Chile, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil y el caso perdido de Venezuela. Las protestas y la extrema polarización que sufren estos países tienen algo en común: la arrogancia y la poca visión, opina Uta Thofern.
Individualismo elevado a la máxima potencia Argentina oscila desde hace décadas entre los extremos, sin que jamás se haya concretado un consenso entre los distintos grupos sociales. La única constante parece ser la total falta de disposición a confiar en el propio país o incluso a invertir en él. Hasta el día de hoy, gobierne quien gobierne, los argentinos que tienen dinero prefieren invertirlo antes en dólares que en su propia moneda. ¿Solidaridad con todos los ciudadanos, sea cual sea su clase social, solidaridad con el propio Estado o al menos con el país en el que al fin y al cabo se convive? ¿Pagar impuestos o contribuciones sociales para el bien común? Para nada. El lema en todas las clases sociales casi en todas partes es hacerse con todo lo que uno pueda. Las tasas impositivas son en parte demasiado bajas, la cifra de contribuyentes también y la evasión de impuestos se extiende por toda la sociedad, no en vano es tan grande el sector informal en Latinoamérica. Como consecuencia de todo ello, el Estado se financia mediante impuestos al consumo, lo que de nuevo supone una carga mayor para la población más pobre. Uruguay es tal vez el único país de Latinoamérica que ha logrado un cierto equilibrio en su legislación impositiva, aunque también allí el consenso hace aguas.Las causas de la desconfianza y la posición de rechazo hacia la comunidad son numerosas. Abarcan desde la época colonial, con el racismo y los saqueos, pasando, por ejemplo en el caso chileno, por el extremadamente insuficiente trabajo de elaboración de la dictadura, o los conflictos civiles de Colombia y Perú, hasta la actual polarización entre distintos grupos políticos y clases sociales atizada por las redes, sin olvidar la omnipresente corrupción. A ello cabe añadir, que debido al pasado de dictaduras, a menudo no está prevista la reelección de los politicos; o solo una vez, lo que reduce la responsabilidad de la política, mientras al mismo tiempo el presidencialismo sigue limitando los controles democráticos.Más consenso, más moderación, más centralidadLatinoamérica tiene que superar un sinfín de problemas actuales y pasados, pero a estas alturas debería estar claro que hacerlo será imposible sin un esfuerzo común, sin un consenso social. Y en esa empresa es importante recordar un par de cuestiones básicas: no, no está justificado que nadie tenga por su origen más privilegios que otros. Sí, el que trabaja más y tiene más responsabilidad debe también ganar más dinero, siempre y cuando pague impuestos de forma proporcional. Sí, todo el mundo tiene derecho a la participación y al desarrollo, pero eso no es algo que pueda lograrse sin esfuerzo y solo mediante la redistribución. Si no amasamos todos, el pastel desaparece rápido, da igual lo grandes que sean las porciones.Un Estado que no fija y cobra impuestos razonables ha fracasado. Quien no quiera pagar impuestos, no es un ciudadano. No llegar a acuerdos tampoco es una solución. La violencia, ya sea contra las personas o contra los objetos, ejercida por el Estado o por las calles, sin consideración hacia la vida humana, solo engendra contraviolencia. El diálogo y el consenso, la moderación y la centralidad pueden sonar aburridos, pero un poco más de todo esto le haría bien a Latinoamérica.(ms/rrr)Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas.
Fuente: www.dw.com
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