Medio siglo a cuestas

Javier Medrano

Este año 2020 cumpliré 50 años. Bien vividos. Debo admitir. Más allá de encontrarme con algún temor, de haber visto pasar medio siglo por mi cuerpo y en mi vida, me siento sereno y con la plena convicción de haber logrado metas muy grandes y, hasta diría, casi inimaginables.

En este discurrir,  sin mayores tropiezos en salud y con bienestar familiar, desde el primero de enero, empecé a recibir en mi celular un bombardeo de publicidad digital sobre tratamientos de próstata (vía sanguínea y ya no tan agresivas, como las tradicionales y tan temidas por los varones), combos de viajes en crucero, tratamientos de cataratas, casas de reposo (como si ya estuviese casi doblado por la vida), promociones de cementerios y, hasta, incluso, páginas web de parejas de mi misma edad o un poquito más, por si a estas alturas de la vida, uno se encuentra solo (…que sin duda puede darse. Yo estoy felizmente casado hace más de 25 años. Tengo tres maravillosos hijos. Así que ahora, solo espero la llegada de mis nietas).



Solo en la Unión Europea, la población entre 50 y 75 años está calificada como el segmento con mayor poder adquisitivo y representa el 30% de los habitantes de Europa. Una cifra muy apetecida por las marcas. Solo en España este grupo hetareo supera los 17 millones de personas y tienen un poder de compra mayor porque suelen haberse liberado de cargas hipotecarias, préstamos o el mantenimiento de los hijos. Son ellos y su (nuestra) convicción de haber cumplido.

Pero, además de ser un nicho de mercado numeroso, de acuerdo a estudios de tendencias de compra, acumulan el 70% de la riqueza en Europa y solo en España controlan más de la mitad del gasto total en gran consumo.

Pero, si además, están jubilados, dicen los estudios, tienen el suficiente tiempo libre para incluir más actividades en su rutina diaria y comprar con más calma, pero, creame, con mucha más calma. En Bolivia somo un grupo pequeño todavía: cerca del 18%.

Y es acá donde debemos detenernos. Ya no somos los mozuelos que a tientas y siniestras buscamos algo y, sin meditar, nos lanzamos a su compra y a su uso de manera instantánea. No. A mi edad, seguimos siendo consumidores y, curiosamente, compramos con más frecuencia, pero no estamos interesados en grandes descuentos. Somos exquisitos y demandamos mucha calidad. Las mujeres, especialmente, exigen resultados casi efectivos y rápidos. Por eso para ellas, la experiencia de compra es trascendental. Diría que hasta religiosa. Prueban muchos más productos, priorizan los relacionados con la salud, escuchan y preguntan más y les fascina conocer cosas nuevas o aprender.

La pregunta, entonces, no es qué les vendo. Sino cómo les vendo. Somos un grupo más heterogéneo. Los jóvenes son más estandarizados en sus gustos y tendencias. Pero, a diferencia de ellos, tenemos nuestro dinero ahorrado y ganas de vivir una segunda juventud.

Así que, me armé de valor, me ajusté el pantalón y le dije a mi esposa, resuelto, como debe ser un macho alpha, frente a la mujer de toda tu vida, que estaba con ganas de comprarme una motocicleta y salir a pasear los fines de semana con el viento golpeando mi cara, escuchando Led Zeppelin. Lo que recibí fue un portazo en mi cara. Todo menos una brisa de atardecer. Y, luego, encontré (dizqué) un folleto de un viaje por Europa sobre mis libros, con fotos de un montón de cabezas blancas con cámaras fotográficas…A mi edad ya entendemos los mensajes. Y muy claramente. Así que amable lector, si Usted conoce alguna promoción de tour por el viejo mundo, con garantías, le agradeceré el dato. Ya que las cookies que me salen en mi celular, son solo de fotografías de motos, pero, obviamente, no me sirven…