.

“A veces no comemos para nogastar la plata, un día nos piden una y otra cosa. Hasta ahora hemos gastadomás de 15.000 bolivianos y ella (Nora) sufre, a veces le da recaídas y quiere dejar laquimioterapia porque no hay plata”, dice el hombre.

Nora está sentada en unabanca del Hospital de Clínicas y al escuchar a su pareja llora y le agradece,de repente comienza a sangrar por la nariz. Su esposo le atiende y de rato enrato le alarga un pedazo de papel higiénico. “No ha descansado, nos hemossalido esta mañana de la casa de su comadre porque han comenzado a pelearse”,cuenta.

René la observa con tristeza.La rodea cariñosamente con sus brazos y la ayuda a limpiarse. “No te voy adejar jamás negrita”, le susurra, mientras le da un beso y la estrecha entre sus brazos.

Otro caso dramático es el de donAgustín (65) y su esposa Hilda (61), ambos llevan casados 35 años. El hombrecuenta que su esposa fue diagnosticada con cáncer de vesícula en etapa avanzadaen 2018. La enfermedad hizo metástasis en diferentes órganos de su cuerpo.

Agustín en su desesperaciónde ver a su amada sufrir con los dolores del cáncer, la llevó al InstitutoBoliviano de Radioterapia y Oncología (IBRO) para que reciba tratamiento. Enmenos de un mes erogó alrededor de 4 mil dólares, para eso tuvo que vender suvehículo que era el único sustento de su familia.

“Tiene cáncer de vesícula,los doctores me han dicho que está muy avanzado”, relata con los ojos mojados de tristeza.

El hombre tiene la esperanza de que su esposa sanará, pero los galenos le dicen lo contrario. “¿Cómo puedoperder a mi esposa?, ella es mi viejita. Qué será de mí y de sus hijos”, selamenta, mientras acaricia a  Hilda queahora, permanece postrada de una cama de Oncología del nosocomio miraflorino.

“Tener cáncer te enseña avalorar a tu pareja, yo me arrepiento de tantas cosas y ahora pensar que sepuede ir. Me duele en el alma. Yo voy a estar con ella, hasta que la muerte nossepare, ella es mi viejita. No hemos conocido cuando ella (Hilda) tenía 15 años yson tantas cosas que pasamos”, remarca Agustín.

Las parejas coinciden queafrontar el cáncer ha sido la batalla más dura que atraviesan. Pero, resaltanque esa enfermedad los ha unido y ha consolidado su amor que sigue firme. Afirman que seguirán juntos hasta el último díaque Dios les regale.