De regreso con los linchamientos

Mauricio Aira

Ya en 2016 publicamos mi texto ”Pecado mortal” refiriéndonos a los linchamientos, pusimos de relieve entonces y hoy se hace imprescindible volver a la primera referencia:

Recordar la palabra de la Iglesia Católica que con explicable energía ha condenado esta forma inhumana e inaceptable de ejercer “la llamada justicia comunitaria”, ha dejado ver que en la mayoría de los linchamientos las víctimas resultaron siendo inocentes, que los cargos por los que murieron no existieron. En el caso de Entre Ríos, cuánto puede valer una moto usada, frente a la vida de un joven de 20 años, esperanza cierta para sus padres, hermanos, compañeros.



Si bien Brasil figura el primero con este grave delito a nivel mundial, Bolivia no deja de estar lejos guardando las proporciones, más aún cuando sabemos que preferentemente se cometen en El Chapare donde no existe por hoy ni Ley ni Justicia y que en nombre justamente de una mal llamada “justicia comunitaria” actúan factores extraños para terminar con la vida de seres, la mayoría de las veces inocentes de los delitos que les son atribuidos.

Algunos encuentran inspiración en el único caso de intento de linchamiento de la adúltera samaritana narrada en los Evangelios, así suceden la mayoría por rumores, o denuncias no siempre probadas de víctimas o testigos de violaciones o robos, aunque lo más alarmante, lo que añade un grado de impotencia extrema son los linchamientos en el trópico cochabambino donde la Policía no puede actuar, porque simplemente no existe por decisión de “las bartolinas” y otros grupos de sustento político que no toleran la presencia legal y correcta de los representantes del orden, extremo inadmisible y que los medios critican con razón, es una mancha en el tiempo de constitucionalidad de los valores bolivianos.

Citamos Brasil donde los escenarios de estos crímenes atroces son reflejados por la llamada “crónica roja” que felizmente no se da en Bolivia, encargada de alimentar el morbo colectivo con imágenes y relatos inadmisibles en la praxis de un periodismo depurado de taras.

Unimos nuestra voz a miles de bolivianos que extrañan la ausencia de “los defensores del pueblo” duchos y frenéticos en describir la violencia de perfiles político-sindicales y totalmente ausentes de ofrecer su testimonio o levantar los hechos culposos de grupos que incitan o ejecutan estas aberraciones con una frecuencia alarmante.

No es tolerable la impunidad de que gozan los linchadores, se protegen mutuamente bajo el principio del “silencio testimonial” por la carencia de policías y agentes fiscales llamados por Ley para actuar en todos los casos.