Editorial
En cualquier hogar en el que se convive con un huésped, se espera que éste se someta a las reglas de la casa, que no cause disturbios, que no ponga en apuros al anfitrión, que mantenga el orden, que no lleve a su patota de amigos sin permiso y que, cuando se vaya, sea agradecido. Esas reglas domésticas, con sus matices y particularidades, se aplican también a los países que reciben asilados y refugiados.
El expresidente Evo Morales, fiel a su estilo de sobrepasar las normas para lograr sus objetivos, ha sido un huésped incómodo para el Gobierno mexicano y, a juzgar por sus primeros tuits, también lo será para el argentino.
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En México, no sólo ha hecho declaraciones a diestra y siniestra para desprestigiar al gobierno de Jeanine Añez, pese a que las normas del asilo se lo prohíben, sino que, según un audio difundido por el Ministerio de Gobierno de Bolivia, ha dado instrucciones a un dirigente para ejecutar el cerco a las ciudades con la finalidad de que no pase comida a las ciudades.
Eso, como no podía ser de otra manera, ha causado crispación en la política interna mexicana, poniendo en aprietos al gobierno de López Obrador.
Los críticos a la presencia de Morales en México han cuestionado, además, el hecho de que se acoja a un expresidente acusado de fraude electoral y el trato privilegiado que se le ha prodigado en la primera etapa de su asilo, con una casa de lujo, más de una decena de guardias para cuidarlo, además de su manutención. Ante la ola de críticas, el Gobierno mexicano le quitó esas comodidades.
Con tantas atenciones, el huésped tendría que estar feliz y agradecido. Pero, las declaraciones del canciller argentino, Felipe Solá, en sentido de que Morales se siente mejor en Argentina que en México, dicen lo contrario. Evo está muy agradecido, nos dijo que se siente mejor acá que en México y no nos pidió ninguna custodia especial, dijo el canciller.
Con esa experiencia, el Gobierno argentino lo aceptó como refugiado, pero le puso como condición que no haga declaraciones políticas, pero 24 horas después de haber obtenido el beneficio empezó a tuitear contra el gobierno de Añez.
En sus primeros tuits políticos desde Argentina, el exmandatario hizo acusaciones contra Comcipo, contra Añez, Camacho, Mesa y algunos comandantes de las FFAA. Incluso, en algunos de sus mensajes ha incluido información falsa.
Pero aún hay más, medios del vecino país afirman que el expresidente se trasladará a vivir a algún punto fronterizo con Bolivia, lo que quiere decir que pretende ejercer su cargo de jefe de campaña del MAS desde la distancia.
Por otro lado, el gobierno de Alberto Fernández ya está enfrentando problemas con Estados Unidos por el asilo otorgado a Morales. El enviado de Trump para la toma de posesión del mandatario, Mauricio Claver-Carone, abandonó el evento, lo que fue interpretado como una protesta por el asilo al expresidente boliviano y por la presencia de un representante del Gobierno venezolano.
Este viernes, en una teleconferencia, Claver-Carone fue más explícito. Queremos saber si Alberto Fernández va a ser un abogado de la democracia en la región o apologista de las dictaduras y caudillos de la región, sean (Nicolás) Maduro, (Rafael) Correa o (Evo) Morales, dijo.
Claramente, Morales no está ayudando a que su refugio en Argentina fluya de manera menos traumática que en México, lo cual es una mala noticia también para Bolivia, porque el exmandatario, al sentirse incómodo como asilado, podría empezar a presionar para regresar al país.
De hecho, el día que fue nombrado jefe de campaña del MAS, en un contacto telefónico con su militancia, reunida en el coliseo de la Coronilla, dijo que volvería para encarar la campaña rumbo a las elecciones.
Su eventual regreso podría volver a convulsionar al país porque en Bolivia le espera un proceso por supuesto terrorismo y sedición, precisamente por el audio en el que se le escucha organizar el cerco a las ciudades.
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