El 1 de octubre la Corte Internacional de Justicia rechazó la demanda boliviana por el mar. Cinco años de trabajo e ilusión se desplomaron junto con un fallo completamente adverso, que no consideró ninguno de los argumentos nacionales.
Ese día escribí que si bien Bolivia prevalecería, superando esta adversidad como todas las otras que ha tenido que sortear a lo largo del tiempo, resultaba necesario saber qué había pasado, cuáles eran las razones que nos habían conducido a este resultado tan negativo, qué errores se habían cometido que debíamos superar y nunca más cometer.Esta mi declaración no tuvo efecto en las autoridades y responsables de la causa, que prefirieron mirar hacia otro lado. Hasta hoy el gobierno, el agente ante la Corte y los responsables de la diplomacia del mar se han negado a reconocer su responsabilidad por lo sucedido. En lugar de eso le han echado la culpa a la Corte, sin tomar en cuenta que ésta no actuó de oficio ni por instigación chilena, sino que fue Bolivia la que concurrió a ella por voluntad propia. ¿Podemos decir, entonces, que fue la Corte la que se equivocó? No, a todas luces el error fue nuestro, aunque sea un error sin responsables morales o políticos.Sin admitir que no trabajaron con la necesaria seriedad, que se dejaron llevar por la improvisación y la demagogia, que subordinaron el interés nacional a sus necesidades político-partidarias, los asesores y diplomáticos de la demanda siguen ocupando cargos de responsabilidad y los mismos abogados que tan malos resultados arrojaron continúan representando a Bolivia en el juicio internacional que tenemos pendiente con Chile, por la definición de la condición del Silala como manantial o río internacional.Tamaña irresponsabilidad con los intereses nacionales resulta dolorosa. Tal es la conclusión a la que debemos llegar, pero no para quedarnos en ella. Nuestro deber es comenzar a pensar de nuevo en el futuro, confiando en que sea éste el que reestablezca la verdad histórica.Este Día del Mar, el primero después del fallo, es una buena ocasión para que nos rearmemos espiritualmente y propongamos un plan para salir del pozo en el que nos metimos. Con unidad y una política inteligente de inversiones, podemos aprovechar los activos con que contamos (los acuerdos de acceso al mar firmados con el Perú, la hidrovía e incluso el acuerdo de libre tránsito que tenemos con Chile) y, realizando importantes inversiones, recrear hasta donde sea posible las condiciones de los países que no han sido privados de su litoral. No es un camino fácil, pero creo que Bolivia puede recorrerlo.
Esto no significa que dejemos de lado la reivindicación marítima, que constituye una referencia de identidad y pertenencia para todos los bolivianos. Sin importar cuánto lleguemos a disminuir por vías socioeconómicas la terrible desventaja que nos legó la Guerra del Pacífico, mientras haya bolivianos sobre la tierra también habrá una causa marítima y un reclamo histórico que sea necesario tratar, pacíficamente, con Chile.Samuel Doria Medina es presidente de Unidad Nacional.Fuente: paginasiete.bo