Aprender a golpes

A lo largo de la historia de Bolivia hemos tenido, guerras internacionales, guerras civiles, revoluciones y golpes de estado a granel, pero también grandes catástrofes, epidemias, desgobiernos que nos han dejado hondas huellas de dolor. Nos toca hoy convivir con la pandemia coronavirus, importada desde Wuhan una industriosa ciudad china, donde por desgracia nacieron otros virus que derramaron su semilla destructora de gran manera.

En Bolivia la llegada del COVID-19 logró identificar a 32 afectados que pueden ser fuente de varios cientos y provocar muertes hasta de 300 según los expertos, resultado que no es posible ocultar porque hoy todo sale a luz, detener su propagación es tarea difícil, bajo estas circunstancias mentir o decir medias verdades es incoherente y arma de doble filo.

Siendo el COVID-19 protagonista del diario suceder, los temas como el político electoral quedan relegados. Los ojos están puestos en cuidarse del contagio y sobrevivir, menos mal que en Bolivia, finalmente afloró un consenso y ello es altamente saludable administrado por el Supremo Electoral. La pandemia afecta a 320 mil personas, los muertos llegan a 17 mil, aunque ninguno en Bolivia, lo que llama la atención mientras Suecia está por la víctima 48 y las explicaciones son varias.



Los efectos son desastrosos en todos los campos. La vida humana está trastornada, los hijos no pueden abrazar a sus padres, ni siquiera visitarles, la pandemia ha separado a los hermanos y a los  hijos de sus padres. Si hasta los templos han cerrado sus puertas y las misas transcurren sin fieles.

La sensación de propiedad y pertenencia se diluye, en efecto de qué vale tener un coche si no puedes conducirlo, de qué sirve tener ropa si no puedes lucirla, para qué ir a la peluquería si estás dentro de casa con pelo largo o corto, no tiene importancia.

La vida de relación se ha parado, ni cine, ni café, ni comidas ni convites, todo cortado de raíz, solos entre pareja evitando el menor rose, la más pequeña discusión, si no vale la pena, lavándonos las manos como recomienda “el dueño de casa” 20 veces por día.

¡Agradeciendo a Dios que tenemos luz, calefacción, agua fría y caliente, lavadora de ropa y de servicio, un balcón para mirar al sol, y los teléfonos que se calientan con las llamadas de los hijos, ah! Y el internet! Para mí es como una ventana al mundo.

Apenas abro el correo o apenas ingreso al Facebook, estoy conectado con Bolivia, EEUU, España, con el mundo entero donde conservo un pariente, o un amigo y en contados segundos entramos en contacto. Me pregunto a menudo, cómo podríamos soportar la cuarentena rigurosa del aislamiento social sin ayuda del Face…sin las fotos o videos que nos trasfieren todos los días. Sin los diarios amigos que aunque no circulan impresos, los de Bolivia, sus contenidos no paran en la versión digital.

Más de alguno ha escrito, este virus mortal ha logrado el milagro de acercarnos a Dios! En efecto, de pronto la humanidad se acordó que tiene un Padre Amoroso, que cuida de sus hijos, que siempre obtiene el bien de todo mal. Que si permite el dolor y la angustia es para recordarnos que somos pecadores, que no somos solidarios, que estamos en pecado y que debemos perdonar…

En fin. Todo sucede bajo el permiso de la Divina Providencia. Algo bueno habrá detrás de tanta maldad, que todos debemos aprender el valor de la misericordia y de la bondad, que el Amor existe y que la muerte, no es sino la puerta de ingreso a la eternidad, que para los creyentes es el inicio de la gloria y el goce de Dios por siempre jamás!