Hace 40 años se estrenaba en España ’10. La mujer perfecta’ y su protagonista se convertía en un mito erótico, pero pocos sabían que su mejor historia de amor estaba sucediendo en la vida real.
Apenas duró un minuto, pero fue suficiente para que forme parte de cualquier antología de grandes momentos de la historia del cine. Una mujer que parece más un ente onírico que un ser carnal corre por la playa con un bañador beige a cámara lenta mientras las trenzas de su cabello vuelan. Se llama Jenny y es el objeto de deseo de un hombre que atraviesa la crisis de los 40 y ha puesto patas arriba su vida para perseguirla. Blake Edwards, el director de 10. La mujer perfecta , tenía dos valores seguros al comenzar el rodaje: Dudley Moore como el atribulado protagonista y Julie Andrews en el papel de su sufrida novia, pero dar con Jenny, la mujer perfecta por la que un hombre corriente se convertiría en el mayor de los idiotas, había sido un suplicio.
Por el casting para dar con Jenny habían pasado futuras estrellas como Melanie Griffith, Kim Basinger y Tanya Roberts e incluso la propia hija de Edwards, pero cuando Bo Derek entró en su oficina se acabó la búsqueda. A pesar de que su currículum se limitaba una pequeña aparición en Orca: La ballena asesina, las películas a medio camino entre el arte y ensayo y el soft porno de su marido el director John Dererk y un póster en el que aparecía arrodillada en la arena cubierta tan sólo por una blusa transparente que había vendido más de medio millón de copias.
Técnicamente nadie, porque Bo era un nombre tan genial que sólo podría ser inventado. Aquella mujer rompedora se llamaba realmente Mary Cathleen Collins y pocos años atrás había sido una adolescente californiana con más interés por el surf que por las aulas. Hija de un fabricante de material náutico y de la peluquera de Ann-Margret, que en segundas nupcias se había casado con un especialista de Hollywood, no había tardado en interesarse por el mundo del espectáculo y tras un par de anuncios de cosmética había recibió una llamada de un tal John Derek que le cambió la vida. El director le ofrecía un papel en una película que iba a rodar en Grecia. A pesar de que implicaba dejar sus estudios momentáneamente, aceptó. Como Mary tenía apenas 15 años, Europa estaba muy lejos y el guion era tan caliente como las costas helenas, su madre hizo la maleta dispuesta a acompañarla temiendo tal vez a la jauría de adolescentes griegos que iban a revolotear alrededor de su pequeña. No podía imaginar que el verdadero peligro tenía 30 años más que Bo y estaba casado con la actriz Linda Evans.
Linda se confundió al creer que Ursula trataría de volver con John y también se confundió al pensar que John se cansaría de aquella adolescente de 15 años. No sucedió. John pasó con Bo el resto de su vida y Linda tuvo la carrera que jamás habría tenido con él: fue la Krystle Carrington de Dinastía, un icono de los 80 cuyas hombreras y sus peleas con Alexis Colby están a la altura de la carrerita a cámara lenta de Bo.Para Linda Evans fue dramático, para sus padres fue difícil de entender, pero para el Gobierno de los Estados Unidos aquella relación era una violación y para evitar que John acabase en la cárcel tuvieron que quedarse a vivir en Europa. En California estaba vigente la Ley Mann que trataba de evitar la trata y especialmente el sexo con menores de edad y ni siquiera requería que los padres de Bo denunciasen, cualquiera podría hacerlo. No volvieron a Estados Unidos hasta que Bo, que entonces ya era Bo, cumplió los 18. Se casaron en 1976, pero siguieron viajando por todo el mundo.Entre los lugares que visitaron tuvo un papel destacado España donde en 1983 grabaron un despropósito llamado Bolero en el que el italiano Fabio Testi interpretaba a un rejoneador y Ana Obregón a una gitana y que recogía todos los tópicos esperables, diálogos sonrojantes y a Bo montando desnuda a caballo para deleite de los que pudieron colarse en el rodaje en la finca de los hermanos Peralta en Sevilla. La crítica la destrozó y ella se llevó el segundo Razzie de su carrera. El primero había llegado tres años antes con la inclasificable Tarzán, el hombre mono , una película que hablaba muy poco de Tarzán y mucho de las curvas de Jane, pero que fue su único éxito de taquilla al margen de 10, la mujer perfecta. De aquel rodaje se llevó una buena amistad con Ana Obregón, la receta del salmorejo que la madre de Ana le enseñó a preparar, y una profunda devoción por los caballos andaluces.
La de Evans no fue la única mujer de Derek que conoció. Antes de casarse él la llevó a conocer a Ursula Andress, famosa también por otro paseo por la playa, el de Agente 007 contra el Dr. No. «Estaba muerta de miedo. Ella es tan espectacular, tan divertida. Más grande que la vida. Ciertas personas simplemente te hacen sentir como un imbécil, incómodo, ingrato y torpe. Ella no quiso hacerlo. De hecho, nos hemos vuelto muy cercanos y nos vemos todo el tiempo. Pero en ese momento, ella era intimidante.”Su trabajo en el cine ha dejado lugar a su otra pasión: la naturaleza. Ella dice que cuando mientras otras familias dedicaban los domingos a ir a la iglesia, la suya se sentaba a leer National Geographic. Es una amante de los caballos y en 2002 publicó su autobiografía titulada Lecciones de equitación: todo lo que importa en la vida que aprendí de los caballos. Esa es una de las razones de su fuerte vinculación a España y especialmente a Andalucía.Pero si algo la ha vuelto a colocar bajo los focos es su vida amorosa. Tras 22 años de matrimonio, John falleció a causa de un enfisema en 1998. Se relacionó con Kiefer Sutherland y con Ted Turner, pero fue otro romance el que la volvió a poner bajos focos: John Corbett. Para muchos será el bohemio Chris de la Mañana, el locutor de la K-OSO, la emisora de Cicely en Doctor en Alaska, para otros tantos será Aidan, el fabricante de muebles con el que Carrie intentó infructuosamente olvidar a Big en Sexo en Nueva York. Ambos forman una pareja tan hermosa como discreta que lleva ya compartiendo su vida desde hace 18 años y que se conoció tras algo tan cinematográfico como una cita a ciegas.
A finales de 2002 Corbett estaba en la cima de su popularidad gracias a Sexo en Nueva York y Mi gran boda griega, pero se acercaba la gran fiesta de los Oscar organizada por su amigo el agente Norby Walters y no tenía nadie con quien ir. Norby sacó su agenda, marcó un número y preparó una cita que lleva durando casi dos décadas.
Fuente: revistavanityfair.es