Lo que acaba de ocurrirle al destacado intelectual e investigador Diego Ayo, no sólo rima con ese triste pasaje de la historia boliviana, la Masacre de Ayo Ayo, sino con la connotación que ha adquirido ese episodio. Es más o menos como lo que dijo ese dirigente potosino el otro día que amenazó con envenenar a sus enemigos si asoman la cabeza en sus dominios, donde los pobladores suelen proteger a los contrabandistas y narcotraficantes. La amenaza no es nueva, pues aquella joven cruceña que incursionó en el MAS hace ya tiempo, amenazaba con “hacerles Ayo Ayo” a los que le lanzaban huevos en el aeropuerto Viru Viru. Luego ella misma terminó siendo víctima del mismo bullying político que no deja pensar a nadie, que amarra huatos y que busca la absoluta exclusividad en la política. El peor error que se puede cometer en este contexto es tratar de razonar con quienes han perdido toda señal de cordura y de escrúpulos en el manejo del país, menos cuando se habla en nombre de alguien con una ambigüedad enfermiza.
Fuente: eldia.com.bo