Eleonora se desarrolló tarde, así que por mucho tiempo fue una preadolescente deseando tener pechugas para “sentirse mujer”. Pero cuando por fin las tuvo, tampoco le gustaron tanto. Las encontraba muy chicas o con el pezón muy oscuro. A sus 35 años, y después de dos lactancias, asegura que aunque se le hayan caído, actualmente es cuando más las ha querido. “Las encuentro preciosas y, por fin, las siento mías”, dice.
Cuando tenía 24 años, un día me vi en el espejo y me di cuenta de que mis pechugas estaban llenas de venas, duras, apretadas y me dolían. Así supe que estaba embarazada de mi primer hijo. A medida que iba avanzando ese primer embarazo, se fueron transformando. Cuando nació y empecé a darle leche al Leopoldo, me di cuenta de que es muy raro alimentar a alguien con una parte de tu cuerpo que hasta entonces tenía un fin puramente erótico. Después del parto, por mucho tiempo mis pechugas estuvieron superditadas a su modo funcional-alimenticio. No tuve sexo por meses, porque me costó mucho sentirme sexual. Era como si la pechuga quedara fuera del cuerpo, como si ya no fueran mías. Después de la lactancia de mi primer hijo, me quedaron un poco caídas, pero tampoco tanto. Fue al terminar la lactancia de mi segundo hijo, Félix, quien nació prematuro y para el que tuve que sacarme mucha leche, que se me cayeron definitivamente. Tenía 30 años. Los sostenes me empezaron a quedar grandes y las copas sueltas. Mis pechugas ahora eran como unos saquitos vacíos.Este verano compartí en redes sociales una foto en la que salía en traje de baño contando que se me habían caído las pechugas, y muchas mujeres me dijeron que después de ser mamás a ellas les habían quedado mucho peores. Otras me comentaron que, aunque nunca habían sido madres, las tenían más caídas que yo. Pero uno pasa de compararse con las otras en la adolescencia a compararse con una misma en la adultez, y en mí caso puedo decir: se cayeron. Veo fotos de cuando chica y tenía las pechugas preciosas, paraditas, con los pezones para adelante. Y ahora, nada de eso.Al tener hijos adquieres perspectiva, sobre todo de lo que importa y de lo que no importa. Y así fue como de a poco dejé de ver las pechugas como un objeto de deseo de mis parejas sexuales, y empecé a verlas como algo mío. Primero las pechugas fueron para las personas que me gustaban, después fueron para mis hijos, y ahora, por fin, las pechugas son mías. Tienen estrías y están caídas, pero las veo como una herramienta para empoderarme y sentirme linda.Hace poco dejé de usar sostén, por calor y por comodidad. Al principio no fue fácil, me daba vergüenza ir a buscar a mi hijo al colegio porque creaí que me iban a decir inmoral, pero la verdad es que a nadie le importa. He hecho un trabajo de aceptar lo que significa esto para mí desde el feminismo. Tengo pechugas caídas porque cumplieron una función preciosa y ahora las amo más que nunca. Como mamá quiero enseñarles a mis hijos que las pechugas son normales y que no las tengo que estar escondiendo. Hay una impostura social, pero no quiero que siga siendo así. Creo que desde el feminismo debemos recuperarlas para darles otro significado. Me gustaría que de ahora en adelante ya no fueran sinónimo de deseo, sino que sinónimo de poder”.
Eleonora Aldea Pardo (35) es diseñadora gráfica independiente.La Tercera / Paula.cl
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